El viaje que los inmigrantes deciden emprender en pro de la tierra prometida se bifurca en diversos caminos plagados de piedras y tropiezos. Resulta que no solo encuentran barreras a nivel político, cultural o incluso social, sino también a nivel personal. Hallarse lejos del hogar, sin una mano que se pose en el hombro en señal de consuelo, sin unas palabras que digan “todo va a ir bien”, quizá sea el otro gran peso que cargan a sus espaldas. Por eso, como ayuda ante las dificultades que se encuentran en territorio ajeno, Yosvany R. García Corpas ha querido trasformar sus experiencias en Hola, Daniel… Yo también soy inmigrante.
El nuevo libro publicado por Yosvani R. García Corpas es un compendio de historias y anécdotas que sonarán familiares a todo aquel que algún día fue y se sintió extranjero. El autor nos cuenta cómo tuvo que dejar su Cuba natal para empezar su vida como estudiante universitario en Argentina y, de ahí, dar el salto a Estados Unidos. Pero no lo hace como un superficial repaso por los lugares y momentos relevantes de tal hazaña. En Hola, Daniel… Yo también soy inmigrante, asistimos a una reflexión profunda y pura sobre la guerra diaria en la que los extranjeros luchan por un futuro digno para ellos y sus familias, una vida lejos de la opresión y la pobreza.
El lector descubre en esta obra una especie de biografía de los inmigrantes en calidad de entrevista. El autor juega con el personaje de Daniel, un inmigrante judío que consiguió triunfar lejos de su hogar. A través de las conversaciones con él, se establece un diálogo en el que tienen cabida los sueños, la esperanza y la añoranza, así como la desesperación de aquellos que ven caer al suelo sus ilusiones. El autor busca una mano amiga que le comprenda. Y, en tal labor, conoce a Daniel –personaje protagonista del homónimo libro bíblico–.
Ambos meditan sobre los inmigrantes, los de ayer y los de hoy, y todos los desafíos que deben afrontar. Hablan del rechazo que sufren en el nuevo país, donde los perciben como seres extraños que amenazan con arrebatarle lo que es suyo; conversan sobre una política que, lejos de ayudar, les echa más tierra encima; comentan lo duro que es comenzar en un lugar con un idioma, una comida, una religión y unas costumbres diferentes.
El escritor ve en Daniel a un inmigrante tan incomprendido, extraño y apasionado como él. Como tantos y tantos extranjeros que van en búsqueda de su libertad. Hoy en día se habla de libertad, pero el autor se pregunta si realmente se practica: “pareciera que confundimos la libertad de expresión y la democracia con el hecho de hablar con desenfreno”. La libertad no es posible sin la tolerancia y la aceptación a los extranjeros. Y, en este contexto, Daniel se convierte en un modelo para el autor, alguien que le incita a ser leal a sus principios y sus orígenes cuando el entorno parece devorar hasta el último rincón del hogar, que va siempre en el corazón.
Yosvany R. García Corpas hace sentir partícipe al lector con una naturalidad asombrosa, parece que le contase sus vivencias cara a cara. De este modo, la lectura es fluida y muy entretenida, y denota el don de palabra del autor. Sorprende, además, lo interesantes y atrayentes que resultan los fragmentos de Daniel. A pesar de ser textos antiguos, ayudan a explicar una realidad actual.
En esta obra, se habla sobre la inmigración con suma profundidad. Las partes que tratan de la experiencia personal del autor son de una inmensa ternura. Se nota que esos pasajes le salen del corazón. Son lugares comunes en los que los extranjeros encontrarán un segundo hogar. Aunque su sensibilidad alcanza a todas las personas, inmigrantes o no. Por un lado, porque es una suerte de diario que nos acerca a ellos. Por otro lado, porque todos llevamos una mochila plagada de sueños, de recuerdos y de personas, tanto aquellas a las que hemos tenido que decir adiós como aquellas que caminan a nuestro lado. En Hola, Daniel… Yo también soy inmigrante, se abre una puerta de esperanza que anima a no rendirse, a no dejar de luchar. Y en ese umbral resplandece tal sinceridad que resulta imposible no traspasarlo.
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