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Entrevista a Javier Valera, autor de «La Mirada Intierna»

¡Hola, Javier! Bienvenido a Tregolam. Es un placer charlar contigo. Hace poco se ha publicado tu primer libro, La Mirada Intierna (editorial Tregolam).

En esta obra nos planteas una manera diferente y personal de interpretar la relación existente entre cuerpo, mente y emociones y poder promover la acción necesaria para encontrar un equilibrio global.

Javier, nos encantaría comenzar conociendo el corazón de tu proyecto. ¿Qué te impulsó a escribir La Mirada Intierna?

Como bien dices, fue un impulso. Sentí la necesidad de compartir mi manera de entender la unión existente entre el cuerpo, las emociones y la mente. Siempre he querido hacer ver que dicha relación esta descrita por la ciencia, que no son meras opiniones o teorías sin ningún tipo de apoyo científico. Mi intención ha sido exponerlo de forma sencilla. Además, hay otro punto que me impulsó a escribir: quería romper con la idea de que hacer más y más cosas nos alejará del sufrimiento o nos acercará a un estado saludable. Incluso me atrevo a decir que siento cierto enojo porque se nos moldea para encubrir, intentar no sentir y, sobre todo, no expresar algunas emociones ante la sociedad. Y sí, en cambio se nos enseña a machacarnos con un control exhaustivo de la alimentación o el ejercicio físico, como si fueran los únicos puntos importantes para la salud.

 

¿Y cómo conecta esto con tu trayectoria personal y profesional?

La conexión, para mí, es obvia. Empecé a escribir y organizar los datos y el trabajo, que ya habían empezado a acumularse, cuando estuve preparado. Con esto quiero decir que llevaba años con la idea en la cabeza (y el corazón), pero fue cogiendo forma a través de mi trayectoria personal.

Comencé a escribir, buscar y organizar la literatura científica cuando estuve dispuesto. Pero no me refiero a cuando determiné que ya tenía el conocimiento que se necesitaba, sino a cuando, por fin, atravesé una encrucijada personal que me estaba lastrando. En ese momento decidí encarar ciertas creencias que me impedían exponerme al gran público, como el miedo a afrontar posibles críticas o comentarios (y quizás alguna alabanza, cosa que también hay que saber encajar). De este modo, asumí que, además de seguir intentando ayudar con este planteamiento de forma individual a cada paciente, debía intentar llegar a más personas. Y que, quizás, mi libro ayudaría en esto. A nivel profesional, se generó también un profundo cambio en el modo de enfocar al paciente.

A nivel personal, cuando decidí escribir el libro, mis miedos se transformaron en ilusión. Ilusión por poder ayudar a otros, por exponer una versión que siento que debería ser conocida.

 

Tu libro introduce una manera de interpretar la relación entre el cuerpo y la mente desde una visión personal. ¿Podrías explicar qué significa el título?

Por supuesto. La mirada «intierna» hace alusión a mirarse uno mismo con la intención de cuidarse y de transmitirse cariño. Es un juego de palabras en el que relaciono la acción de mirar nuestro estado interno con hacerlo desde la ternura. De esta manera, las palabras interna y tierna se funden en una nueva palabra: «intierna».

 

¿Cómo puede transformar esta mirada «intierna» nuestras vidas?

Es algo complejo a la par de ridículamente sencillo. Mirarte sin prejuicios, solo tratando de escucharte desde el cariño, genera una consciencia de ti mismo, lo que es esencialmente calmante. Desde aquí, la toma de decisiones se vuelve más libre y las acciones, menos estresantes. Todo ello te acerca a una situación más tranquila, que no es poco. ¡Supongo que todos estamos de acuerdo en que vivir más tranquilos es algo positivo!

Pero, además, un estrés mantenido en el tiempo, debido a no permitirnos vernos o mirarnos, como describo en el libro, es un terreno abonado para muchas patologías actuales, basadas en la inflamación.

