Clasificar Santos y demonios, de Stan Aryas, es una tarea casi imposible. Se trata de una novela, de eso no hay duda, aunque también tiene sus llamativas particularidades. Algunos lo han tildado de nuevo género, el «terror cristiano». Sin embargo, ¿es comedia? ¿Terror? ¿Filosofía? ¿Crítica social? Pues todas ellas combinadas en un perfecto cóctel que se vanagloria de su trasfondo católico.
Y es que el autor, creyente declarado, hace bandera de su fe como arma para analizar la sociedad y caminar hacia un futuro más esperanzador. Si bien es verdad que el objetivo final del libro no es convertirse en un manual de buenos usos y costumbres, la sagaz visión de Stan Aryas sobre el materialismo deshumanizador que vivimos hoy en día pone su granito de arena para fomentar la sensibilización sobre un problema de convivencia cada vez mayor.
«Los protagonistas de la novela son unos chicos idealistas que intentan seguir el ejemplo de su maestro, Jesús de Nazaret, aplicando sus enseñanzas de amor al prójimo al mundo actual. Algo que se revela no sólo difícil y contracorriente, sino peligroso», comenta él. Podríamos decir que la peligrosidad de esta empresa radica, esencialmente, en la posición que el conjunto de valores de la sociedad actual les obliga a asumir. Por ejemplo, Miguel (el protagonista principal, diríamos) se ve avocado a alejarse de sus creencias debido al entorno descreído que le rodea, fomentando una especie de aislamiento social.
Pero lo más interesante es que, más allá de la defensa del catolicismo y la santidad como pócimas regeneradoras de una sociedad amedrentada y hastiada, es posible hacer un acercamiento a las reflexiones del autor desde distintos pareceres, incluso aquellos que escapan a cualquier tipo de dogma religioso. ¿Quién no ha sentido ese desasosiego, por ejemplo, al girar su cabeza en el metro y observar la forma en que la tecnología aísla a todos y cada uno de nosotros? Al fin y al cabo, es difícil sentirse ajeno a la insensibilización que fomenta el consumo masivo.
Sobre este tema, el autor hace hincapié en la forma en que la tecnología ha cambiado nuestra forma de pensar y relacionarnos. «La enorme influencia que tienen las multinacionales tecnológicas se basa en la ansiedad creciente del ser humano: a mayor ansiedad, más usuarios, y a más usuarios, más capitalización bursátil», reflexiona. Así pues, el materialismo que inevitablemente se encuentra vinculado al capitalismo se convierte en el principal «demonio» contra el que luchar y al que derribar; el sistema nos obliga a producir y a vivir bajo las redes de una maquinaria descontrolada llena de pequeños seres malvados que controlan el cotarro. Nosotros solo somos carne de cañón, como lo son los personajes de este libro, a pesar de sus convicciones.
Y partiendo de esta premisa, Santos y demonios solo podía ser un libro políticamente incorrecto. Aryas supo desde el principio que no había otra manera de abordar todos aquellos temas que le inquietaban: «desde el primer momento supe que todo esto solo podía abordarse de esta manera poco convencional. Mi escritura funciona con picos intensos y escenas breves; las potentes imágenes acuden a la mano». Por eso, la afilada ironía y comicidad con la que habla de tal amalgama de cosas capta la atención de todo lector, que puede pasar del llanto a la risa más descontrolada.
Porque si algo caracteriza de forma especial a este libro, eso no es, como ya hemos mencionado más arriba, su naturaleza inclasificable, sino la forma en que el texto imbuye a todo aquel que se atreve a acercarse a él. Leeremos historias de santos, las bienaventuranzas de María, Juan y Miguel (que están repartidas en forma de flashbacks bien dispuestos para darle a la lectura un ritmo que escapa de la monotonía) a lo largo de su vida, sucesos humanos y divinos y decepciones colosales, e incluso visiones monstruosas que nos harán encogernos en la silla por un buen rato. Al final, Aryas consigue disponer sus ideas de forma que sean accesibles a todo el mundo porque consigue un toque de naturalidad que emerge de sus convencimientos más puros y críticos.
Una narración esmerada que define, a través de un estilo desenfadado y mordaz, los puntos flacos de una sociedad que, indiscutiblemente, tampoco ha encontrado la felicidad adorando al dinero. Santos y demonios defiende la espiritualidad como bote salvavidas, pero también le pega un revolcón al misticismo más rancio y elevado para acercar los valores humanos a aquellos divinos que alguna gente sí ha sido capaz de asumir. Un libro que rescata historias que, queramos o no, han ayudado a construir nuestro mundo actual y que muchas veces, según el mismo autor comenta, forman parte de una cultura inamovible pero común a toda la sociedad occidental.
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