Buenos días, Rubén. Es un placer hablar contigo. El motivo de esta entrevista es que acabas de relanzar en un solo tomo tu novela de éxito Cosmódromo, de cara a la publicación de su continuación, Cosmódromo – Elster. ¿Puedes adelantarnos algo de lo que está por acontecer en esta nueva entrega?
Buenos días. El placer es mío. La primera entrega fue un avance de una idea mucho más amplia a la que llevaba tiempo dando vueltas. En esta primera entrega se muestra una visión desde el interior del cosmódromo ruso de Siberia a través de tres cosmonautas que se enfrentan a una situación de extrema tensión y soledad. El final es algo chocante, porque el lector descubre que lo narrado en la novela está dentro de una historia más grande.
Con esta segunda entrega he intentado desvelar esa trama superior. He tardado más de lo previsto en publicarla, porque he incluido las partes 2 y 3 para cerrar la historia y tratar de satisfacer las peticiones de muchos lectores que querían saber más. Esta última entrega combina aventura y ciencia ficción para ofrecer una visión exterior del cosmódromo y de la vida en la naturaleza extrema, donde se enclavan sus mil kilómetros cuadrados en instalaciones. En ella aparece un nuevo personaje, Sergey Leonov, un cazador de la taiga cuya vida acaba entrecruzándose con la de los cosmonautas confinados en el cosmódromo.
Tu novela Cosmódromo recibió infinidad de críticas positivas, al igual que sus predecesoras Luna. Apogeo y Nuevo Mundo; parece que la ciencia ficción es algo que tienes dominado. ¿Qué es aquello que hace especial a este género y por qué crees que es importante cultivarlo?
Creo que la ciencia ficción nos hace dudar. Y la duda, como dijo el escritor argentino Jorge Luis Borges, es uno de los nombres de la inteligencia. Una novela de ciencia ficción bien fundamentada nos lleva a plantearnos preguntas como: ¿serán ciertas las bases científicas sobre las que se apoya? ¿Lo que se narra podría llegar a suceder en un futuro cercano? Estas preguntas, y muchas otras que sin duda surgirán a lo largo de la lectura, nos invitan a investigar para darles respuesta y nos abren el apetito de conocer más sobre los temas que se abordan. En definitiva, nos hace aprender e imaginar.
Tu libro comienza con la inquietante historia de tres cosmonautas que despiertan confusos ante lo que parece una misión fallida o un experimento premeditado. ¿De dónde surge tu pasión por este mundo? ¿Hay en tu escritura más influencias literarias o científicas?
Siempre me ha interesado el programa espacial soviético, pues ellos fueron los auténticos pioneros en la conquista del espacio. La Unión Soviética siempre estuvo a la cabeza de la carrera espacial contra Estados Unidos hasta la llegada tripulada del Apolo XI. Ellos fueron los primeros en poner un satélite en órbita, los primeros en poner un hombre en órbita, los primeros en conseguir que uno de sus cosmonautas diera el primer paseo espacial al salir de la nave… y muchas veces la historia no les reconoce estos méritos. Con esta novela también he querido dejar constancia de ellos y no olvidarlos, como suele hacer la propaganda americana.
En cuanto a las influencias de otros autores, lo he comentado en alguna ocasión. En mi infancia solía leer a escondidas los libros que coleccionaba mi hermano mayor en su biblioteca. No me los dejaba para evitar que los estropease dada mi corta edad. Recuerdo que tenía la colección completa de Asimov, Clarke… Así que yo me crie asomándome a los fantásticos mundos creados por estos autores clásicos que, a día de hoy, siguen siendo mis favoritos. A ellos (y a mi hermano) les debo mi pasión por la ciencia ficción y, sin duda, han influido de una u otra forma en todas mis novelas. Ese hermano mayor al que hago referencia no es otro que Juan Vicente Azorín, coautor de La Torre Tesla, y compañero de fatigas en todas mis novelas, incluida Cosmódromo.
Cosmódromo no es solo una novela de dinámicos acontecimientos, el interior de los personajes es igual de importante o más que la propia acción. De hecho, dibujas con precisión cuestiones universales sobre la naturaleza humana a través de sus actos. ¿Se te antojó difícil elaborar esto? ¿Qué es aquello que más ofrece tu libro? ¿Respuestas o preguntas?
Creo que el interior de los personajes es clave en esta obra. Tanto los cosmonautas como el cazador de la taiga se enfrentan a lo largo de la historia a profundos dilemas interiores. Hay una encarnizada lucha interna ante lo desconocido, ante la soledad, ante su propia condición de ser humano. Mi pretensión es que el lector se enfrente a las mismas preguntas que a ellos les atormentan. Por tanto, la novela ofrece más preguntas que respuestas, pero creo que buceando en estas mismas preguntas el lector acabará encontrando sus propias respuestas. En la tercera parte se ofrece una aventurada explicación de lo que podría ser el origen de la propia raza humana a través de un curioso símil.
Parece que el vasto territorio ruso se presta mucho a la elucubración y al misterio, así podemos corroborarlo también en tu libro, cuya trama se desarrolla en la siempre enigmática y dura taiga Siberiana. ¿De dónde procede esta imaginería? ¿Son este tipo de libros parte de un mito o, por el contrario, piezas de realidad?
El cosmódromo Vostochni existe y sus mil kilómetros cuadrados se enclavan en la dura taiga siberiana. Este colosal proyecto en sí mismo podría parecer más próximo a la ciencia ficción que a la realidad. Los cazadores de la taiga y la tribu ket también existen. Su forma de vida y su delicada y profunda vinculación con la naturaleza, al distar tanto de nuestras costumbres «modernas», pueden parecer irreales, más un cuento que realidad. Por tanto, la misma realidad, en ciertas ocasiones, puede parecernos un misterioso mito.
