Hola, Sergio. Lejos del significado que encierra la frase “Dios ha muerto”, las religiones siguen teniendo una importancia central en las sociedades actuales. ¿Qué va a encontrar quien se adentre en tu nuevo libro, La religión en el mundo contemporáneo?
Sin duda la religión, a partir de la caída del Muro de Berlín, ha tomado una importancia central desde el punto de vista geopolítico, y creo que a partir del atentado del 11 de septiembre la sociedad ha forjado un imaginario social distinto en torno a ella. La posmodernidad o la “era de la Muerte de Dios” al haber contribuido a la caída de los fundamentos cristianos, metafísicos y morales en los que se sostenía el paradigma moderno, ha propiciado el terreno para el resurgimiento de una cosmovisión espiritualista más protagónica, donde los monoteísmos han cobrado una importancia coyuntural. Es decir, hemos vuelto, en algunos sectores, a un pensamiento arcaico. El lector va a encontrar en el libro un análisis de algunos sucesos que presenció el mundo, muchos de ellos trágicos, donde la mentalidad religiosa está presente. El texto es una compilación de ideas basadas en hechos ocurridos en los últimos cinco años y los analizo, no desde esos hechos en sí, sino desde la religiosidad humana. Justamente por ello este ensayo permite no solo vislumbrar una evolución de los acontecimientos mundiales en torno a los paradigmas religiosos, sino que invita a pensar su posible futuro.
La religión en el mundo contemporáneo es un ensayo que trata temas de actualidad desde el prisma de las religiones. ¿A qué tipo de lector va dirigida la obra? ¿Dirías que es una obra de divulgación o para alguien especializado en el tema?
Si bien los temas que trato encierran cierta complejidad —porque el hecho religioso es complejo en sí mismo— es una obra abierta a cualquier persona que se interese por el fenómeno religioso situado en el marco actual y cómo este influye en el mundo. Te aclaro que no es un trabajo divulgativo, pero tampoco es especializado. Solo cuidé que esté bien fundamentado. Cualquier lector interesado en los sucesos internacionales y en el papel de la religión en el mundo actual puede ingresar en ellos sin problema.
Defines tu obra como “pretendidamente neutral” y, a la vez, te describes como ateo. ¿Cómo se concilian ambas cuestiones?
La aclaración de que la obra pretende ser “neutral” es para advertir al lector, especialmente al lector creyente, que no hay una intencionalidad peyorativa en los temas que aborda, sino reflexiva. Precisamente porque no creo en ningún dios cultural (aunque no puedo negar una trascendencia) es que la obra tampoco se sitúa desde ninguna proposición de fe. Es decir, no escribo desde el lugar del creyente en una fe sobre otra; creo que esto le da al libro un aire de cierto intento de pensar desde un espacio distinto, distante y más panorámico. Mi distanciamiento emocional del tema creo que es una cualidad. Por otra parte, posiblemente estarás de acuerdo conmigo en que la neutralidad absoluta no existe; siempre pensamos, hablamos y escribimos desde algún lugar, pero el hecho de que el autor de un tema tan susceptible como el religioso no pertenezca a ningún sector permite un ejercicio de pensamiento más libre.
¿Qué relación existe entre Internet y las religiones?
La Internet es un hecho cultural de una trascendencia inmensa, creo que es tan importante como en el pasado lo fue la invención de la escritura y la imprenta. Ha revolucionado la manera de comunicarnos y de entender el mundo. Históricamente, tanto la invención de la escritura como de la imprenta han influido sobremanera en cómo se construyeron las teologías de los pueblos que afectó. La escritura permitió que existan las religiones con libros (como la Biblia o el Corán) y la imprenta su difusión. Creo que Internet va a afectar la manera no solo de practicar la religión, sino de entender a Dios y la relación del sujeto con él. No olvidemos a los predicadores por la red, los servicios litúrgicos sin moverse de la casa, bendiciones por YouTube, etcétera. Hoy se llama neumonautas a los que buscan experiencias religiosas por la web. Yo he escrito hace un par de años un pequeño libro, El Dios digital, donde comparo la red con una nueva deidad, ya que está en todas partes, todo lo sabe y todo lo puede. La web presenta toda una metafísica. Por lo tanto, puede comparase con las creencias orientales monistas de un absoluto indiferenciado que subyace a las apariencias. El hombre sueña que en breve la tecnología, la inteligencia artificial y los soportes digitales van a poder hacer que exista la vida después de la muerte o una ciber-reencarnación a través de programas donde alojen la “personalidad” de los seres fallecidos. El tiempo dirá si lo logran o no.
Calificas la “nueva edad cibermoderna” como “peligrosa”. ¿A qué te refieres con eso? ¿Qué peligros crees que encierra?
