¡Hola, Gonzalo! Bienvenido a Tregolam. Es un placer hablar contigo sobre tu nueva obra El secreto turco. Esta novela de ficción histórica se asienta durante el reinado del emperador Constantino. El cristianismo se impone como la vertiente religiosa mayoritaria, pero con una gran escisión interna. Un día encargan a Marcial, uno de los más prometedores oficiales del ejército, que vigile a un prisionero en el palacio de Tréveris. Este hombre tiene un extraño tatuaje en la planta del pie. A partir de ese momento, los peligrosos secretos escondidos del cristianismo pondrán en peligro la alianza de Constantino con un sector de la Iglesia.
Esta lectura nos ha tenido en vilo desde el principio hasta el final. Cuéntanos, ¿de dónde te viene esta pasión por la historia?
La historia me ha apasionado desde pequeño. Mi padre era un gran lector y en su biblioteca abundaban los clásicos y los libros de historia y filosofía, así que esas eran las lecturas que tenía a mano. Como mi entendimiento estaba distorsionado por mi falta de conocimientos, para mí era como si leyera ciencia ficción. Me era imposible ligar tantas heroicidades y hechos fabulosos con la realidad que conocía. Aquello me fascinaba.
Después, cuando llegué a la adolescencia, ya estaba enganchado. Y más tarde, cuando empecé a comprender el hilo que la va cosiendo como un lienzo maestro, se volvió todavía más interesante.
¿Cuál es, en tu opinión, la gran lección de la historia?
La historia en sí es la gran lección. Es la botica de la humanidad, el laboratorio de la civilización. Ahí tienes ensayados todos los disparates y las barbaridades que es capaz de hacer el ser humano. Pero también los remedios contra ellos. Desaprovechar ese conocimiento es tan absurdo como si la medicina renunciara al Dioscórides.
Frente a la soberbia con que en cualquier época los modernos miran a los antiguos, la historia es la gran deshacedora de egos, porque nos muestra, como en un espejo, todas las posibilidades de ser.
A veces es como una señal luminosa de advertencia: ¡Cuidado, camino peligroso!
Por ello la Historia debería ser una asignatura obligada a lo largo de todo el proceso educativo, desde la escuela hasta la universidad. Es imposible formar ciudadanos críticos si desconocen el camino que los condujo hasta aquí. Vivirán desorientados toda su vida, incapaces de sacar conclusiones lúcidas. Y volverán a cometer los mismos errores que sus antepasados, tropezando con la misma piedra una y mil veces hasta romperse la crisma.
Lamentablemente, sucede todo lo contrario, casi siempre se ha usado la historia como arma doctrinaria, adulterándola, narrándola de forma sesgada, a retazos, según los intereses del mandamás de turno.
Hay gente que todavía no ha comprendido que la historia no es lineal, que de la civilización a la barbarie se llega en un traspié. Y dejando las riendas a los ciegos, el tropezón está asegurado. Es solo cuestión de tiempo.
Esta no es la primera vez que publicas un libro. De hecho, ya cuentas con varias obras en el mercado literario. ¿Qué te empujó esta vez a decantarte por la ficción histórica?
Esta obra llevaba mucho tiempo rondándome en la cabeza, cociéndose a fuego lento. Me perseguía, literalmente. Extrañas casualidades en mi vida me obligaban a retomar la idea una y otra vez. Sin embargo, me daba vértigo hacerlo, porque siempre supe que este proyecto sobrepasaría la esfera literaria. Intuía que me iba a adentrar en tierra de demonios. Y los demonios, ya se sabe, son aficionados a la parrilla.
A lo que hay que añadir una dificultad nada desdeñable: la cantidad ingente de material que hay que recopilar, analizar y estudiar a fondo. Se necesita una rutina casi monacal, una fuerza de voluntad castrense y una metodología científica para poner en orden y dar consistencia a semejante argamasa.
Por desgracia, hay obras que si no las sacas de tu cabeza te arrastran al abismo. En esto consiste la esclavitud del escritor.
¿Por qué es tan importante esta época, sobre la que tanto se ha escrito?
Fue un período de tiempo de increíble trascendencia para Occidente. Nada de lo que ocurrió después podría explicarse sin entender las disposiciones que se tomaron durante el reinado de Constantino. Marcó el inicio de una nueva era. Y el cristianismo, tal y como lo conocemos, se gesta y desarrolla en este período.
