Buenos días, Lorenzo. Gracias por concedernos esta entrevista para que tus lectores puedan conocerte mejor.
Recientemente has publicado ¡Llévame contigo a Afganistán!, con la editorial Babidi-Bú, un conjunto de relatos en clave de humor a cada cual más extravagante. ¿Qué se siente al ver en el mercado editorial un libro tuyo?
Pánico.
Precisamente, ¡Llévame contigo a Afganistán! se puede encontrar tanto en libro electrónico como en formato papel. ¿Qué ventajas y desventajas crees que poseen cada uno de estos soportes para el público?
Da igual el formato. Lo importante es el contenido del libro.
Cuando leemos el título del libro, que es más bien un ruego o una imploración, uno se plantea si Afganistán sería un destino demandado tan a la ligera. Sin desvelar nada a los lectores, ¿por qué elegiste precisamente ese relato para titular el libro?
En cierto modo la respuesta está en parte implícita en la pregunta. Elegí ese título precisamente por la incoherencia y/o lo absurdo que resulta que alguien suplique ir a Afganistán, que, como todos sabemos, es un país que está considerado extremadamente peligroso. Ese grito es lo que, al menos a mí como lector, me llama la atención y despierta el interés por saber el motivo para que alguien pida que le lleven a Afganistán.
Una de las premisas a la hora de elegir el título de un libro, es despertar la curiosidad del lector y que, de esa forma, entre tantos y tantos otros, lo elija al menos para echarle un vistazo y decidir si lo compra o no.
Tenemos en mente siempre la imagen del escritor como una persona anacoreta, que sacrifica mucho de su tiempo para concebir su libro. ¿Cuál es tu proceso de escritura? ¿Crees que es bueno interiorizar un hábito diario?
En lo que se refiere a la segunda pregunta, mi respuesta es un no rotundo (o casi). Uno debe, o debería, escribir cuando tiene algo que contar. Y entonces, sí. En ese momento es cuando hay que entregarse en cuerpo y alma para culminar, en un proceso muchas veces largo, la historia que uno quiere plasmar en letra impresa.
Y con eso, creo que contesté la primera pregunta.
En cada uno de tus escritos se desvelan contextos disparatados que sorprenden al lector con momentos surrealistas que recuerdan muchas veces a esas escenas de los Monty Python en las que todo parece ir bien hasta que algo se tuerce de la forma más impensable. ¿Crees que, además del humor, existe algún tipo de nexo de unión entre tus relatos?
Dudo mucho que mis relatos recuerden a Monty Python (ni tan siquiera vagamente), porque apenas les he prestado atención y lo poco que he visto de ellos no es el humor que a mí me gusta. Si en mis relatos hay momentos absurdos (no me gusta el término «disparatado», porque tiene una connotación de exagerado y no van por ahí los tiros en mi caso), están insertados de una forma que en ningún momento se me vaya de las manos.
Y en cuanto a la pregunta en sí, el humor es solo un ingrediente. Por poner el ejemplo de una tarta, el humor sería el azúcar, pero sin olvidar otros muchos ingredientes, que hay que saber dosificar y aportan lo necesario para dar forma al conjunto, y poder saborear la tarta sin que llegue a resultar empalagosa.
En resumen: el nexo de unión sería la suma de ingredientes.
En relación con la pregunta anterior, ¿cómo definirías tu tipo de humor? ¿Sarcástico, sutil, surrealista, etc.?
Insisto en que en mis relatos el humor es solo un ingrediente. No me interesa definir ese ingrediente, porque las historias que cuento tienen otros muchos, que, como ya he dicho en la pregunta anterior, dan forma a la tarta. Por consiguiente, lo que habría que definir es la tarta. (No sé si me explico).
😀
Con la lectura de tu libro hemos notado que tu escritura es directa y concisa, de lectura rápida y entretenida. Características que ligan muy bien con el relato corto. ¿Te has planteado escribir una novela?
No.
En la historia de la literatura, son muy pocos los que se han atrevido con el género humorístico como Eduardo Mendoza, Gerard Durrell o Tom Sharpe. ¿Has tenido algún tipo de referente para escribir ¡Llévame contigo a Afganistán!?
