¡Bienvenido a Tregolam, José Luis! Muchas gracias por atendernos. Estamos deseando hablar contigo sobre tu nueva novela Piedrecitas entre la hierba (editorial Tregolam). En ella, el licenciado Alejandro de la Cruz viajará por orden de las autoridades de La Habana a Piedrecitas para investigar a Marcelo Cervantes. En plena pesquisa, el turbio pasado de este veterano del Ejército Libertador de Cuba regresará al pueblo poniendo en peligro a sus seres queridos.
La historia de Marcelo Cervantes es cautivadora. ¿Cómo surgió la escritura de Piedrecitas entre la hierba?
En el mes de febrero del año 2014 se celebraba el quingentésimo aniversario de la fundación de la antigua villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy la ciudad Camagüey. Cualquier lugar con medio milenio de existencia tiene un rico patrimonio acumulado en su larga historia. Todos conocen las contribuciones más importantes de Camagüey y sus personajes ilustres a través de la historia. Pero se conoce muy poco sobre los pueblos pequeños y de la vida de sus habitantes. Cada pueblo tiene su historia, sus valores patrimoniales, sus héroes y sus villanos. Piedrecitas fue uno de esos pueblos que se desarrolló de manera importante en la provincia —con el antiguo Central Camagüey y su estación de ferrocarril, que fueron fundados durante las dos primeras décadas del siglo XX. El pueblo continuó creciendo hasta que en el año 1932 un fuerte huracán destruyó el Central Camagüey —la fuente principal de su economía— y también una vieja ceiba, un árbol sagrado que sus habitantes consideraban el alma del pueblo. Esos acontecimientos me alentaron a investigar sobre los pueblos de Camagüey aledaños al ferrocarril nacional.
Marcelo Cervantes es uno de los muchos forasteros que llegaron a Piedrecitas cuando el pueblo estaba en pleno auge industrial.
La obra tiene una fuerte base política. ¿Te resultó complejo introducir hechos de 1913 y anteriores años en la trama? ¿De dónde proviene tu fascinación por esta ciencia?
Desde niño he sido amante de la historia. Me fascina especialmente el estudio de la historia de los primeros tiempos de las civilizaciones, las ciudades y las naciones. Esos años formativos y los traumas que padecieron nos enseñan mucho y nos permiten comprender mejor los problemas del presente y las mejores opciones para solucionarlos.
La novela se desarrolla durante las primeras décadas de la República de Cuba. Después de que Cuba obtuviera su independencia en el año 1900, España no estaba interesada para nada en la transferencia ordenada del poder. No solo se les prohibió a los cubanos la participación en las negociaciones para esta transferencia, sino que los españoles continuaron ocupando muchas de las funciones gubernamentales y administrativas claves en Cuba. Para la mayoría de los cubanos nada parecía haber cambiado. Luego Estados Unidos ocupó la isla durante nueve años. El período que siguió a la transferencia estadounidense del poder al gobierno cubano recién elegido se vio empañado por amargas confrontaciones entre las nuevas clases políticas, conflictos raciales violentos, pobreza abyecta y bandolerismo rural. La lucha continua había hecho aparentemente imposible que el nuevo gobierno estableciera instituciones efectivas para gobernar.
Entre las dos ciudades dominantes de Cuba, La Habana y Santiago de Cuba, las maltratadas provincias, habían sido casi destruidas durante treinta años de guerra contra la dominación española. En el vacío de poder que siguió, estas áreas mayormente rurales, fueron gobernadas esencialmente por bandoleros conocidos por su audacia y crueldad. Los campesinos, también conocidos como guajiros, en su mayoría cumplían con los bandoleros a cambio de su protección o que les dejaran en paz.
La historia se ambienta en Piedrecitas, un pequeño pueblo de la provincia de Camagüey. ¿Por qué decidiste establecer allí la obra? ¿Fue difícil recrear la esencia del lugar a principios del siglo XX?
El concepto de esta novela germinó a mediados de la década de 1970 cuando estuve internado en una escuela en el pueblo de Piedrecitas. Allí se encuentran las ruinas del antiguo Central Camagüey, casi cubierto por la vegetación que había crecido en su alrededor, pero aun visible por su imponente tamaño. También estaba la estación del ferrocarril, construida en 1917 y que aún funcionaba. En las afueras del pueblo, en un extremo hay una pequeña elevación —loma Pineda— y un pequeño río —los Güiros—. Siempre me provocaba una mala sensación cada vez que lo cruzaba sobre su puente de madera. Cada viernes antes de ir a mi casa me gustaba visitar las ruinas y hacia películas dentro de mi cabeza. Como, por ejemplo, cómo los bandoleros cruzaban el río y entraban al pueblo galopando y haciendo ruido. En aquellos tiempos imaginaba que habían sido ellos quienes habían destruido el central.