Una religión que hasta entonces había sido perseguida y maltratada de repente se convierte en uno de los actores principales, entrometiéndose de lleno en el siglo y olvidándose definitivamente del Reino del Cielo. La Iglesia supo aprovechar la coyuntura histórica para dar un golpe de mano increíble. Cuanto más profundizas en el tema, más aprecias que fue una jugada maestra, diseñada y ejecutada pacientemente durante siglos. Una jugada diabólica, quizá, pero genial. La Iglesia supo reinventarse a sí misma. Y aunque tuvo que pagar un precio muy alto, no se paró en barras. Fue una verdadera metamorfosis. Algo así como la eclosión de un gusano largamente larvado —entiéndase el símil—, lo que vino a dar la razón a tantos autores y estadistas romanos que durante siglos habían advertido del peligro del cristianismo, avisando de que no era una religión más, que era un lobo con piel de cordero.
Esta novela solo es la primera parte de la obra. ¿Hasta dónde pretendes llegar?
Si me dejan, hasta el principio de los tiempos…
Como se intuye en la primera entrega, la obra va mucho más allá de los avatares políticos y teológicos de aquellos años, a pesar de que no fueron pocos ni de poca importancia. Quiero remover las raíces del cristianismo primitivo, de la propia figura de Jesús. ¿De dónde vino todo aquello? Quiero indagar en ese cristianismo vencido a la muerte del profeta. ¿Qué pasó con todos los discípulos y apóstoles que no se adhirieron al nuevo mandato de san Pedro y san Pablo? ¿Consiguieron escapar y sobrevivir en el exilio, zafándose a tiempo de la mordaza impuesta por los nuevos jefes? ¿Por qué la Iglesia solo autorizó cuatro evangelios? ¿Consiguió alguien salvar los demás y custodiarlos a buen recaudo, lejos de las zarpas de la Iglesia?
Y hay mucho más que trasciende al propio cristianismo, pero todavía no puedo desvelarlo.
Es sin duda un proyecto muy ambicioso. Nos imaginamos que has debido de documentarte muy bien sobre la historia del cristianismo. ¿Ha sido un trabajo difícil?
Han sido muchos años de ratón de biblioteca. La bibliografía es inmensa. Desde los clásicos hasta los modernos, desde los apologistas, hagiógrafos y doctores de la Iglesia hasta sus más acérrimos detractores, entre los que se cuenta un notable elenco de historiadores y filósofos. Todas las fuentes aportan su grano de arena y ayudan a reconstruir y entender los hechos.
El problema ha sido acceder a ciertos documentos originales de los que tenía referencias fiables, pero aun así necesitaba cerciorarme de que existían. Y a otros que me era imperioso cotejar con las copias en mi haber para asegurarme de que pisaba tierra firme. Todos ellos, por desgracia, no están expuestos a la luz pública. Ya se conoce la suspicacia y recelo de la Iglesia para abrir las puertas de sus más preciados archivos, sellados con mil candados. Y los que están en manos privadas los esconden todavía con más celo, temerosos sus dueños, con razón, de que les echen el guante encima.
Por suerte, haciendo malabares y sin escatimar algún que otro riesgo, he conseguido acceder a algunos de ellos. Como Catón, uno de los protagonistas de la obra, he llevado una vida bastante nómada y he trabado amistad con algunos bibliotecarios y archiveros a lo largo de toda Europa, especialmente en Italia. Esto me ha abierto muchas puertas.
Nos ha llamado mucho la atención el pensamiento avanzado y la visibilidad feminista en personajes como Cleo, Marcela o Claudia. ¿Por qué decidiste incluirlos?
Para hacer honor a la verdad.
Es cierto que el Imperio se cimentaba sobre una base patriarcal, pero las aristócratas tenían mucha libertad. De puertas adentro, y especialmente las viudas, con sus patrimonios restituidos, eran auténticas reinas. Y algunas de ellas cultivaron con éxito las artes, la literatura, la filosofía y las ciencias. Fueron minoría, pues siempre son pocas las personas que escapan del cepo costumbrista de su época, pero las hubo de increíble valía. Otras, en cambio, jugaron un papel determinante en la política, ejerciendo una gran influencia en sus maridos e hijos. Algunas de ellas incluso fueron la sombra necesaria que aupó y sostuvo en el poder a algunos emperadores. Livia y Agripina son dos ejemplos de ello.
