El diario de Gabriel es el sexto libro de Javier Luis Peral, algo que no está mal para quien se autodefine como una persona propensa a la pereza y a escribir, tan solo, «intermitentemente». Este economista, retornado ahora a su ciudad natal (Madrid), dice haber tenido su primer contacto con la literatura en el colegio, a través de Antonio Buero Vallejo y Miguel Delibes, así que hace gala de sus influencias y continúa añadiendo a su extenso currículum como escritor otro libro en clave filosófica que no tiene desperdicio.
Esta vez se ha decantado por un estilo más peculiar que, sin duda, ha sabido trabajar muy bien: serán las entradas de un diario las que construyan la narración, las cuales estarán a merced de la inspiración y energías de su creador, Gabriel, un perezoso vocacional al que todavía le quedan unas cuantas cosas que encontrar y encajar en su vida.
La historia se sucede a lo largo de cuatro años, nada más y nada menos. Gabriel, como ya hemos dicho, se dedica a la vida «ociosa» debido a una importante herencia que le dejaron sus padres. Las propiedades, por tanto, son lo que le permiten vivir holgadamente sin tener que trabajar, y, según él, son tres las actividades «que ocupan horas y horas de mi tiempo, y de las cuales no me llego a cansar casi nunca: hacer deporte, ver películas y leer libros».
Es en el transcurso de los primeros días de la narración cuando irrumpe de forma fortuita en su vida una nueva vecina: «la (aparentemente) inaccesible Paulina». Así, Gabriel se verá irremediablemente atraído por la reciente inquilina, y las consecuencias de la posterior relación traerán consigo multitud de preguntas y reflexiones que devendrán en un trascendental proceso de cambio en el protagonista.
Estos cambios dejan su estela en la trama de una forma no poco fortuita, pues de ellos se impregnan una a una las entradas del diario de Gabriel. Así, una de las cosas más destacables de la novela se halla en la importancia que se le da no solo a la lectura, sino también al proceso creativo a través de la escritura y lo que de ella se puede extraer. De esta forma comienza el libro («Mi intención es empezar a escribir, pero no sé cómo comenzar y he pensado que quizá sea más sencillo optar por un diario”), y así termina cuando echamos un vistazo a una de las últimas páginas («No sé bien por dónde caminar en el terreno de la literatura, pero tengo claro que quiero permanecer en él, sin duda; sin ningún género de duda»).
Por eso, El diario de Gabriel también trata de un deseo adormecido que busca por todos los medios materializarse: escribir algo propio, original y personal, lo que se enmarca dentro de una cuestión mucho más general: la reflexión sobre la cultura o, más bien, la forma en que esta se está perdiendo. «A veces», dice Javier, «uno tiene la impresión de que ahora la falta de cultura se exhibe como no se había hecho antes. ¿Sustituida?, quizá por las posibilidades de ocio, muy superiores a las que ha habido nunca».
Y para que la trama fluyera y no se produjera ningún tipo de situación forzada, Javier Luis Peral supo introducir de una manera muy sensata al personaje de Julián. Es este un hombre que el propio protagonista no sabe cómo definir, pero que se antoja, sin duda, curioso, reflexivo, juicioso. Es él el desencadenante del contrapunto filosófico de la novela, otra de las huellas inequívocas de la pluma de Javier Luis Peral.
Lo que más nos ha gustado ha sido la profundidad de los temas que trata desde la cotidianeidad. Esto provoca que uno no se canse en ningún momento de la lectura, pues la misma resulta estimulante, trabaja más allá del mero entretenimiento. Asimismo, otras cuestiones que emergen directamente de la propia situación personal de Gabriel consiguen hacerse un gran hueco en la historia y empapan al lector de la cercanía de los distintos dilemas, como el problema de la comunicación y la incapacidad de solventarlo derivada, en muchos casos, de nuestros propios límites y desconocimiento sobre nosotros mismos.
Por todos estos motivos, El diario de Gabriel se enmarca dentro de la tradición de la novela filosófica, la cual el autor conoce muy bien y a la que ha sabido sumarse con estilo. La forma en la que presenta la historia, que resulta atrevida y ha sido abordada con éxito, así como el tono conciliador y reflexivo que define a los capítulos (que en este caso son entradas de un diario) propician un ritmo absorvente del que es difícil escapar. En definitiva, una publicación que invita a saborear la vida desde la ironía, que, según Peral, «es más bien una manifestación de la superación, aunque sea parcial, del dolor».
Disponible en: Casa del libro, Agapea y Amazon
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