No coma cuento, léalo (Tregolam) es el primer libro de Isac Castellar Cohen, un perfecto conjunto de cuentos extremos donde cada historia es una aventura hacia la excepcionalidad de lo cotidiano. Así, el autor colombiano se lanza a la publicación haciendo uso de una arriesgada maniobra narrativa y construye un mundo literario complejo y fascinante. Trece historias son las que dan forma a este libro, todas ellas con una personalidad única y dispuestas a sacar al lector de la conformidad pasiva de la palabra.
Porque efectivamente, lo que Castelar cuenta aquí y cómo lo cuenta nos obliga a asomarnos a la lectura un poquito más de lo que estamos acostumbrados. Nos exige atención, reflexión, nos ofrece un viaje emocionante que solamente se torna en disgusto cuando pasamos la última de las páginas del libro.
Y todo esto resulta de esa nueva propuesta, que es observar la realidad al detalle para cerciorarnos de todos los matices que cada segundo de nuestra vida alberga. «La realidad del entorno es rica, diversa, cruel, compleja, y tiene muchos matices», dice el autor. «Desde aquel producto de la violencia e inseguridad de las calles y del entorno, que hacen daño y te marcan toda la vida, hasta las que alegran y reconfortan el espíritu».
Por eso nos habla de tantas y tan variadas cosas. De Miguel, ese niño aterrado al ver a su padre tirado en la cama y creerlo muerto; de Dulce, la perra familiar que por culpa de unos «periódicos mágicos» adquiere conciencia y empieza a plantearse muchas cosas sobre la vida; o de Gregorio, motor de la acción ciudadana contra la criminalidad en el relato «Operación estocada». Diversos escenarios, aparentemente fantásticos algunos de ellos que, sin embargo, hablan de una verdad tan auténtica que parece quemar.
Además, sus historias se sitúan en localizaciones colombianas muy concretas (sin ir más lejos, la ciudad de Barranquilla introduce el primero de los textos). No en vano el autor destaca la necesidad de que los lectores, a través de estos relatos, encuentren «la imagen de su idiosincrasia y el reflejo de su realidad». Colombia se torna así en un campo de juego donde los escenarios juegan un papel fundamental para alcanzar este autorreconocimiento del lector, y junto con el uso excelente de localismos, que muestran la belleza de las distintas identidades que se dan cita en aquel país latinoamericano, consigue darle a las historias un aire personal y único.
Así, No coma cuento, léalo también guarda muchas intenciones en su propio título. Porque lo que aquí leemos no es puro entretenimiento, sino que tiene un trasfondo mucho mayor. Esta realidad palpable (y su percepción absoluta cuando fijamos los sentidos plenamente en ella) no son solo olores, visiones o resuellos al tacto, sino que esconde tras de sí también lo terrible, el horror de la violencia que acecha en cada momento y lugar.
La violencia tiene, dentro de la variedad de tramas y situaciones de cada relato, siempre un lugar eminente. Hace de esta forma notar su importancia, no tanto por relevante en sí sino por inevitable. Pocas personas desconocerán los estragos del paramilitarismo en aquel país y la inseguridad ciudadana ante la falta de escrúpulos de tantos y tantos criminales. Y es que, como el mismo autor ya mencionó, estos matices de la realidad que van de la mano del miedo y de la muerte son también parte de una vida, o de la vida de cada uno de nosotros. Él resume su posición de forma muy clara, porque sabe que «ningún colombiano ha escapado de los embates de esta horrorosa realidad y de manera directa o indirecta está marcado por ella».
Son por todo ello relatos bárbaros y de situaciones dinámicas los que encontraremos en este libro. «No coma cuento», dice Castellar, porque ya basta de asumir sin más lo que vivimos, de carecer de una visión crítica y, sobre todo, de rechazarla de forma totalmente voluntaria. «Léalo», porque así abriremos los ojos y seremos capaces de reconocer lo bueno, esas raíces culturales que nos definen, nos guían hacia un camino emocionante y nos liberan de prejuicios insanos. «La literatura no debe estar al margen de la realidad de las sociedades y del hombre (…) Utilizando la ficción y el lenguaje literario, la literatura debe expresar críticamente y poner en escena las crudas realidades y miserias humanas y de las sociedades en general», concluye el autor.
Disponible en: Amazon, Agapea, Librería de la U
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