 

Es evidente que tus vivencias personales y tu formación académica han jugado un papel crucial en tu obra. ¿Cómo se entrelazan estas experiencias en ella?

No sabría decirte nada concreto. Supongo que, durante los momentos de mayor impacto en mi desarrollo personal (y como suele ser normal, fueron momentos difíciles de sostener…), empecé a pensar que todo lo aprendido de fisiología no valía para nada. Dicho de otro modo, que el conocimiento académico resulta bastante inútil cuando hablamos de estados emocionales «difíciles» (quizás pude pensar que solo resultaría útil la parte puramente psicológica). Pero llegó un momento en el que ciertos nexos, ciertas relaciones descritas en los libros «de ciencia», me abrieron los ojos. De este modo, pude descubrir que dichas conexiones existen, solo que yo, como la mayoría de la sociedad, había sido formado desde la disociación cuerpo-mente-emociones, como si fueran mundos completamente separados. De hecho, descubrí todo lo contrario, que todo lo que sabemos es válido si también aprendemos a valorar lo que sentimos.

Esta diminuta y humilde epifanía, tras unos años de «masticarla», es la que creó el esqueleto del libro. Y de este acabó naciendo la mirada «intierna», que es una clarísima amalgama entre mis vivencias y mi formación.

 

¿Plasmarlas te ha ayudado de algún modo en particular?

No cabe duda de que me ha ayudado a tomar una consciencia más global de mi persona. Por ejemplo, cuando había situaciones que se repetían y en las que siempre me encontraba incómodo, yo lo achacaba a «protocolos mentales» míos, a una determinada manera de sentirme que en algún momento aprendí y que era automática para esos casos concretos. Pero, en cambio, encontré que estaban realmente creadas por factores netamente físicos (como describo en el libro).

Cabría destacar los momentos de comer fuera, las comidas de trabajo en compañía, en los que me sentía extremadamente desplazado o «incómodo». Esto era algo sentido como puramente emocional, pero acabé descubriendo que estaba directamente relacionado con la biología. Para ser más claros, se debía al efecto producido en mi sistema digestivo por algún alimento que yo no acabo de tolerar. Esto se trasladaba a una sensación de desazón e incomodidad emocional que yo nunca había relacionado con esos alimentos. Quizás era algo que yo ya debía conocer (ya que este tipo de conexiones las expongo en el libro). Pero realmente lo desvelé gracias al reaprendizaje que se había generado al tener que recordar, recopilar y dejar por escrito todas estas relaciones entre el cuerpo, la mente y las emociones.

Por otro lado, la unión de mis vivencias y mi formación, además de dar como resultado el libro, me ayudan en mi día a día a entender aún más al paciente y su dolor (o por lo menos a intentarlo).

Ahora me esmero mucho más en tratar de hacer que entiendan los efectos de las emociones sobre el cuerpo y al revés. De este modo pueden empezar a mirarse de otro modo. Pero, además, nos ayuda mucho si deben hacer cambios, por ejemplo, en su alimentación, ya que ahora conocen el efecto global que pueden generar unos buenos hábitos (que un «cuerpo maltratado» está, inexorablemente unido a unaa «emociones desagradables» y viceversa).

 

Escribir un libro suele estar lleno de momentos de inspiración, así como de reflexión. ¿Podrías compartir con nosotros algunos de los más significativos o las revelaciones que tuviste durante su escritura?

Ha habido varios momentos realmente bonitos durante la creación del libro, pero señalaría especialmente uno que creo que está acorde con su tono. Te diré que para mí no ha resultado fácil dedicar tantas horas a escribir, buscar, ordenar… No me faltaban motivación y ganas, pero, a menudo sentía que dejaba desatendida a mi familia y no entendía cómo debía actuar ante esta situación.

No sabía si debía seguir escribiendo tantas horas, ya que, a pesar de que lo hacía a gusto y de que lo sentía como algo genuino, que salía de dentro de mí, realmente me robaba mucho tiempo y no me permitía convivir con mi familia tanto como hubiera deseado.