Si hay algo que destaca en tu novela es la forma en que perfilas la sinrazón y la locura que provoca la soledad, además de la claustrofobia de saberse perdido en mitad de la inmensidad del Universo. ¿Somos demasiado débiles para mantenernos a la altura de estas circunstancias? ¿Dónde radican las debilidades del ser humano?
Creo que el ser humano no está diseñado para estar solo. Llevamos grabado en nuestro ADN la necesidad de agruparnos y afrontar juntos los fugaces años que pasamos en este enigmático mundo en el que despertamos al nacer. Eso no quiere decir que la convivencia sea fácil, todo lo contrario. Dicho esto, opino que de alguna forma, y sin querer hacer spoiler, todos somos uno.
Aunque seguimos empeñados en descubrir qué hay más allá de las estrellas, ¿estamos preparados para enfrentarnos a lo que venga? ¿Cosmódromo – Elster lanzará luz sobre estas incógnitas?
Cosmódromo explora lo que podría ser un primer contacto. Pero lo que me parece más interesante es que al investigar lo que hay más allá de nuestro sistema solar, los personajes acaban descubriéndose a sí mismos y descubriendo la misma esencia de la especie humana.
Pero no todo en Cosmódromo tiene lugar en el espacio exterior. Los tres cosmonautas comparten protagonismo con un elster de la taiga siberiana llamado Sergey. ¿Se te antojó difícil dibujar esta relación entre personajes tan aparentemente distintos?
La novela está llena de contrastes. Lo antiguo y lo nuevo. La tradición y la innovación. La naturaleza y la tecnología. El futuro y el pasado. El yo y el todo.
Sergey es un genuino cazador de la taiga siberiana, una profesión casi extinta, que se ve obligado a trocar el noble arte de la caza por el robo en el cosmódromo para poder sustentar a su familia.
Me parece muy atractiva la idea de que las instalaciones abandonadas del cosmódromo ruso se conviertan en una forma de vida para un grupo muy especial de personas capaz de subsistir en el entorno hostil en el que se encuentran y de esquivar la estrecha vigilancia de sus custodios. Así nacen los llamados elster.
Los acontecimientos llevan al elster Sergey a pasar un duro invierno en la taiga junto a una cosmonauta. Mientras luchan por sobrevivir se van conociendo y acaban por apreciarse. La relación entre ambos es tirante y fascinante a la vez, máxime cuando el cazador deduce que no es solo una cosmonauta la joven que le acompaña.
Asimismo, podríamos decir que en tu novela se enfrentan dos mundos diferentes: uno tribal, el de los ket, que representa la tradición y las raíces con la naturaleza; y el tecnológico, el que deriva de los avances científicos y que parece alejarnos cada vez más de la tierra. ¿Existe verdaderamente una conexión entre ambos? ¿Cómo llegaste a la idea de establecer una relación entre ellos?
Es posible que las tribus milenarias estén más cerca de la verdad que nosotros, entendiendo la verdad como una aproximación a conocer el sentido de nuestra existencia. Su forma de vida no es tan ingenua como nos gusta creer y tengo la impresión de que de alguna forma sus integrantes viven más en sintonía con la naturaleza y con la vida misma. Quizá tengan una vida más corta y más dura, pero también más plena. Si alguna vez nos visitase una inteligencia superior, dudo mucho que nos considerase más evolucionados que ellos. Todo lo contrario.
¿Fue difícil construir el plano psicológico de los personajes? ¿Qué sentimiento dirías que predomina en cada uno de ellos y qué les ofrece a la hora de tomar sus decisiones?
El plano psicológico de los personajes, como he comentado antes, es clave en la novela y construirlo ha sido uno de los mayores retos. Cada personaje es muy diferente y, efectivamente, a la hora de tomar sus decisiones pesa mucho su pasado y el entorno en que se ha criado.
No queremos desvelar nada de la trama, pero sí hacer un pequeño hincapié en una cuestión que nos ha llamado la atención: tu libro está ambientado en un futuro muy próximo, en 2027. ¿Alguna vez has pensado que lo que acontece en tu libro puede estar más cerca de lo que creemos?
Muchas veces olvidamos que el universo, además de ser infinitamente grande, también es infinitamente viejo. Las últimas estimaciones hablan de unos 13.000 millones de años. En ese vasto periodo de tiempo, inabarcable para nuestra mente, pueden haber florecido y perecido un incontable número de civilizaciones. Y no me refiero exclusivamente a planetas más allá de nuestra galaxia o sistema solar. Por ejemplo, algunos de nuestros planetas vecinos podrían haber gozado de condiciones ideales para la vida hace tan solo unos pocos millones de años. Y voy más allá, puede que no hayamos sido la única civilización avanzada en la propia Tierra a lo largo de sus más de 4.500 millones de años. Estoy convencido de que no tardaremos en encontrar algún «fósil», ya sea dentro o fuera de casa, que demuestre la existencia de otras civilizaciones anteriores.
Antes de despedirnos, queremos dejarte un pequeño espacio donde puedas contarle a tus lectores algo que no te hayamos preguntado.
Creo que la entrevista ha sido muy completa y poco más puedo añadir sin desvelar parte del contenido de la obra. Solo comentar que la fecha de 2027 también es clave en mi próxima novela, que espero publicar en los próximos meses.
Disponible en: Amazon
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