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Las críticas forman parte inseparable de la actividad profesional y, a menudo, despreciamos su tremendo valor para hacernos crecer y mejorar. No se nos da bien encajar las críticas. En cambio, son la mejor forma de hacernos volver a la realidad, de quitaros la venda de los ojos. Nos apasiona escribir. Estamos tan ilusionados con la historia que a veces olvidamos todos los errores que cometemos por el camino. Al llegar a la última página, nos sentimos satisfechos, es inevitable. No obstante, esa satisfacción no debe confundirse con la autoconvicción de que lo hemos hecho bien. Lo hemos hecho, primer paso. Ahora hay que seguir trabajando.
No se puede gustar a todo el mundo. Mentalízate de que una parte del público rechazará tu obra o no le dedicará todos los halagos que esperas. Tú tampoco quedas satisfecho con cada libro que cae en tus manos, ¿verdad? No te preocupes, esto te dará una excusa para levantar los ánimos. No ser indiferente significa que tu novela o relato no ha pasado desapercibido. Cuando una obra genera tantos amores como odios, solo por el mero hecho de crear debate, la difusión llega a ser aún mayor.
Nadie está preparado para escuchar lo que dicen de él. La mayoría de las personas llevamos mal las críticas, las percibimos como ataques. Ahora bien, no todas las críticas son iguales: algunas son realmente útiles, otras solo tienen la intención de ofender. Para empezar, lo que tendrás que hacer para aprender a encajar las críticas es saber diferenciar los tipos de críticos.
Estos críticos, dentro de la subjetividad de su propio gusto, harán un análisis lo más objetivo y exhaustivo posible. En general, se dedicarán a exponer los puntos fuertes y débiles de tu obra. Incluso, te darán consejos muy útiles. No olvides darles las gracias y hacerles saber que son importantes para ti. Entre estos críticos, podemos hallar: críticos literarios, filólogos, escritores profesionales, bloggers, correctores y editores.
También puedes dar con aquellos a los que “le va la marcha”. Este segundo grupo se identifica por lo trivial de sus apreciaciones, basadas principalmente en su opinión personal. Incluso aunque sus comentarios estén bien cimentados, su objetivo no es ayudarte, sino hacer prevalecer su punto de vista por encima de cualquier otro. Así que no te molestes, pues hay un 90% de posibilidades de que no quiera escucharte. De hecho, están tan encantados de conocerse a sí mismos que se atreverán a darte lecciones sobre asuntos que exceden el ámbito literario.
Un primer paso para empezar a ver tu libro de manera objetiva es solicitar un informe de lectura. De algún modo, cuando se trata de un experto al que tú mismo has decidido acudir, conocer los fallos duelen menos. Estás más preparado para los golpes y sabes de antemano que van a valorar tu obra tanto positiva como negativamente. Un informe literario no solo va a haceros mejorar a tu novela y a ti. También te va a preparar para futuras opiniones. En mayor o menor grado, tendrás una idea de qué puedes esperar cuando expongas tu libro a la masa de lectores.
Asimismo, un informe de lectura te ayudará a conocerte mejor a ti mismo: tu propósito, tu estilo, tus posibilidades. Podrás analizarte y definirte como artista de manera más concreta. Y el profesional incluso podrá aconsejarte sobre temas comerciales. Por ejemplo, qué editoriales podrían interesarse en tu libro o suelen publicar libros similares. Y lo hará siempre con respeto, sin rencores, puesto que no carga ninguna mochila emocional o familiar.
Los problemas que afloran con las críticas tienen origen en la autoestima, en la seguridad o falta de esta. Hay que aprender a gestionar esas emociones negativas que nos invaden ante una crítica. Debemos detectar cuál es nuestro problema. Cuando uno está seguro de su trabajo (seguro, no con actitud soberbia y excesivo ego), sabe responder de manera calmada y razonada, asimilando las observaciones que le han hecho y poniéndolas en práctica.