La creación de este libro surgió gracias a mi desbordante energía. Pero, a la vez, algo me machacaba en mi interior y pretendía doblegarme. Algo intentaba que yo no peleara por mi objetivo, coaccionándome, chantajeándome con el amor hacia mis hijos y mi mujer para que dejará de lado eso que me hacía tanta ilusión («eres un mal padre y marido si no les dedicas tiempo»).

Internamente, casi cualquier cosa (por banal que sea) puede crear desconcierto y sufrimiento en nuestro interior. Y para mí no era fácil sentir que hacía lo que debía al escribir, que realmente deseaba hacerlo, y a la vez tener esa sensación de estar actuando «mal».

Finalmente, descubrí que era ese miedo desde mi interior el que intentaba obligarme a dejar de escribir para no tener que enfrentarme a publicar el libro («Si total, no vas a acabarlo», «Déjalo, ¿qué necesidad tienes de malgastar tanto tiempo y energía?»). Entendí que era una batalla propia y que la idea de que estaba dejando desatendida a mi familia tenía poco o nada de realidad.

Quizás no parezca una gran revelación, pero por un momento entendí la belleza y la dureza de ser persona, de nuestra naturaleza humana, en la que todas nuestras decisiones y acciones son complicadas.

Reconocí en primera persona lo difícil que puede ser llevar a cabo lo que planteo en el libro: mirarse e intentar encontrar qué es lo mejor para uno mismo.

 

En relación con la pregunta anterior, La Mirada Intierna aborda temas muy profundos y, en cierta medida, también personales. Escribir este libro debe haber sido todo un viaje introspectivo. Cuéntanos, ¿cómo ha sido tu proceso creativo?

Te diré que nunca pensé que me resultaría tan difícil plasmar algo a caballo entre lo personal y lo «puramente biológico».

A veces la pluma escribía y se dejaba sentir de tal manera que se iba a la parte personal estrictamente emocional, olvidando que mi idea central siempre fue intentar representar algunas de las relaciones que existen entre el cuerpo, la mente y las emociones. Por tanto, debía relatar también cómo funciona la parte física y no solo la parte que quería eclipsar y coparlo todo.

En ese momento, me apartaba del lado sensible y me enfocaba en dar datos que reforzaran dichas relaciones. O explicar cómo ve la ciencia actual algunas cuestiones que parecen no llegar nunca al público general. Por ello, me esmeraba en exceso escribiendo párrafos cargados de referencias y apuntes o dando más datos. Esto convertía el texto en ilegible y me alejaba de la parte más sensible.

Por este motivo, cuando aparecieron los dos «yo» que querían escribir, me dejé guiar por un tercero, al que le gustaba romper el hilo de pensamientos. Por esta razón, a menudo, durante el transcurso de una idea en el libro, me detengo y explico alguna cosa que quizás no parece venir a cuento, pero que me parecía curiosa y podía dar cierto énfasis a la idea presentada en ese momento.

Diría que ha sido algo entretenido ver cómo iban surgiendo los diferentes «yo» de forma aleatoria y cómo esto ha hecho que el libro cobrara cierta vida e incluso mayor coherencia, al volverlo más personal y sin grandes pretensiones.

 

¿Te costó afrontar alguno de los asuntos que tratas en él?

Quizás, el más complicado fue asumir que podemos mejorar e intentar cuidarnos, pero que probablemente (entiendo que esta es una opinión muy discutible y por esto insisto, probablemente) muchas de las «incomodidades» con las que cargamos no desparecerán jamás.

De alguna manera, en el libro dejo bastante claro que ni la mirada «intierna» es una herramienta mágica que todo lo puede, ni a través de otros medios podrás mejorar hasta el infinito. Tal y como explico en la recta final del libro, trabajando nuestra «autoternura» es probable que podamos aflojar las cuerdas que nos aprietan. O, simplemente, que nos encontremos más cómodos, y esto es lo más importante. Pero al escribirlo me vi obligado a enfrentarme a mi propia idea, a aceptarla. Y es que muchas de las cosas que personalmente trabajo en mí mismo han mejorado y mejorarán aún más, pero son mías y probablemente se queden conmigo.