El caso de Marcela es distinto. Es el personaje menos histórico pero el más necesario, porque las mujeres fueron las grandes damnificadas por la Iglesia. Si atendemos a los textos sagrados, uno de los aspectos más revolucionarios de Jesús fue la reivindicación de la igualdad, sin discriminación de sexos. Se sabe que entre sus discípulos hubo muchas mujeres, lo cual es bastante lógico. En una época en que la mujer judía era poco menos que una esclava, primero de su padre y después de su marido, y donde no tenía más derechos que la obediencia, Jesús se rodeaba de ellas sin ningún rubor. Ningún rabí de su época ni ningún falso profeta de los muchos que pululaban en aquellos tiempos revueltos predicaban la igualdad. Esto también hizo de Jesús alguien singular, más odiado y perseguido que otros, pero también más amado. Especialmente por las mujeres. Lo de los doce apóstoles, todos hombres, es uno de los bulos más increíbles propagados por la Iglesia. A la altura de la conversión de María Magdalena en una prostituta.
Así que Marcela es un personaje muy real, una guerrera de su época. El que la historia —dominada después durante siglos por la Iglesia— las haya borrado del mapa no significa que no hayan existido. Cuesta mucho creer que se quedaran todas ellas cruzadas de brazos y no dieran la batalla ante semejante atropello.
Y todo esto, si me permite la reflexión, da pie a una de esas paradojas aberrantes que, por desgracia, se repiten frecuentemente en la historia, cuando los más oprimidos por un sistema se convierten en sus más fervientes defensores. La Iglesia, sin sus ejércitos de devotas, esas víctimas inconscientes de sus endiosados verdugos, jamás hubiera llegado tan lejos.
¿Por qué crees que el tema religioso resulta tan atractivo para los lectores?
Porque la religión lo impregna todo. Allá donde rascas encuentras peces o símbolos mágicos. No puedes eludirla.
Y, respondiendo más directamente a la pregunta, creo que la religión le resulta atractiva a los creyentes porque arden en deseos de conocer mejor la religión que fundamenta sus vidas. A los agnósticos, porque siempre están atentos a cualquier revelación que pueda sacarlos del limbo escéptico en que se hayan sumidos. Y a los ateos, porque la estudian con la intención de armarse de nuevos argumentos para combatirla y fortalecer su propia fe ideológica, a la que suelen aferrarse, valga la ironía, religiosamente.
En la obra se exponen dos ideologías dispares en el seno del cristianismo. Por un lado, está la visión de esta como una fraternidad en la que se da importancia a la fe individual. Por el otro, la visión de esta como una jerarquía en la que es significativo el dogma. ¿Crees que esta distinción sigue estando presente en la actualidad? ¿Cómo opinas que afecta al cristianismo?
Lo afecta y lo parte por la mitad, separando la parte sana de la podrida.
Como individuo, el ser humano tiende hacia la espiritualidad; como grupo, hacia la religión. La espiritualidad guía hacia la fraternidad; la religión, hacia el sectarismo. Por lo tanto, a medida que la religión se hace fuerte, la espiritualidad enflaquece. El dogma ahoga la fe individual, que es la única genuina; la liturgia asfixia la espontaneidad de la intuición. O del corazón, como quiera expresarlo. Al conformarse en un cuerpo doctrinario, la religión pierde su propia esencia. Por eso las religiones son tan enigmáticas y la teología tan enrevesada, porque llevan en su seno una contradicción insalvable. Se comienza adorando el Libro, después a la Iglesia que lo custodia y finalmente a los sacerdotes que lo interpretan, hasta llegar a esa grandísima paradoja en que un creyente, aun violando todos los preceptos de su religión, puede considerarse ungido de santidad.
La religión cristiana no es una excepción. Las comunidades cristianas primitivas estaban imbuidas de una gran espiritualidad. Por eso eran fraternales. La Iglesia las convierte más tarde en sumisos rebaños a la orden de pastores. Es inevitable: el dogmatismo conlleva el aborregamiento.
