Un hombre con una bolsa de deporte debajo del brazo huye de madrugada, abandonando su cargo político e intentando escapar de sus secretos. Busca refugio en el pueblo donde veraneaba en la infancia y allí se reencuentra con José, un amigo de su pasado al que pensaba que no volvería a ver, y ambos se trasladan a Sevilla. Allí conoce a Irene, con quien vivirá un romance intenso y turbulento. Pero ni todo es lo que parece ni todos son quienes parecen ser.
Con esta interesante premisa, el escritor Ignacio Sáinz de Medrano construye un relato en el que el pasado personal y político de España regresa demostrando estar más vigente que nunca. Una novela que atrapa desde la primera página y en la que el lector encontrará una historia con la que identificarse.
Andalucía es el escenario donde se desarrolla esta historia, un espacio que nos transporta a esa infancia y a esa juventud temprana, que los protagonistas de la novela evocan con nostalgia, un tiempo donde vivir era mucho más fácil.
El autor despliega todo su talento y presenta una técnica narrativa en la que se superponen dos planos temporales diferentes, los años 2000 y principios de los años 80, narrados en primera y en tercera persona logrando así visualizar las dos etapas y transmitir las vivencias de los personajes, de tal manera que el lector pueda vivir sus historias como si fuera uno más de ellos. En primera persona, se narran las confesiones y secretos de uno de los personajes y el pasado que muestra las vivencias soñadas, la nostalgia en la que tres adolescentes descubrieron su verdadera identidad; en tercera, el presente que trae consigo el ineludible destino que ha sido reservado para cada uno de ellos.
«Quería saber si sabían quién era, y se quedaba tranquilo al ver que no identificaban al tonto hijo de puta que se metió en política porque era lo correcto, lo que había que hacer, se podían hacer cosas, Alfonso, “no todo está perdido, en la Comunidad necesitan gente como tú, preparada, inteligente, es ahora cuando hay que dar el paso, total tienes plaza ganada, ¿no? Pues pides la excedencia”. Eso le había dicho José Aurelio, su querido catedrático, el rey calvo de la praxis política, aquella tarde en el Café Comercial donde iban a menudo, por esnobismo más que por otra cosa porque a los dos les venía mal. Y ahora, con ojos de buey, tras una hora de paseo, iba surcando calles desconocidas de Sevilla con el arado de su equipaje, terminando por rehuir los ojos de los que se empezaban a molestar por su insistencia, él que quiso hacer cosas por ellos».
La novela destaca por las distintas relaciones, todas ellas complejas y realistas, que se dan entre los personajes que conforman esta obra. Alfonso, ese hombre que huye de sus secretos en la estación de Atocha y que termina reencontrándose con su pasado, se debe enfrentar a la impotencia que siente por los errores cometidos y a la culpa que le provoca la fuerte y azarosa relación que mantiene con Irene al recordar a la familia que tuvo y que perdió por sus acciones pasadas.
«Se tapó él también con la colcha y entonces sí, se puso a llorar sin derramar una lágrima, pensando en Elena y en los niños que ya no lo eran, en la gorda con bigote que roncaba en un séptimo, y en los ojos abiertos mirando al techo de Jose que, no sabía cómo, se habría enterado también de esto, y en el día de su boda, tan burguesa, tan convencional, tan de hotel».
La fragua de Vulcano no solo lleva al lector a sentir esa nostalgia que el autor consigue transmitir con sus palabras, sino que medita, además, sobre otros temas complejos y existencialistas con los que se puede sentir identificado; la intimidad, la pobreza, la sexualidad, la soledad o la hipocresía de ciertos personajes que refleja la doble moralidad en la que podríamos caer irremediablemente, esa búsqueda de la felicidad que nunca alcanzaremos y la culpa que nos persigue por nuestras acciones cometidas.
«Cuántas veces volví después, pasados los años, dispuesto a perdonar aquel desprecio rancio, a intentar romper la muralla con el mazo de las nuevas costumbres, esperando que la tolerancia hubiera llegado a mi casa aunque solo hubiera sido por la televisión. Yo hubiera querido encontrarme con ella. Pero al rechazo lo remplazó la pena, a la pena la vergüenza, a la vergüenza la esperanza del error, y al cabo el pasado se hizo costra».
La excelente pluma de Ignacio Sáinz de Medrano logra que los antihéroes de esta novela traspasen la ficción y se trasladen a una realidad en la que todavía se asienta la dificultad del perdón y de la aceptación, esa añoranza de un tiempo que recordamos mejor y una sensación de bienestar de la que no todos disponen.
La fragua de Vulcano ya está disponible en librerías físicas y online para aquellos versados lectores que busquen una novela que los remueva por dentro y cuya historia se quede con ellos incluso después de cerrar el libro.
Disponible en: Amazon, La Casa del Libro, Proteo Prometeo
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