 

En tu libro utilizas la metáfora de las «capas de cebolla» para describir la complejidad de los procesos biológicos y emocionales. ¿Podrías explicar cómo esta ayuda a los lectores a comprender mejor su propio camino hacia el bienestar y el autocuidado?

Las «capas de cebolla» es una metáfora que pretende describir nuestro estado interno tras nuestro crecimiento, desde niño hasta adulto, en el que vamos poniendo más y más capas, dejando dentro algo que quiere expresarse.

La imagen descrita en el libro explica que debemos intentar mirar qué quiere expresarse bajo tantas capas, porque hacerlo aliviaría parte del sufrimiento «silenciado» bajo ellas. A nivel puramente biológico, nos explica el alto coste energético y en sustratos, que supone mantener tanta capa. Por ello nos resultaría beneficioso mantener alguna capa menos.

Con esta alegoría el lector entenderá que, como dices, su propio camino hacia el bienestar y el autocuidado pasa, necesariamente, por mirarse (y añado: con ternura).

 

Es fascinante cómo has combinado tu conocimiento científico con un enfoque holístico. ¿Cómo lograste esta integración en la obra?

Supongo que mi formación como nutricionista y psiconeuroinmunólogo fueron absolutamente fundamentales para encontrar la base científica. Pero el punto de inflexión definitivamente fue la psiconeuroinmulogía, ya que contempla la fisiología desde diferentes ángulos y explica los cambios que el cuerpo ejerce en el estado de ánimo y al revés.

Por otro lado, mi propio trabajo de introspección, mi evolución personal tras años de trabajo interno, siempre «buscando dentro», encontró en la base científica un camino por el que al menos podía entender algunas de las relaciones entre ambos campos: el estrictamente introspectivo, emocional, y el puramente físico, el cuerpo. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando desde los dos mundos llegué a la misma conclusión! El cuerpo y las emociones son lo mismo.

 

¿De qué manera piensas que este enfoque puede cambiar la forma en que las personas abordan su salud?

Pienso que todo el que lea el libro podrá entender el efecto del estrés, la mala alimentación y la falta de ejercicio (entre otros) en su salud.

La persona que, hasta ahora, no le había dado importancia a las emociones, quizás aprenda nuevos datos sobre la relación de todo lo «físico» (comer bien, moverse…) con la salud. Pero, además, podrá empezar a valorar la repercusión de cuidarse con cariño también «por dentro».

Pero hay otro perfil de personas, aquellas que ya han tocado fondo, que han pasado por muchos sitios buscando soluciones a sus dolencias y que están hartos porque no entienden nada. A ellos está destinado este libro. Creo que podrán sacar mucho más de él que el otro perfil de personas. Podrán entender las conexiones de su sufrimiento emocional con su patología y empezar a usar la mirada «intierna» como arma para comenzar a cuidarse.

Hay muchas personas que quieren mejorar, pero que solo han sido informadas de todas esas cuestiones (que son muy necesarias) como la alimentación y el ejercicio físico. Nunca fueron advertidas de la importancia de tratarse bien a sí mismas. Creo que aquí es donde la mirada «intierna» puede generar cierta transformación.

 

Hablando de salud, actualmente hay mucha información y desinformación sobre esta. ¿Por qué crees que las personas actúan tarde a la hora de seguir unas estrategias de autocuidado tanto físico como mental?

Probablemente sea debido a la educación que se nos inculca. Se nos programa para vivir acelerados, para conseguir más y para no mirar qué estamos sintiendo, sino para superarlo y seguir cumpliendo con todo eso que se espera de nosotros. Solo importa lograr los objetivos impuestos. Pero cuando empezamos a sentir que algo no va bien, «ya vamos tarde». Bueno, en realidad nunca es tarde para empezar a cuidarse. Quizás sería más adecuado decir que entramos en un círculo vicioso de mayor exigencia y sufrimiento, buscando sanar el físico, complicado de romper.

