Buenos días, Juan Ángel. Acabas de publicar tu segundo libro, El fuego griego, una fantástica novela histórica narrada en cuatro actos que vincula distintos momentos de la historia de Madrid y que narra el deseo de distintos personajes de descubrir el secreto de tan misterioso fuego. ¿Por qué decidiste situarla en esta ciudad?
«Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son», en una pared de la plaza de Puerta Cerrada se puede leer esto, en una gran pintura mural. Por otro lado, el significado de la palabra «Matritum» es «madre de las aguas». Todavía más, la ciudad asentó su fundación sobre dos colinas, en medio de las cuales circulaba un arroyo que brotaba de las entrañas de aquel solar primitivo.
El título del libro, El fuego griego, «un fuego que no quema y que el agua no apaga, más al contrario, lo aviva» hace referencia al «fuego acuoso» y al «agua ígnea», dos conceptos antitéticos. He aquí la gran carga simbólica que encierra el libro y el lugar donde se desarrolla. El significado de todo ello es algo que el lector debe tratar de desentrañar a lo largo de la lectura. A mí me pareció el sitio perfecto para desarrollar la historia y todo ello con un cierto halo mágico. Llevo muchos años viviendo en Madrid y me reconozco en cada rincón donde se desarrolla la trama. Quise trasladar esa sensación al lector.
¿Qué relación tienes con el mundo clásico y por qué decidiste que el fuego griego fuera el conector de los distintos capítulos del libro?
Ninguna en concreto, pero citaré algunos detalles curiosos. El primer viaje en plan turístico que yo hice, cuando tuve suficiente dinero para ello, fue a Grecia. Yo estudié griego (junto con el latín) en el instituto y, aunque soy de tierra adentro, siento una extraña fascinación por el mar Mediterráneo.
Me parece que lo que nació y se gestó en sus riberas fue de una trascendencia determinante para la historia de la humanidad. Las bases de una civilización y de una religión que condicionó el devenir histórico posterior vieron allí su primera luz. No diré más detalles, prefiero que el lector adivine ese pálpito sutil en cada página de la obra.
En la novela hay una inmensidad de personajes, de todo tipo, pertenecientes a distintas clases sociales y de distintas épocas, los cuales resultan tremendamente creíbles. ¿Te resultó difícil construirlos?
Casi se trata de cuatro relatos con un hilo conductor, como dijiste antes, y cada uno de ellos con un retablo de personajes. Claro que es trabajoso describir tantos personajes, pero estos son básicos para que el relato tenga fuerza.
He puesto especial empeño en describir el periplo anterior, de los más importantes, antes de irrumpir en la trama como resultado de esa evolución. Personajes y trama se retroalimentan, los primeros se basan en lo segundo y esto último cobra verosimilitud a través de los primeros.
También aparecen numerosos personajes históricos que tienen su propia voz. ¿Cuánto tiempo te llevó investigar sobre ellos? ¿Por qué decidiste que aparecieran y se relacionaran con los protagonistas personas reconocibles de la historia?
Debo decir que no se trata de una novela histórica, ni lo he pretendido en ningún momento. Aparecen varios personajes en primera persona (Napoleón, la princesa de Éboli, Juan Escobedo, Antonio Pérez, los generales franceses Murat y Dupont), pero el posible relato histórico está totalmente subordinado a la ficción y me gusta especialmente que todos ellos, los reales y los ficticios, interaccionen entre ellos; eso forma parte de la libertad creativa.
Y respecto a la trama y el devenir de la misma, ¿cuál te costó elaborar más? ¿La que acontece en 879, en el siglo XII, en 1808 o en la actualidad?
Pues, paradójicamente, aquel que no refleja ningún hecho histórico, o sea, el último, donde se produce el desenlace. Siempre tuve la duda si el mismo era una continuación y una secuencia lógica de los anteriores, precisamente por lo que digo al principio. Luego está el desenlace, por mucho que te hayas esmerado en él, siempre te queda la sensación de que podría haberlo mejorado.
¿Y por qué decidiste escribir sobre esos periodos y no otros?
Quise reflejar, más o menos, los primeros tiempos de la ciudad, el tiempo posterior a la batalla de Alarcos, cuando fácilmente pudo haber caído de nuevo en manos musulmanas, y los trágicos sucesos del dos de mayo, los cuales supusieron una enorme conmoción que se extendió a toda España.
Hay otros, como los relacionados con la breve ocupación «austracista» de la guerra de sucesión, o los de los dos motines históricos, el de Esquilache y el de Aranjuez. Quise también describir cómo era la vida en aquellas épocas ya remotas.
Todos hemos soñado con cómo serían las cosas en otro momento de la historia. ¿A ti te gustaría vivir de primera mano determinados acontecimientos del pasado?
Sin duda alguna, el dos de mayo de 1808, por lo trágico y dramático del suceso y por la transcendencia que tuvo en el devenir de todo el siglo XIX.
En tu primera publicación, Sombras tras la niebla, la acción también se lleva a cabo en una de las partes más antiguas de Madrid, La Latina. ¿Qué opinas de la ciudad y cómo es que te inspira tanto para escribir?
Me inspira, y mucho. Yo estudié en el instituto San Isidro y viví bastantes años en el cercano Paseo de Extremadura. Siempre he sentido que pertenecía a ese barrio; cuando transito por sus calles me siento como en casa. En cuanto al primer relato publicado, fue más el resultado de una apuesta y una petición de alguien conocido.
¿Qué le dirías a tus lectores que van a encontrar en esta novela?
Bueno, habrá gente que se quede en la trama histórica y le guste la capacidad evocadora de los sucesos que ahí se narran y habrá otros que se fijen más en el relato costumbrista. Pero el libro trata de un gran relato alegórico y, como tal, lleno de símbolos y de cosas que hay que saber interpretar.
Que traten de averiguar cuál es el significado verdadero de El fuego griego, del mensaje que se halla medio oculto en cada una de sus palabras, un magma de carácter mitológico que tuvo su alba en tiempos pretéritos pero tuvo la suficiente fuerza para cruzar los siglos y formar un «corpus» compuesto de mitos, leyendas y tradiciones ancestrales, pero que no es otra cosa que la llama espiritual que habita en un lugar, a veces demasiado recóndito, del alma humana.
En la medida en que el lector, al final, halle más preguntas que respuestas, se habrá cumplido la razón de este libro.
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