Antes de comenzar esta reseña de lleno, queríamos dejar por escrito que Tiresio el termestino (Editorial Tregolam) nos ha demostrado cuánto nos queda por aprender de nuestra historia. Gracias a este maravilloso libro hemos palpado de cerca cómo hemos llegado hasta aquí, hasta este momento en el que vivimos.
Nos trasladamos miles y miles de años atrás, cuando la península ibérica estaba habitada por diferentes poblados que, más tarde, serían conquistados por el Imperio romano. Por entonces, no existía una población unificada; sino que, al mismo tiempo, indoeuropeos (celtas) y habitantes autóctonos (vascones e íberos, entre otros) ocupaban la extensión del territorio. Los primeros se quedaron mayormente en el noroeste, mientras que los segundos se encontraban sobre todo al sur y al este.
La primera novela de José Cerrada, que hoy reseñamos, tiene como telón de fondo el periodo inmediato a lo que conocemos como romanización. Concretamente el siglo II a. C. Nos sitúa, por tanto, en una época en la que la tensión y la resistencia ante la conquista es abismal: hacerlo de forma completa, como sabemos, supuso a las tropas romanas más de dos siglos de esfuerzo, debido a la feroz resistencia que opusieron los pueblos que estaban más allá del sur y del este de la península.
Para exponer los acontecimientos, el autor ha decidido descomponer la obra en dos partes, dos libros bien diferenciados. Por un lado, el Libro I es la génesis de esta historia. Los constituyen los capítulos en los que nos presenta a los personajes y el contexto, así como las particularidades que ambas cosas traen. Queda reservado para acercar al lector a las costumbres, cultura, organización política y hábitos de los pueblos prerromanos que estaban establecidos en la cuenca del Duero (celtíberos). En este sentido, nos encontramos con los arévacos (tribus celtas situadas en la cabeza del Duero), los vacceos (en la zona media) y los titos, belos y lusones (más al sur).
«El hierro de los vaskones es excelente, pero no lo curan, y sus armas resultan quebradizas. En Termes tenemos muchas tiras de hierro enterradas. El hierro debe estar enterrado, al menos dos años, hasta que la herrumbre haga salir todas las impurezas, y solo entonces pasarlo a la forja. Por eso nuestros gladius de doble filo son resistentes y no se rompen en el combate».
«Nuestra tradición manda que, a la intemperie, expongamos los cuerpos de nuestros guerreros muertos en combate, para que sean descarnados por los buitres».
La manera en la que se nos sumerge en la forma de vida de los celtíberos es configurando un recorrido que equivale a los ocho capítulos mencionados, a ocho jornadas. Son ocho días en los que los termestinos se embarcan en un viaje que parte de la ciudad de Termes (Soria).
El libro II ya no se centra tanto en situarnos en el modo de vida de aquellos que habitaron la península, sino que dirige su foco de atención a la acción de la batalla. La narración es más ligera, más dinámica, más rápida. A los personajes ya los conocemos, sus costumbres también, y la romanización completa del territorio está cada vez más cerca en el tiempo. Hay hueco, por ejemplo, para la lucha entre el Imperio romano y los celtíberos que habitaban la actual Zaragoza (aquellos que se vieron obligados a refugiarse en Numancia), allá cuando Tiberio Sempronio Graco era pretor de la parte citerior de la península.
«El número tan abrumador de enemigos nos heló la sangre y nos hizo volver a la realidad. Ya no alcanzaríamos a Graco desprevenido como hicimos con el pretor Flaco».
Pero ¿cómo se narran los acontecimientos? La historia nos la cuenta un niño de diez años que madura muy rápido y que se podría convertir en un modelo a seguir para cualquier lector joven. En su voz apreciamos la evolución profunda que, no solo experimenta él, sino también, en mayor o menor medida, algunos de los personajes que lo rodean —Buntalos (su padre), Kaukirino o Litino—. Habría sido fácil escribir este libro con unos personajes llanos, centrándose en la rica documentación con la que cuenta el autor, pero no ha sido esta la elección. José Cerrada se arriesga y sale victorioso haciéndolo. Además, se atreve a dar peso a los diálogos —una de las herramientas más complicadas de utilizar, sobre todo en este género— y los construye con elegancia.
Cuando leemos una novela histórica buscamos, ante todo, que cumpla una serie de requisitos: que sea verosímil, precisa; que exponga los hechos de manera literaria; que esté bien documentada; que nos describa lugares, acontecimientos, acciones, etc.; y que controle los tiempos en los que la trama tiene lugar. Tiresio el termestino reúne todas estas condiciones.
José Cerrada consigue en su primera publicación, que un contenido complejo —con muchos conceptos que a priori desconocemos, sucesos que nos quedan lejos, etc.— nos llegue. Su lenguaje es exquisito y da muestra de un bagaje cultural inmenso. Su estilo es fluido y ameno, rozando en ocasiones lo didáctico. En definitiva, este autor ha elaborado un libro que cuenta con todas las características de una obra redonda, en todos los sentidos.
Disponible en: Agapea, Amazon, Libellista
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