Este sería otro punto crucial: la sobreinformación sobre la salud, ya que en los medios tan solo se pone foco en la alimentación y el ejercicio físico (muy importantes, por cierto). Si además le sumamos el concepto de vivir siempre acelerados y la falsa idea de que «más siempre es mejor», podemos llegar a niveles de exigencia en alimentación o entrenamientos a veces excesivos. Así es como se cierra el círculo vicioso que he comentado. Porque, de este modo, uno no encuentra solución a sus dolencias y lo sigue intentando desde el mismo punto, generando una espiral infernal de la que es muy difícil salir.

Exigirnos siempre más, vivir acelerados, sin respirar un segundo (además del sufrimiento que genera) es netamente inflamatorio, lo que deja bien cimentadas las bases para debutar en casi cualquiera de las patologías actuales.

 

Acerca de este tema, destacas la influencia del sufrimiento emocional y psicológico en dolencias como la fibromialgia, la fatiga crónica o el hipotiroidismo, entre otras. ¿Por qué asociamos estos estados emocionales como una afección posterior a dichas enfermedades y no durante su desarrollo?

Mi pretensión era desarrollar la idea de que unas emociones no miradas pueden estar en el fondo de muchos tipos de patologías. Estos ejemplos fueron elegidos porque son bastante comunes y conocidos (o incluso sufridos) por muchas personas. Pero el concepto es que casi cualquier patología tiene un trasfondo o una vinculación con esa desconexión emocional.

La sintomatología descrita ante emociones bloqueadas y ante estas patologías tienen tanto en común que me parecieron extremadamente ilustrativas.

Por tanto, efectivamente, estás dolencias podrían tener alguna relación con el pasado emocional de la persona. Pero no es hasta que se imponen los desequilibrios en el cuerpo, con claros síntomas físicos, que se empiezan a declarar públicamente sus desánimos, su sufrimiento emocional…

Creo que la visión de una persona con agotamiento, dolor o falta de energía ayuda a comprender la relación con determinados estados emocionales. Resulta coherente pensar que esa misma persona debe sentirse mal para buscar refugio, para intentar cuidarse, estar tranquila…, ya que sufre dolores y no tiene energía para enfrentarse a la vida en ese momento. “No debe” tener ganas de nada, sino que debe crearse la necesidad de detenerse y descansar, para dar al cuerpo la oportunidad de recuperarse. Esto, traducido a las emociones, serían aquellas que menos suelen gustar en esta sociedad, las que tienden a la introspección y que nos llevan a mirarnos, a ver qué nos pasa para buscar alguna solución.

El físico está vinculado a las emociones en ambos sentidos.

Como siempre, cuando empiezan los síntomas, se buscan factores únicamente físicos, parámetros medibles que nos diagnostiquen al paciente, poniendo foco en el cuerpo y olvidando el resto. De esta forma, cuando dichos síntomas pasan a tener una clara carga emocional, la patología ya está impuesta. Antes del diagnóstico, a menudo, ni se valoran estos factores.

También pasa al revés, que cuando se describe, por ejemplo, una depresión, por norma olvidamos los factores puramente físicos, que pueden ser importantísimos en el desarrollo de esa patología.

 

Dada la reciente publicación de la obra, nos gustaría saber, ¿cuáles son tus expectativas con este libro? ¿Qué impacto esperas que tenga en tus lectores?

No tengo expectativas, pero sí mucha ilusión. Ha sido un trabajo extenso y duro. Pero por fin sale al público y para mí es suficiente.

Supongo que la persona que lea mi libro será alguien que ya tiene una búsqueda interna, un recorrido personal. A este tipo de lector espero que le ayude a seguir entendiéndose un poco más y que encuentre en la mirada «intierna» una herramienta de apoyo en su búsqueda.