A todos nos gusta escuchar comentarios bonitos, apreciaciones positivas hacia nosotros y nuestro trabajo. En cambio, este tipo de comentarios solo nos influirán de manera favorable si son de verdad. O sea, si no se hacen simplemente para ahorrarnos un disgusto. El refrán dice: “quien más te quiere, te hará sufrir”. Así que, cuando llegue una crítica sobre tu libro, tu manera de escribir o similar, piensa que esa persona está ayudándote. Si no fuera así, si no le importase, no perdería su tiempo. Esa persona seguramente esté viendo un potencial en ti, recibe la ayuda con los brazos abiertos.
No solo debemos hablar de los usuarios particulares que tienen un blog o comentan en las redes. ¿Qué sucede cuando una revista, por ejemplo, se desquita con nuestro libro? Las críticas literarias, al igual que las cinematográficas, son un caramelo, un arma de doble filo. Cuando al crítico le ha gustado el libro o la película, le resulta tremendamente sencillo escribir sobre lo bueno que es, las influencias que se perciben, la personalidad del autor… Pero cuando cierta obra le ha desencantado, se puede desencadenar un drama. Es muy fácil, más de lo que te imaginas, hacer una crítica negativa, despotricar y sacar la afilada lengua de la ironía.
Cierto es que, si ese crítico trabaja en un medio relevante o de cierta influencia, te hundes con solo pensarlo. En estos casos, deberías:
Cuando se presenta una situación de estrés como la producida por las críticas, debes estar preparado para afrontarlo. Aunque te cueste al principio, si pones en práctica estos sencillos consejos, aprenderás a reaccionar adecuadamente ante las adversidades.
Las críticas son la mejor manera de detectar en qué estamos fallando. Cada uno tiene una forma de ver la vida y de percibir lo que está leyendo. Intenta comprender el mensaje que esa persona te está transmitiendo dejando a un lado tu “yo”. Abre la mente, empápate de otros puntos de vista y sal de tu parcela de confort. Seguro que te haces algodón de azúcar cuando tu madre te dice lo guapo y listo que eres. Pero, reconócelo, te sirven aún más las veces que te regaña, que te comenta tus fallos y te aconseja con el corazón porque quiere hacerte mejorar.
En la mayoría de las ocasiones que hay un conflicto, este sucede por malentendidos como llevarse la crítica al terreno personal. Cuando alguien diga que tu libro falla aquí o allá, no quiere decir que seas un mal escritor ni nada por el estilo. Y si lo hace, está entrando en temas que no se debería tocar y, por tanto, deberías ignorarle. Hay mucho troll suelto por la red.
Cuando veas un comentario negativo y te entren unas ganas tremendas de contestar poniendo toda la rabia y la ofensa en las teclas del ordenador, para. Respira profundamente, medita las palabras que se dirigen hacia tu libro y lo que vas a decir. Una mala actitud por tu parte podría perjudicar tu imagen y tu valía como escritor. Además, dejarías ver tu inmadurez e incapacidad para aceptar las críticas.
Si resulta que tienes varios frentes abiertos, no te agobies. Asimila tus puntos débiles y cámbialos poco a poco; no quieras pasar de 0 a 100 en un día. Échale paciencia, hay que trabajar constantemente, sin abarcar demasiado al mismo tiempo.
Una cosa es tener confianza en uno mismo y otra engañarse tontamente. Seguramente tengas aptitudes y potencial para escribir. Ahora bien, eso no quiere decir que hayas nacido con el Nobel de Literatura debajo del brazo. Nunca se deja de crecer. Por ello, deberías escuchar las críticas, para no quedarte anclado en el mismo punto: la mediocridad. En infinidad de ocasiones, no son los demás los que nos impiden avanzar o nos desmoralizan, sino nosotros mismos. Por mucho talento que puedas poseer, jamás te cierres la puerta hacia el progreso; no te estanques en el ego.
Ante todo, debemos recordar que las críticas se hagan siempre desde el respeto. No hay que salirse del ámbito meramente analítico ni entrar en juicios personales. Por seguir con los refranes: “hablando se entiende la gente”.
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Muchas gracias.
Quisiera que alguien me leyera aún cuando me criticara despiadadamente.
Tengo un libro que anhela levantar críticas, lo escribí precisamente para eso, para levantar polémicas y ¿Quién me lo leerá? ¿Quién me lo publicará? Sanif… snif… creo que lo escribí para el desierto.
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