Me gustaba escribir poemas desde pequeño y en mi casa había una máquina de escribir Royal, a la que llamaba Clotilde. Un fin de semana, Clotilde y yo nos pusimos manos a la obra y escribimos un poema titulado «El secuestro de Arístides», que es una parte clave de esta novela. Mis padres y mi abuelo fueron mis primeros lectores, y unas amistades lo llevaron a la oficina municipal de cultura. Sin embargo, el poema no resultó ser del agrado de los responsables de esa oficina. El problema principal era que el bandolero tenía barba, y los oficiales sentenciaron que los bandoleros no podían ser barbudos. Y en esa estábamos cuando el capo grande de la cultura en la provincia citó a mis padres a una reunión para decirles que tenían que llevarme a un médico para que me examinara la cabeza. También advirtió que no podía continuar escribiendo y que si lo hacía me confiscarían la máquina de escribir. Y allí concluyeron mis aventuras literarias. No podía escribir, pero si podía continuar soñando despierto.
En la historia se está construyendo un central azucarero en el pueblo. ¿Cómo crees que afecta esta industrialización a la población? ¿Es positivo esta semejanza con la capital o se pierden los valores de la zona?
La construcción del central azucarero fue algo transformador para el pueblo. Durante el periodo de construcción fue la fuente principal de trabajo y una fuerza propulsora de grandes cambios sociales. Los obreros de la construcción, los gerentes y sus familias, las visitas constantes, los curiosos que se acercaban, todo eso generó cambios profundos en el pequeño pueblo de Piedrecitas. Estos tuvieron efectos positivos para el crecimiento y progreso del pueblo con la construcción de nuevas viviendas, comercio y lugares para la diversión. Pero también atrajo un flujo constante de personas extrañas en busca de trabajo, vivienda y otros trabajadores temporales que no formaban parte del pueblo, pero que residían allí también. Esas condiciones, inevitablemente, crean conflictos y tensiones entre los diferentes grupos. Los personajes del padre Benito, el párroco local, y Vanesa de los Cardos, la mariposa de la noche, simbolizan uno de estos conflictos de valores en el pueblo.
Alejandro y Marcelo revolucionan el pueblo a su llegada, aunque de manera muy distinta. ¿Qué diferencias y semejanzas existen entre ambos?
Alejandro y Marcelo —dos forasteros en Piedrecitas— son dos cubanos de diferentes clases sociales y condiciones económicas que enfrentan un revés aparentemente devastador tras otro con valentía y resistencia. El drama ilumina poderosamente uno de los puntos claves de la historia de Cuba: la desunión del pueblo y de las familias cubanas.
Alejandro de la Cruz es un destacado abogado en La Habana, educado en la Universidad de Cornell, donde fue compañero de clase del presidente cubano Mario García Menocal. Representa a los cubanos que tuvieron que exiliarse en 1878 y se radicaron y educaron en Estados Unidos y que regresaron a Cuba después de la independencia de España. Al no poder obtener un nombramiento ministerial en el gabinete del presidente, las autoridades de La Habana le asignan una investigación confidencial en el pueblo Piedrecitas.
Marcelo Cervantes es un veterano del ejército libertador cubano, ahora carnicero en Piedrecitas. Representa a los cubanos que se quedaron en Cuba, lucharon en las guerras de independencia y a los que prometieron una vida mejor en la Cuba independiente. Como tantos otros después de la independencia, descubrió que ya no podía mantener a su familia en el pueblo pesquero de Isabela de Sagua y es forzado a trasladarse con su familia a la región oriental del país en busca de una vida mejor. A pesar de sus esfuerzos, su situación tampoco mejora. Se tropieza con bandoleros peligrosos y se ve obligado a huir de oriente para salvar su vida y la de su familia. Perseguido por ellos, llega malherido una noche lluviosa a Piedrecitas, un pequeño pueblo rural de la provincia de Camagüey.
Esta novela tiene multitud de personajes muy bien construidos. De todos ellos, ¿cuál te costó más perfilar? ¿Y quién tiene una mayor evolución?
El personaje de Marcelo fue el más complejo de perfilar. Marcelo es un hombre con valores humanos y buenas intenciones al que le han tocado las pruebas más difíciles de la vida. Tiene una gran capacidad de adaptación y resiliencia que mantienen la integridad del personaje. Al mismo tiempo, tiene que enfrentar y superar situaciones brutales, cuya enormidad pondrá en juicio una y otra vez su integridad y su moral. Los hombres como Marcelo están hechos en otra escala, con una capacidad extraordinaria para llevar sobre sus hombros el enorme peso de la carga de los problemas.
El personaje que mayor evolución tiene es el de Alejandro. Este hombre refinado, que se parecía más a un lord inglés que a un cubano, recorre grandes partes de la isla de Cuba como parte de su investigación. Vive en carne propia los desafíos que día a día los cubanos comunes deben sobrellevar. Al principio estas condiciones no son de su agrado y le disgustan. Con el tiempo aprendemos que tiene una capacidad de adaptación extraordinaria.
