«La obsesión actual por cumplir con la moda o con los mandamientos culturales es un índice de la precariedad de la autoestima general». Esta es la idea con la que queremos comenzar la reseña del libro Trampas que enferman (editorial Caligrama), del escritor argentino Jorge Ballario.
Cohabitamos en una época repleta de estímulos que pretenden intoxicarnos y nuestra única herramienta posible para combatir tal tragedia —porque sí, tras leer el ensayo de Jorge sabemos que lo es— es prestar más atención a nuestro bienestar emocional y psicológico.
Es decir, desconectar con el exterior y conectar con el interior de lo que somos. Alejarnos un poco de las tecnologías, de la publicidad, del consumismo que acarrea el capitalismo y acercarnos a los sentimientos, a la gestión de nuestras vivencias pasadas y presentes. Ahí es donde, sobre todo, tiene cabida el psicoanálisis para el autor. En enfocar los tratamientos terapéuticos en detectar detonantes primarios que nos ayuden a leer el rumbo trágico. Ofrecer un hueco al cuidado del inconsciente que pueda ir de la mano de la psicología o medicina tradicional.
La hiperestimulación nos provoca estrés, ansiedad, depresión, y estas alteraciones nos enferman por completo. De hecho, tal y como inferimos de la lectura, estamos en un momento contextual en el que hemos logrado ser capaces de ampliar nuestra esperanza de vida, pero lo hemos conseguido a costa de —paradójicamente— nuestra salud.
Vivimos más años que nuestros antepasados, está claro, pero también llegamos a la ancianidad padeciendo enfermedades graves, deterioros incurables a nivel mental y físico. ¿Por qué ocurre esto? Porque nos resguardamos en los medicamentos, como si las dolencias únicamente las sintiera el cuerpo, y nos olvidamos de las emociones, de la autoestima —como bien sugiere la cita—, de la salud afectiva.
Trampas que enferman parte de la rigurosidad de los estudios del autor, quien nos los presenta a través de ejemplos y reflexiones. Años de trabajo y dedicación le han demostrado que «ciertos estados emocionales y actitudes psicológicas son capaces de generar o cambiar los procesos bioquímicos vinculados con la enfermedad y con su evolución». ¿Es posible que la enfermedad sea una respuesta del cuerpo ante un malestar que nos está atrapando por dentro? ¿Puede ser que algo que ha estado ahí desde la infancia se manifieste a la larga en una dolencia del organismo grave? ¿Hasta qué punto la sociedad en la que vivimos está involucrada? Estas son algunas preguntas que trata de responder el autor.
Dividido en cinco partes —casos reales, individuo y sociedad, superstición y sugestión, ciencia y psicoanálisis, y enfermedad frente a salud—, este ensayo es un golpe de realidad. Como lectores nos sentimos dentro de esa sociedad de consumo que supera los límites de la manipulación, nos vemos como receptores directos de toda esa información que no podremos nunca procesar. ¿No es la televisión, acaso, un narcótico para la población? Como bien apunta el autor.
Nuestras relaciones se cultivan dentro de un torbellino que, en apariencia, trae avances sociales; pero que, en realidad, las absorbe: no hay tiempo para estar solo, la sociedad nos exige el contacto con los cambios; no hay lugar para las relaciones personales que se forjan con lentitud, el torbellino nos arrastra a la rapidez y la superficialidad.
Y, mientras tanto, qué ocurre con la ciencia, dónde queda el discurso científico, limitado a una visión cerrada de los acontecimientos. Jorge Ballario también deja un hueco en su ensayo para reflexionar sobre esto: es necesario cooperar, colaborar, no cerrar los ojos a los métodos alternativos.
Cuando Hannah Arendt pincelaba esa Sociedad del Uno, lo hacía recogiendo a cada individuo como una pieza más de un engranaje conjunto; o cuando Pirandello, el escritor italiano, retrataba en sus obras a ese hombre «inepto» que se creía completo pero era inerte, venían a hablarnos de ideas similares a las que nos trasmite Jorge Ballario. El hombre es ese señorito insatisfecho que nace en un mundo ya creado y que solo tiene que aprender; ese individuo que lo tiene todo para ser feliz y, sin embargo, en el goce extremo solo encuentra dolor.
Con un lenguaje cercano y mucha disciplina, el autor de Trampas que enferman ha decidido publicar y compartir un tema de muy interesante lectura. Porque volvemos a la cita del inicio y, como diría Eric Fromm, «el hombre moderno está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de su naturaleza».
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