Desde Hiroshima y Nagasaki el hombre tiene el poder de traer el apocalipsis que, en el mito, hasta ese entonces, solo era reservado a los Dioses. Eso creo que es peligroso. Su posibilidad no ha terminado; a pesar de que no estamos en la Guerra Fría, hoy sigue siendo más real que nunca. Por otra parte, para que la humanidad pueda adaptarse a los nuevos paradigmas históricos y construir una sociedad viable para el futuro debe construir también un concepto de sujeto concreto. La posmodernidad ha dejado un sujeto débil. Y sin sujeto no hay historia. El peligro de esta era digital, inmediata e hiperinformada o hiperdesinformada, como se quiera ver, es que el sujeto se ha digitalizado, el sujeto se ha virtualizado y está perdiendo los valores humanos y su contacto con el otro real. El concepto de “ser humano” esta difuminándose. Nuevas corrientes de pensamiento como el transhumanismo, que por otra parte no son tan nuevas, están poniendo en tela de juicio el valor del ser, y dichas ideologías que hablan de la superación del ser humano, en manos equivocadas, como pasó en épocas pasadas con el nazismo, pueden ser catastróficas. Si se pierde el valor de lo humano también tambalean los derechos que se han alcanzado hasta ahora. Estas son algunas de las temáticas en las que profundizo en el libro como posibles causas del resurgimiento y el retorno a una mentalidad que busque satisfacer esas necesidades en lo sagrado.
Uno de los eventos más importantes de la actualidad es el palestino-israelí. En tu nuevo libro, y en otros anteriores, hablas de Israel desde un punto de vista histórico. ¿Crees que la lectura de La religión en el mundo contemporáneo sirve para comprender mejor la dimensión actual del conflicto?
El conflicto palestino-israelí es decididamente político. Hace un siglo y medio no existía. Los árabes y los judíos siempre convivieron en esa misma tierra y en relativa paz. Pero con el papel preponderante que tiene la religión en este tiempo, el conflicto tiene también un alcance y una justificación religiosa. Y toda justificación religiosa es ancestral o se proyecta a los orígenes míticos de los tiempos. Por lo general se ha tratado muy poco la dimensión religiosa de la problemática en Medio Oriente y yo trato de pensarlo desde ese lugar. El tratamiento del mito en un conflicto político siempre es iluminador. En varios ensayos analizo la relación del monoteísmo con la construcción de la violencia y el sentimiento de superioridad, del discurso del “pueblo elegido” sobre los otros pueblos “infieles”. La violencia no es una lógica solo de las religiones monoteístas: si no, pensemos en los conflictos entre India y Pakistán, en la injusticia de las castas, o en los monjes budistas de algunas zonas que con sus atuendos naranjas y en medio de sus rezos y búsquedas iluminativas toman las armas en contra de los otros.
Esta no es la primera obra que publicas. Las religiones son sin duda tu área de especialización y el tema central de tu obra. ¿Existe un hilo conductor entre todas ellas —además de la cuestión espiritual—, un objetivo que persigas en tus escritos?
Es difícil hacer un análisis de la obra propia. Creo que esa es tarea de otros. Me parece que mi visión surge de la contradicción de ser un teólogo sin Dios, sin patria religiosa, pero profundamente interesado en la espiritualidad humana; es más, creo que la espiritualidad bien entendida es atea. La religión es una construcción cultural terrenal, es un lenguaje con cierta estructura, pero que corresponde a una no aceptación del sujeto con respecto a su propia muerte. El hombre inventa la religión y a sus dioses porque no puede acertar su finitud. Mientras no aceptemos que el fin biológico es natural y específico de toda especie viva no nos libraremos de creencias que nos someten al poder de los otros. Si aceptáramos el fin definitivo y sin recobro de nosotros mismos, eso, lejos de ser deprimente, nos otorgaría una conciencia de lo que somos: originales, únicos e irrepetibles. El sujeto original adopta así una importancia y un valor capitales. La vida de uno y la de los otros se transforma en sagrada y en un bien supremo que cuidar. Lo realmente sagrado se encuentra cuando uno se libera de la religión. Esa me parece una buena base para pensar una ética para la época que vivimos.
En tu libro hablas de “superar la religión”. ¿Cómo se consigue esto y qué implicaciones tiene?
Como decía anteriormente, si el hombre aceptara lo que es, un ser finito, superaría la religión y se encontraría a sí mismo. Se haría cargo de su libertad. Dios es una figura que proyectamos al mundo para no asumir nuestra incapacidad de ser libres. Aclaro que superación no es anulación al estilo freudiano o marxista. Lo que se anula no se resuelve, solo se reprime. La represión hace que surja en algún momento un síntoma. Esto en parte explica la enfermedad de nuestro mundo. Lo que se supera es lo que se realiza. Las religiones poseen un lado bueno, animan a una ética, a un comportamiento, nos ponen en contacto con la naturaleza y con cuestiones de importancia vital. Si el sujeto aplicara lo que enseña la letra de la religión, esta no sería necesaria, se superaría al realizarla y se abandonaría dicho sistema con agradecimiento. Existe el cristianismo porque los cristianos no entendieron a Cristo, como existe el budismo por la razón de que los budistas nunca entendieron a Buda. Pero estoy consciente de que esto es una utopía. No soy muy optimista. No creo que este ideal se alcance nunca.
Después de La religión en el mundo contemporáneo, ¿tienes algún nuevo proyecto en mente?
La religión en el mundo contemporáneo surgió casi de manera natural, como una reflexión de una época, y por la lógica de la maduración del tiempo. Por lo general trabajo con varios proyectos al mismo tiempo. Estoy terminando un libro introductorio sobre el fenómeno religioso, hace varios años que trabajo en un proyecto para tratar de explicar la experiencia religiosa global desde la psicología humana —un tomo ya salió y ahora estoy construyendo el segundo—, y acabo de terminar una novela donde abordo estas temáticas desde la ficción. Veremos qué pasa. Como decía Sartre, la literatura es una manera de hacer filosofía, y yo agregaría también que es una buena manera de hacer teología.
¡Muchas gracias por tus respuestas!
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