Buenos días, Vicente. El motivo de que podamos hablar contigo es tu primera publicación: Casa Trona. Es un placer poder hacerte unas preguntas sobre ella. En general, nos da la sensación de que este libro surge de la necesidad de sacar fuera un cómputo de muchas pequeñas vivencias que has experimentado o te han contado. ¿Cómo fue el proceso de elaboración de la novela? ¿Ha cambiado algo en ti después de haber conseguido darle forma narrativa?
La tentación de escribir estuvo siempre conmigo y de hecho tenía varios cuadernos con apuntes, borradores y notas realizadas durante años. Algunas las he utilizado en Casa Trona. Comencé a escribir en varias ocasiones, pero no conseguía terminar nada y dejaba abandonados los proyectos por falta de tiempo, o al menos esa era la justificación que yo mismo me daba. Al jubilarme, desapareció la justificación. Tenía que terminar algo y afortunadamente lo conseguí.
Efectivamente, la mayor parte de las historias que en la novela se cuentan están basadas en hechos que sucedieron en mi entorno cuando yo era un niño, unas las viví de cerca y otras las oí contar. No he utilizado los nombres reales para tener más libertad creativa y los sucesos están novelados, pero han sido reconocidos por familiares y amigos cuando los han leído.
Todo lo que hacemos a lo largo de la vida de alguna forma nos afecta y escribir durante más de dos años deja huella. En este caso uno de los personajes al que doy vida es mi padre y ha sido muy emocionante crear situaciones en las que le hecho participar usando su forma de actuar según lo recordaba. Mi padre murió cuando yo tenía nueve años en un lamentable accidente en el que yo estaba presente.
El hecho es que he conseguido acabar mi primer libro y una vez vencido el miedo y cogido el gusto a escribir es probable que haga alguna cosa más. Ver publicada la novela es una sensación difícil de describir.
Nos ha llamado la atención, por ejemplo, el negocio de animales desahuciados. ¿Qué necesidades y límites morales tuvo que saltarse la gente para poder mantenerse con vida durante la contienda? ¿Cómo afectan estas circunstancias a los personajes?
No creo que moralmente haya diferencia entre sacrificar un animal joven y sano, como se hace ahora, o viejo, decrepito y enfermo, como se hizo en aquellos años. Lo que destacan esos hechos es que la extrema necesidad que había en la gente en aquellos años dejaba en segundo plano el aspecto y la salubridad de los animales.
Hoy día cuesta trabajo imaginarse la hambruna que padecía la población de Madrid, y esos animales contribuyeron de alguna forma a paliar en parte el problema. Los recuerdo perfectamente cuando caminaban enristrados a punto de caerse, yendo a la estación del tren para encaminarlos al matadero de Madrid.
En las casi cuatrocientas páginas de tu novela, hemos inferido malestar social y personal, pero también valores tan necesarios como la amistad. ¿Consideras que tus personajes no hubiesen sido lo que son sin sus contactos, sus familias, sus amigos? ¿De qué manera crees que estas relaciones personales potencian o merman las capacidades y la personalidad de tus protagonistas?
Indudablemente que la familia y los amigos resolvieron problemas tremendos en un entorno rural en el que casi todos se conocían. En sentido opuesto los rencores y venganzas también aparecieron y causaron muchas desgracias. La guerra sacó a la superficie lo peor y mejor de cada uno; se ve en lo que les sucede a personajes de la familia de los Ronquillo. Sufren por parte de los dos bandos.
Tú mismo nos cuentas que Casa Trona surge de los detalles que recogiste de algunos edificios que viste en tu infancia. ¿Piensas que, además, es también un símbolo de amparo, de abrigo, para los personajes de la novela? ¿Cómo se fue componiendo la imagen de Casa Trona en tu cabeza?
Casa Trona representa la casa familiar manchega de la primera mitad del siglo XX, en la que vivían los abuelos, varios hijos y bastantes nietos. La figura de los abuelos era muy respetada por todos; en este caso es la tía Matilde la que reemplaza a la abuela y gobierna la casa matriarcalmente. Los personajes se apoyan unos en otros y viven muy de cerca todas las penas y alegrías. Viví mi infancia en Manzanares (Ciudad Real) y la casa de mi abuela tenía esas características. Tengo recuerdos de muchas casas vecinales en las que jugábamos de pequeños, con corrales, patios y bodegas similares a las que se detallan en Casa Trona. Utilice recursos de unas y otras según lo necesitaba.
Aunque a lo largo de tu novela los personajes visitan distintos pueblos y ciudades, podríamos decir que el centro de los acontecimientos es Algarrobares. ¿Hasta qué punto es este lugar un esbozo de tu pueblo natal, Manzanares?
