En un mundo en donde la superficialidad y los cánones de belleza inundan nuestra vida diaria a través de las redes sociales y los mass media, principalmente, muchas personas se sienten presionadas para agradar a esa sociedad que les imponen un aspecto físico determinado y una forma de pensar concreta.
Abandonar la esencia del «yo» para resultar más atractivo al resto de la gente es un mecanismo de adaptación erróneo que solamente puede llevarnos al autoengaño.
Todas estas reflexiones y vivencias fueron experimentadas por el escritor Alberto Vezendi en su adolescencia, lo que derivó en un trastorno alimentario que duró años y que revive de manera magistral en su libro Artífices del destino (Editorial Vezendi Books).
«Cada hora, cada minuto, cada segundo de mi desdichada vida estaba dominado por el trastorno: nada más importaba ya. La familia, los amigos, el amor, la diversión… e incluso yo mismo: todo estaba subordinado a la enfermedad. Me había convertido en un esclavo de mi propia mente neurótica».
Tras todo ese tiempo de sufrir anorexia y como una purificación interna decidió despojarse de todos sus miedos cuando una mañana regresó a la playa que lo vio crecer para contemplar la inmensidad del mar en medio de la soledad:
«Empecé a experimentar una vez más esa indescriptible sensación de dicha que había desaparecido totalmente de mi vida: era la primera vez en meses, tal vez años, que realmente quería hacer algo para sentirme bien, sin otra finalidad que disfrutar,algo que no nacía de la obediencia ciega a los dictados de mi mente enferma, algo diferente del ayuno y sufrimiento autoinfligidos… algo para ser feliz».
Tal y como dijo Karen Blixen (escritora bajo el seudónimo de Isak Dinesen y autora de Memorias de África): «La cura para todo es siempre agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar». Y así sucedió con aquel chico que había desechado su propia felicidad para poder complacer al resto. Bien a través de su físico, bien a través de su carácter. Algo en su interior cambió para siempre, una fuerza superior a él incontrolable que lo hizo despertar para atrapar su verdadera esencia.
La naturaleza fuerte y decidida que esperaba en el fondo de Alberto Vezendi resurgió aquella mañana en el mar y decidió abandonar por completo el comportamiento destructivo de su mente, pues esta lo controla todo. Y es tan poderosa que es capaz de hacernos ver una «realidad» que ni siquiera existe, de vernos como un monstruo despojado de belleza que solo puede alienarse en la sociedad para pasar desapercibido.
A pesar de las secuelas físicas y emocionales, el autor reunió toda la fuerza de su interior y comenzó a darse cuenta de que la psique es un arma peligrosa si se dispara contra uno mismo, pero a la vez es el principal instrumento que tenemos para hacernos valer y sembrar la autoestima como fuente esencial para llegar a nuestra propia felicidad.
Artífices del destino es una obra de cuidada calidad estética y literaria que nos enseña a cuidar de nosotros mismos a nivel emocional y nos abre, desde una perspectiva real y afín, inmensas ventanas para apreciar el mundo que nos espera ahí fuera y para querernos simplemente por el hecho de que vivimos y de que somos nuestra propia curación, nuestro propio salvoconducto para vivir plenamente.
«Mientras hagamos lo correcto en el presente, y lo disfrutemos a fondo, habremos alcanzado nuestro objetivo de cada día. Y ese día —hoy— es la única realidad que tenemos, ya que el pasado y el futuro sólo existen en nuestra mente, uno en forma de recuerdos, el otro en forma de expectativas. Toda nuestra vida se condensa en un instante eterno llamado “ahora”, y si logramos llenar de alegría cada uno de esos instantes, uno de cada vez, sin preocuparnos por el siguiente, habremos conseguido alcanzar la felicidad, pues ¿qué es la vida sino una sucesión finita de esos momentos presentes?».
Tal y como nos presenta el título de esta maravillosa obra, cada uno de nosotros tiene el poder de ser el creador de su propia vida y de su propia felicidad, ahuyentando todos los pensamientos corrosivos que no hacen otra cosa que responder a un miedo: no ser aceptados.
Alberto Vezendi ha escrito un texto desgarrador y esperanzador a partes iguales que nos enseña que cada uno de nosotros tiene un poder muy valioso que no debemos ignorar: la mente. La cual podemos controlar y dirigir para alcanzar la libertad y, por ende, no encadenarnos a la negatividad que tantas veces puede irrumpir en nuestra cabeza.
El escritor asturiano de origen húngaro nos regala un libro lleno de verdad que no solo nos ayuda a buscar nuestra propia felicidad —o a terminar de autoinfligirnos dolor—, sino que nos muestra la cara más extraordinaria de la vida: nuestra propia existencia.
Os aseguramos que Artífices del destino es uno de esos libros para tener siempre a mano y para tener todos los días presente todo aquello nos revela Alberto Vezendi a través de su esencial lectura.
Disponible en: Amazon
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