Victoria Alonso Gutiérrez, maestra y lectora empedernida, llevaba años con su libro de relatos guardado en un cajón esperando a ser liberado. El libro, cautivo, sorteó el miedo y el recelo, y se materializó bajo el título Relatos indisciplinados en una publicación de la mano de Tregolam.
La escritora, cuyas raíces están ligadas al cielo de Madrid, no puede dejar de encontrar inspiración tanto en esta metrópolis como en Londres, donde trabajó durante varios años también como docente. La esencia de las ciudades solitarias, canallas, aisladas, resuella a lo largo de todo el libro.
«Verano de Londres; apenas diecinueve grados y celebrándolo. Nos reíamos bien abrigados para estar en la calle y entre los dos saltaban chispas. Apenas un año. La fecha está detrás de la foto. La tengo desgastada de tanto mirarla».
Sin embargo es esa luz convertida en humor, ese relámpago personificado en su familia, esa casa cuyas paredes están cimentadas con todos los libros y experiencias que la han marcado, los que responden a una necesidad de seguir siendo un eco, de permanecer a pesar de todo.
«Mi vida siempre fue un ruido; un murmullo ensordecedor, un griterío acallado».
El tejido narrativo que configura los treinta y tres relatos de la primera obra de esta autora se posa en el pensamiento de todos los lectores que hemos decidido acercarnos a ellos. Son historias, ante todo humanas, que no pretenden tener un hilo conductor pero que, sin embargo, comparten una vitalidad muy íntima a través de todos sus protagonistas.
Cada uno de estos breves relatos nos deja a medio camino entre las emociones personales y la realidad que nos circunscribe: nos zarandean, nos sacuden y nos envuelven en una atmósfera en la que hay risas, miedo, llantos, carácter, blancos y rotos.
«Me llamo Luz y vine al mundo un día de la primavera del treinta y dos. Fui una niña no deseada, aunque concebida con mucho amor. Eso sí, amor clandestino, pero muy grande. Uno de esos amores de copla que tan de moda estaban en aquellos días».
Victoria Alonso Gutiérrez transita entre la autoficción y su imaginario lleno de luces y de sombras, como un túnel por el cual la autora pasea y que parece mostrar agujeros de esperanza y arraigo entre sus muros para mostrarnos una realidad conocida por todos.
Y es que la vida es eso precisamente: destapar los escombros y continuar con nuestro periplo, saber orientar la brisa aunque vaya a contracorriente y de aceptar también los días grises.
Retumban, en Relatos indisciplinados, sensaciones que se entretejen y que marcan algunos de los temas principales del libro: el apego familiar, la soledad, la interculturalidad, el querer saber, el sentido de pertenencia, el amor por la enseñanza… Claros ejemplos de ello son «Crónica semanal de una maestra en Londres», «El ruido de mi vida», «Madrid, 8 de agosto de 2006», «Crónica de los tipos y tipas…», etc. Y, alrededor de los temas principales, sobrevuelan distintos elementos que la escritora arroja en sus relatos con extremo vigor, como son la ironía, el amor por sus seres queridos más cercanos (sus padres, su nieta, sus hijos…), la ciudad al fondo, la pasión por la lectura y la música, su mirada sobre las relaciones, el hueco destinado al ocio…
«Mi padre, don Antonio, don Antonio porque era un ser maravilloso, tierno y generoso, lleno de riquezas, vivencias y experiencias murió hace dos años, con ochenta y nunca aprendió a leer. Su hija, que estudió magisterio para enseñar y transmitir las maravillas de la lectura y la literatura a los demás, nunca le enseñó a leer».
Nos muestra un mensaje claro en todo el conjunto de maravillosos relatos que ha publicado Victoria Alonso Guitiérrez: cualquier historia merece ser contada. Cualquier experiencia es una aprendizaje vital. Cualquier sombra esconde algo de luz y cualquier vida no es más que una travesía puesta delante de nosotros para disfrutar mientras se camina.
Disponible en: Agapea, Amazon, Read On time
Tregolam
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