Para tener más libertad creativa, no quise utilizar el nombre de los dos pueblos en los que transcurre la acción y me inventé Algarrobares y Olivilla, pero los lugares, edificios y sucesos históricos se dieron en Manzanares y Membrilla. En el primero transcurrió mi infancia y del segundo procede la familia de mis padres.
El léxico rural es otra de las notas que hacen tu novela especial. ¿Siguen empleándose en la Mancha este tipo de localismos o se están perdiendo? En tu opinión, ¿cómo ha cambiado la imagen de esta zona de España con respecto al siglo pasado?
Hace muchos años que ya no vivo allí y creo que ese lenguaje se va perdiendo, aunque todavía existen algunas frases y expresiones en la gente local. La movilidad, las comunicaciones y sobre todo la TV han hecho que el idioma sea prácticamente igual en todos sitios.
Las diferencias tan marcadas que existían en la primera mitad del siglo XX entre una persona de pueblo y otra de la capital han desaparecido. Afortunadamente, el nivel cultural ha mejorado mucho.
Nos llama la atención el aparente contraste con relación a la falta de comunicación y el acceso a la información. En tu opinión, ¿ha cambiado realmente la sociedad en este aspecto o seguimos sometidos a la censura?
En la época en que se desarrolla la novela, los medios de comunicación eran muy limitados y estaban totalmente controlados por la censura. Hoy estamos en el otro extremo, los medios son abundantísimos, nos bombardean a diario y somos nosotros los que tenemos que entresacar las noticias o datos que nos interesan para contrastarlas antes de asumirlas y no caer igualmente en una desinformación.
La historia de Roque Ronquillo y sus más allegados es quizá la de toda la población española que vivió la Guerra Civil, el abuso de poder y las consecuencias bélicas. ¿Crees que fueron tal la angustia y las penurias que se vivieron que mucha gente ha decidido guardarla en su interior para pasar página? ¿Qué recuerdas tú de tu propia experiencia?
La historia la cuentan los vencedores, pero existieron muchos perdedores que también tenían cosas que contar. Durante muchos años solo existió lo que narraban unos, los otros por miedo o recelo tuvieron que ocultarlo y en muchos casos se fueron de este mundo sin “soltar prenda”. Ahora, ya es la tercera generación la que existe. La guerra está muy alejada; es solo historia, pero no conviene olvidarla. Yo no viví la guerra, nací unos años después; pero tengo imágenes muy nítidas de aquella época. Recuerdo las cartillas de racionamiento para comprar el pan, el azúcar, el aceite y algunos productos más; recuerdo a la gente haciendo el saludo fascista en la plaza frente al ayuntamiento cantando el Cara al sol y recuerdo los escondites en mi casa por si había un registro, para tener reservas de comida.
Al hilo de la pregunta anterior, uno de tus personajes, Mariana, y sus hijos vivieron la que hubo de ser la historia de muchas familias y que es enternecedora. ¿Es real o producto de la ficción? ¿De dónde nace?
Me acuerdo muy bien de Mariana. Yo debía de tener unos seis o siete años, su hijo mayor unos cinco y el pequeño, cuatro. Estaban en la posada acogidos, no sé exactamente desde cuándo; habían llegado huyendo de las tropas de Franco desde Bujaralance. La forma en que escaparon de su pueblo fue más o menos según se cuenta, la oí relatar más de una vez. Mariana estuvo trabajando en la posada durante años, pero el resto de lo que le sucede con el suegro es ficción.
Un espacio significativo en esta novela lo tienen personajes femeninos como Matilde o Blasa, a pesar de presentarse en segundo plano. ¿Podrías haber concebido una novela sin estas mujeres? ¿Por qué?
Son fundamentales las dos y muy diferentes. Las dos existieron. Recuerdo sobre todo a Blasa, de recio carácter, muy necesario para gobernar su negocio en la vida real; fue la gobernanta de una posada. Matilde es el alma de Casa Trona, es el gobierno sin imposición, es el cariño maternal sin ser madre, y derrocha afectuosidad con su padre y sus hermanos. Me apoye en un familiar para describir las características de este personaje de rasgos muy marcados. Tía Matilde era imprescindible para aglutinar a todos ante la ausencia de abuela.
Por último, Vicente, ¿hay algo que desees comentar con tus lectores y que no hayamos tratado en la entrevista?
La novela se desarrolla en la tormentosa primera mitad del siglo XX, con sucesos tan graves como la Primera Guerra Mundial, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil y la dictadura de Franco. Todas en segundo plano, pero afectando de alguna manera a la vida del pueblo. Por edad yo no viví directamente los embates de la Guerra Civil, pero sí las importantísimas consecuencias y desgracias que ocasionó. Mi familia sufrió muertes, prisión, miedo, inseguridad y hambre como muchas otras. Quería tratar la vorágine que en mi pueblo se vivió, así como las proezas que mis padres, mis tíos, amigos y familiares tuvieron que realizar para superar el caótico momento que les tocó vivir.
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