Contestar a esta pregunta requeriría demasiado tiempo. Entre otras cosas porque la lista de «influencias» es interminable. Pero por intentar resumirlo un poco, yo diría que mis referencias están más en el cine que en la literatura. Lubitsch, Wilder, Tati, Berlanga, Keaton… son solo algunos de los muchos directores que han moldeado mi sentido del humor, y por lo tanto están presentes, en mayor o menor grado, en mis historias, que (perdón por volver a repetir) tienen como ingrediente el humor, pero en ellas hay otros muchos que hacen atractiva, o al menos interesante, su lectura.
En cada una de tus historias, se muestran escenas cotidianas en las que muchos de nosotros nos vemos reflejados. ¿Es esta tu manera de decirnos que hay que tomarse la vida menos en serio?
Bueno… Las escenas cotidianas en mis relatos (en algunos) no tienen que ser necesariamente el reflejo de nadie. Evidentemente, no escribo ciencia ficción como Star Wars, o historias disparatadas (estas sí) como las de Indiana Jones, pero siempre intento dar un toque absurdo y sorprendente que se aleje de la realidad en momentos muy concretos, y sobre todo contar una historia y no solo hacer «la gracia» (para mayor aclaración, ver la respuesta a la última pregunta de la entrevista).
Sirva como ejemplo el relato Cualquier día en cualquier árbol. ¿Refleja una escena cotidiana? Sí y no. Pero, a pesar de la ambigüedad en la respuesta, lo que importa en definitiva es que uno puede llegar a «imaginar» una historia como la que cuento en ese relato porque, aun no siendo del todo una escena cotidiana, bien podría producirse cualquier día en cualquier árbol. Por eso digo que, aunque algunas historias sí pueden llegar a reflejar escenas cotidianas, siempre procuro dar un toque absurdo que los aleje precisamente de eso, sin llegar, como ya comenté antes, a la exageración. Porque de lo contrario caeríamos en el disparate.
Leyendo la prensa, muchas veces nos encontramos con titulares como este: “La policía intenta detener a Joaquín Reyes caracterizado como Puigdemont”. ¿Crees que la realidad supera a la ficción? ¿Son este tipo de situaciones una fuente inagotable de inspiración para tus historias?
No. En lo que a mí se refiere mi respuesta es un no rotundo.
Lo peor que se puede hacer a la hora de escribir es reflejar la realidad. Porque de ser así, ¿qué merito tiene? Lo verdaderamente meritorio es idear una situación, crear una historia, unos personajes, darles vida y contar algo que despierte el interés en un hipotético lector.
Pondré tan solo un ejemplo, más que nada por no alargar la respuesta. ¿Uno se imagina que Kafka pudo inspirarse a la hora de escribir La metamorfosis en el titular de algún periódico? Yo, desde luego, ni he utilizado ni utilizaré nunca la realidad para escribir una historia. El escritor está obligado a crearlas, no a copiarlas de la realidad. Y con eso queda contestada la primera pregunta: No. La realidad nunca supera la ficción. Es la vida la que imita al arte. O como diría Woody Allen, a la mala televisión.
De una manera u otra, cada relato presenta una constante en tus personajes, que sucumben al mantra de la comicidad. ¿Cuánto hay de ti en ellos?
Nada.
Lorenzo, hemos llegado al final de esta entrevista y nos gustaría dejarte un breve espacio para que compartas con tus lectores aquello que se nos haya podido quedar en el tintero. Te agradecemos también tu disposición y tu tiempo. Ha sido un placer.
Me gustaría terminar con la respuesta que dio Julio Cortázar en una entrevista, y que refleja muy bien lo que yo he intentado con mi libro.
«Tengo un poco la impresión de que en España abunda mucho el chiste, la comicidad, el cachondeo (que es una palabra que ustedes usan y nosotros no). Todo eso existe y existe en grandes dosis. Lo que me parece que existe menos es lo que yo llamo el humor, es decir, esa forma de mirar las cosas serias quitándoles toda la prosopopeya, la retórica y el engolamiento; mirar las cosas como las miran los personajes de las novelas de Dickens, los cuales aluden a aspectos muy ciertos y verdaderos pero lo hacen a través de una broma o de un sobreentendido, eso que se llama humor y que he tratado de ejercer yo también en algunos de mis libros».
Disponible en: Mirahadas, Casa del Libro, FNAC, El Corte Inglés, Carrefour, Bibabuk, Central Librera, Librerías Picasso yLibrería Agapea,
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