Así que se puede afirmar que la fundación de la Iglesia es el primer revés que sufre la espiritualidad preconizada por Jesús. Aquí conviene recordar —y no olvidar nunca— que Jesús no fundó el cristianismo, ni escribió ni dictó ningún libro sagrado. Y menos todavía fundó la Iglesia, cuya jerarquización hubiera aborrecido profundamente.
Por lo tanto, en el primer grupo están los creyentes a título individual. En el segundo grupo están los que se autoproclaman administradores de la fe e insisten en capitalizarla y someterla a sus dogmas. Y en el tercer grupo están los creyentes rendidos al dogma, neutralizados espiritualmente.
Es exactamente lo mismo que sucede con las ideologías y los partidos políticos. Una cosa es tener una ideología y unos principios, que nacen de la experiencia y la reflexión íntima (o, al menos, deberían hacerlo), y otra muy distinta es adherirse a un partido político que dice fundamentarse sobre esos principios y que lo único que hace es instrumentalizarlos para lograr sus objetivos partidistas. Y medrar en el intento…
Esa lucha entre la fe individual y quienes la capitalizan es una lucha permanente de la humanidad. Lamentablemente, sea en la religión o en la política, esta siempre termina con la esclavización de los primeros y la entronización de los segundos.
Déjanos preguntarte por la leyenda de los hombres pálidos, una de las partes más intrigantes de la novela y que te reconozco que nos tiene en ascuas. ¿Tiene alguna base histórica?
La primera vez que escuché la leyenda de los hombres pálidos fue en Transilvania, en el 2001. Me la contó un anciano en una aldea. Y la historia me resonó en lo profundo. A veces escuchas cosas que te despiertan una especie de memoria ancestral que llevamos en los genes, que te resuenan con un eco de verdad inexplicable. Esta fue una de esas ocasiones.
Meses más tarde, de regreso en España, revolví las bibliotecas en busca de antiguas leyendas europeas. Pero no encontré nada que me sirviera y me di por vencido.
Sin embargo, años más tarde volví a escucharla. Esta vez fue en Serbia, cerca de la frontera de Kosovo. Exactamente la misma leyenda que me habían contado en Transilvania: misteriosos personajes que andan eternamente errantes y completan su periplo alrededor del mundo cada 12 años, sin que nadie sepa quiénes son ni por qué lo hacen. Y que lo llevan haciendo desde el principio de los tiempos.
Como yo ya tenía esta obra en la cabeza y había comenzado a investigar, esta vez la leyenda me resonó con más fuerza todavía. Lo de los 12 años en completar el periplo fue como un toque de atención. Porque, como sabe, el 12 es un número con especial simbolismo en la mitología hebrea y, de rebote, también en la cristiana.
La cuestión es que investigar esta leyenda se convirtió en una especie de obsesión para mí. Y al final, tras chocarme contra unos cuantos muros, una intuición me puso tras la pista buena.
Lo que he descubierto a partir de esa feliz intuición es increíble: conexiones a priori inconcebibles que jamás hubiera imaginado, que traspasan las raíces del cristianismo y se remontan, verdaderamente, casi al principio de los tiempos.
Te lo confieso: ese final nos había dejado deseando más. Pero ahora, con esta revelación sobre la leyenda de los hombres pálidos, te aseguro que estamos deseando leer la segunda parte. ¿Estás ya trabajando en ella?
Estoy trabajando en unos documentos que me van a servir para su armazón. En cuanto termine con ellos, me sentaré a escribirla.
Además de ser escritor, también te dedicas a la traducción. ¿Has pensado en traducir tu propia obra a otros idiomas?
Eso sería pegarme un tiro en el pie. En mi opinión, una buena traducción literaria solo puede hacerla un nativo. Y no uno cualquiera.
Hemos llegado al final de la entrevista. Pero antes queremos dejarte este espacio para que compartas lo que quieras con los lectores.
Simplemente me gustaría darles las gracias a todos ellos por el interés mostrado.
Y a vosotros, por supuesto, por esta entrevista.
¡Muchas gracias a ti por atendernos, Gonzalo! Ha sido un verdadero placer tenerte con nosotros. Te deseamos el mayor de los éxitos con esta obra, que tanto promete. Estamos seguros de que viene cargada de sorpresas.
– Miscelánea del alma (poesía, 2003)
– Venganzas (relatos, 2005)
– La mina (novela, 2009)
– Delirium tremens (novela, 2014)
Disponible en: Amazon
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