La justicia es probablemente el eje principal. ¿Consideras que el amor es el desencadenante de todo el odio y la violencia? ¿Cómo repercute en los habitantes de Piedrecitas?
En el drama de Piedrecitas entre la hierba, el amor triunfa sobre el odio. Es un duro y largo camino para los protagonistas. Sin embargo, el país todavía se convulsionaba, víctima de la guerra y los conflictos entre los cubanos. El malvado de Telesforo, que representa los últimos vestigios de la dominación y el desprecio que la clase dominante española desplazada tenía hacia los cubanos, llega a su fin de forma brutal y dramática. Pero en ese mismo acto se rescatan también dos muchachos procedentes de las Islas Canarias, dos españoles. Esta representación simboliza una transición importante, aunque poética, del sentir del pueblo cubano: la guerra había sido contra la dominación del gobierno de España y no contra los españoles.
La relación de Alejandro con Arístides, el hijo de Marcelo, es bastante interesante. ¿Por qué crees que se desencadena esa fascinación por el otro en ambos?
Arístides, el hijo mulato de Marcelo y su esposa negra, representa a la nueva nación cubana y a la juventud ávida de construir la nueva patria. Joven, guapo, lleno de energía y esperanzas, no solo soporta la incertidumbre y la escasez en el hogar de sus padres, sino que también es sometido a los más brutales abusos y violencia física por parte de malas personas. Alejandro, que es un hombre culto, reconoce su brillantez y su resiliencia frente a la adversidad. Lo ve como el hijo varón que nunca tuvo y quiere hacer con Arístides lo que imagina que habría hecho si hubiera tenido un hijo.
En tu libro también tratas el tema de la medicina. De hecho, hay una gran dicotomía entre la medicina tradicional, reflejada en el médico Mateo, y entre la santería, representada por Rosita, la mujer de Marcelo. Como trabajador de salud pública a nivel internacional, ¿qué opinión te merece este asunto?
Mateo, vástago de una rica familia cubana y médico formado en Estados Unidos, ejerce como tal para la empresa que está construyendo el central azucarero. Durante un ataque de artillería durante la guerra de independencia, resultó gravemente herido y perdió una pierna, un ojo y tres dedos. Desde entonces lleva un parche negro sobre el ojo que le falta que, junto con una prótesis de madera en la pierna, le da el aspecto de un bucanero. Su condición física también representa el hándicap de la ciencia en un país donde la mayoría de la población es analfabeta, supersticiosa y no cree en la medicina para curar enfermedades.
Aunque se ha avanzado mucho, todavía existe gran desconfianza en algunos aspectos de la medicina, como hemos visto con la polémica creada en algunos países sobre la vacuna del COVID-19 y otras. En muchos todavía hay grandes segmentos de la población que todavía desconfían de la medicina tradicional. Es por eso por lo que es muy importante el trabajo comunitario de la salud y tener el apoyo de los líderes de las comunidades para proveer de educación y ganarse la confianza de la población en la salud pública y la medicina tradicional.
Esta novela ha sido todo un descubrimiento. ¿Qué crees que les gustará más a los lectores?
A través de la perspectiva de don Gumersindo, obtenemos una nueva visión de la vida cotidiana, los sentimientos y los sueños de las personas en un pequeño pueblo de Camagüey, la provincia menos poblada de Cuba, que enfrentan un revés aparentemente devastador tras otro valientemente.
Después de esta obra estamos deseando leer más. Cuéntanos, ¿estás trabajando en algún proyecto nuevo?
Sí, estoy terminando una novela titulada Encontrando la libertad que espero publicar en junio del 2023. La novela, basada en una colección de poemas que escribí, sigue la historia de Luis, un adolescente recién llegado de Cuba a Estados Unidos durante 1980-1982. El joven enfrenta los desafíos diarios que surgen al asistir a una escuela secundaria en un barrio infestado de drogas, pandillas y violencia. El acoso diario, la humillación y las amenazas violentas no impiden que Luis tenga éxito. Pasar el día de manera segura es la primera prioridad, mientras que la educación es la segunda. Aunque enfrenta estos problemas, está decidido a terminar su tiempo en la escuela secundaria y superarse a sí mismo en el camino.
A medida que pasa el tiempo, Luis acumula un grupo de amigos inverosímiles: la estrella del baloncesto y el chico dorado, Alejandro; el líder de una pandilla, Rafael, y su compañero de clase, Héctor. Los cuatro juntos navegan por los peligros de la escuela formando un club de actividades políticas como un refugio seguro para los estudiantes y aprendiendo mucho sobre ellos mismos y sobre los demás mientras tanto.
Antes de terminar, ¿te gustaría compartir algo con los lectores?
Agradezco mucho que hayan escogido mi libro y deseo que disfruten la lectura. Les aseguro que conocerán personajes inolvidables y se embarcarán en una aventura a través de la campiña cubana de principios del siglo XX.
¡Ha sido un placer, José Luis! Te deseamos todo el éxito con esta increíble novela. Piedrecitas entre la hierba ya está disponible en librerías.
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