Quizás, además, le aporte un punto nuevo y empiece a valorar más el trabajo «estrictamente físico» (alimentación, ejercicio físico) si lo necesita. Digo esto porque algunas personas tienden a centrarse tanto en las emociones que a lo mejor desatienden o minusvaloran la importancia que tiene cuidar el cuerpo, no solo para la salud en general, sino para las propias emociones. Hay que recordar que buena parte del libro se dedica a este punto, a explicar cómo los hábitos físicos impactan directamente en las emociones y viceversa.

 

Tras esta experiencia, ¿te animarás a seguir publicando en un futuro? De ser así, ¿en qué temas te gustaría enfocarte en tu siguiente libro?

No me desagradaría si surge el momento, si siento la necesidad. Supongo que completaría conceptos de este libro, desarrollando más la idea de mirarse y tratarse con ternura. Quizás también daría más peso al hecho de crear cambios, de tomar decisiones, porque es otro punto muy bloqueado en esta sociedad (miedo a dar el salto, «mejor quédate con lo que tienes»…).

 

Para concluir, ¿hay algo más que quisieras compartir con nuestros lectores?

Que me gustaría que no olviden que la intención de este libro siempre fue ayudar a quien lo lea. Espero que, al que lo coja entre sus manos, le agrade y le dé cierta luz sobre algunos asuntos. Que coja de él todo lo que le interese y que deje de lado lo que no vaya con su persona.

Hay una verdad para cada persona… y este libro no es más cierto que otros.

 

¡Muchas gracias por tu tiempo, Javier!  Te deseamos muchísimo éxito con este libro.

La Mirada Intierna ya está disponible en librerías.

 

 


  • Nombre: F. Javier Valera
  • Obras: La Mirada Intierna
  • Género: ensayo y autoayuda
  • Sinopsis: ¿Has sentido alguna vez que nunca haces suficiente para lograr el equilibrio que buscas?¿Has llegado a pensar que las premisas de las que partes, quizás son erróneas?¿Sientes que debe haber otro camino para mejorar?La mirada intierna nos presenta un nuevo concepto del autocuidado.

    De forma sencilla y cercana, expone procesos biológicos relacionados con la salud para acabar proponiendo una visión íntima de cómo tratarse, una herramienta que permite bajar el nivel de sufrimiento y ansiedad.

    A través del texto, nos propone dudas sobre la validez del modo en el que usamos las herramientas de salud que todos conocemos e incluso nos plantea si el objetivo de vida que buscamos es acertado o es, tan solo, otra trampa que nos acerca a la infelicidad.

    Una amplia comprensión de la salud y una manera directa de presentarla, vuelven a este libro de lectura obligada para el que busca entender más allá de las dietas, el ejercicio o las terapias que prometen resultados milagrosos.

  • Biografía: Ya desde pequeño, a Javier Valera le intrigaban las diferencias entre las personas. Quería entender por qué cualquier situación afectaba de formas muy diferentes a cada individuo.Estudió Nutrición en la Universidad del País Vasco, pero algo se le quedaba en el tintero, muchas variables se quedaban fuera.La vivencia, en primera persona, de un continuo desconsuelo y tormento emocionales, sin justificación aparente, le llevaron a un compromiso con su trabajo interno. Siguió buscando en la ciencia y formándose, lo que le llevó a cursar el posgrado de experto universitario en Psiconeuroinmunología Clínica.Volcado en cuerpo y alma en intentar comprender los porqués del dolor propio y del de sus pacientes, se vio obligado a tomar la decisión de tirar por tierra todo lo aprendido en el plano puramente científico, como sus estudios académicos, o encontrar los nexos entre dichos conocimientos y los derivados de la experiencia de su proceso vital.

    El resultado es este libro y un refuerzo en el enfoque de su centro, en el que la mirada al paciente impera sobre la patología.

  • Redes sociales: Facebook (personal), Facebook (profesional), Instagram
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Disponible en: Amazon, Fnac, Casa del Libro, El Corte Inglés, Libros.cc

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