Buenos días, Emilio. Acabas de lanzar al mercado El invierno de las Águilas, una novela histórica perfectamente ambientada.
La has autopublicado en Amazon y está teniendo una buena acogida. ¿Qué objetivos te marcaste cuando decidiste compartirla con los lectores? ¿Cómo es el lector ideal para tu novela?
Bien, buenos días, y encantado de atenderte. Hace tres años y medio, o tal vez ya cuatro, me embarqué en esta apasionante aventura de intentar convertirme en autor. He sido, y lo sigo siendo, un devorador de novelas, entre las cuales el género de ficción histórica ocupa un lugar preferente. Desde niño, la historia siempre me ha atraído. Lecturas sobre egipcios, espartanos, romanos, vikingos, cruzados, etc. han cautivado mi imaginación, a la vez que me han hecho adquirir una sólida cultura; siempre fue mi asignatura favorita en la vieja EGB y durante mi bachillerato. Quise sorprender al lector habitual de este tipo de novelas con mis personajes, de talante sombrío, alejados del ideal estereotipado del héroe clásico, vulnerables aún en su gran fortaleza física y destreza guerrera, contradictorios, ni tan buenos ni tan malos, hasta los personajes cristianos se hacen preguntas a sí mismos, dudan de su fe; siempre me han atraído los antihéroes, con sus virtudes, pero también con su innegable arsenal de defectos. Desde el principio la cruda violencia y el erotismo han sido los principales ingredientes de esta historia, ambientada en una época inusual en la literatura especializada «de romanos», sin la luminosidad hollywoodense del mundo clásico antiguo que aparece en otros relatos que he leído y recreando, en cambio, una atmósfera angustiosa, con cielos mayoritariamente grises, sucia y sangrienta. Por el alto contenido de violencia, crueldad y escenas de sexo explícito, mi libro va dirigido a un público adulto, independientemente de sus preferencias literarias. Yo mismo, aun dando prioridad a novelas históricas en mis lecturas, me gusta también el género policíaco si la historia que me cuenta su autor logra engancharme desde el principio, que es lo que yo intenté.
Por lo que hemos podido saber, todo comenzó a través de la red social de Facebook. ¿Qué supuso para ti como escritor dar a conocer tus textos ahí?
Sí, en efecto, todo empezó en Facebook, de ahí evolucionó mi idea. Yo fui en un pasado no tan lejano usuario de esta red social por puro entretenimiento, me agregaba a grupos de temáticas diferentes de índole cultural, histórica, deportiva, de humor, etc. Aunque El Invierno de las Águilas es mi primer trabajo, yo siempre he disfrutado escribiendo, exponiendo problemas de diversos tipos, y esta red social me daba la oportunidad de expresarme para mucha gente desconocida en mi tiempo libre. Una vez yo andaba metido en un grupo de Facebook cuya temática era el Imperio Romano, leía a menudo los posts de sus usuarios y los debatía. De forma inocente y casual, comencé a postear por entregas un pequeño relato improvisado, la historia de un veterano de las legiones en época alto imperial, sin medios de vida, y que recurre a ofrecer sus servicios y experiencia como matón y asesino a sueldo a turbios y poderosos personajes en la sombra, recreando el hipotético mundo del hampa en las sucias callejuelas de los bajos fondos de la antigua Roma. Conforme iba lanzando mis «entregas», mi público me daba numerosos «me gusta» y opiniones favorables, y yo seguía improvisando sobre la marcha, sin correcciones de estilo, ni nada. Mi personaje era muy parecido a Marco Valerio Celer, un bebedor empedernido, aficionado a las prostitutas y muy violento, hasta el punto de que él es una evolución y un cambio del original del Facebook. Ya entonces se me ocurrió escribir un libro, pero me di cuenta de que mi héroe era demasiado similar al personaje Tito Pullo de la serie televisiva Roma, por eso lo cambié y creé uno más original.
¿Te has planteado en algún momento editar tu obra con una editorial?
Sí, por supuesto, he pasado semanas enviando emails a diversas agencias literarias y editoriales convencionales, que siempre me respondían con educadas negativas, y en verdad es algo que entiendo muy bien. En esta economía en crisis, el sector literario es demasiado arriesgado como para que las editoriales apuesten por autores desconocidos; nos guste o no, es lógico.
Los personajes son presentados sin matices, sin titubeos. Ejemplos de esto son Orestes o el propio Marco Valerio. ¿Hay algún personaje al que le tengas especial cariño? ¿En qué te basaste para crear, por ejemplo, al protagonista?
Bien, no siempre fui lector de libros, en mi pubertad y adolescencia era también consumidor de aquellos sombríos cómics en blanco y negro de los años 70 y 80, del género «Espada y Brujería». Marco es una inspiración romanizada, un lejano recuerdo de aquellos violentos y sanguinarios Rey Kull y Conan el Bárbaro. A pesar de ser un soldado romano, Marco lucha como un bárbaro enloquecido y, aunque este aspecto pudiera ser en cierto punto verosímil para la época de mi relato, no olvidemos la progresiva barbarización y cambio de tácticas militares del ejército romano a partir del siglo III; es en realidad un guiño y un homenaje personal a aquellas historias que tanto me cautivaron en el pasado. Tanto Marco, el pretoriano, como Orestes, el campesino y cristiano apóstata, evolucionan sutilmente a lo largo de mi novela.
Precisamente el protagonista tiene una mezcla canalla y heroica, ¿por qué crees que resultan tan atrayentes para el lector estas características?
A mí siempre me han gustado los antihéroes, envueltos en la fatalidad, siempre metidos en líos, capaces de las gestas más heroicas pero también inmersos a menudo en el crimen, con sus defectos humanos, imperfectos y desastrosos en su vida personal y sentimental pero temibles e invencibles en la batalla. Quise huir del maniqueísmo clásico de los personajes de otras obras, ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos, incluso el malvado y brutal Maximino, personaje extrañamente poco o nada tratado en la literatura moderna, a pesar del juego que da, deja aflorar conforme el relato avanza sus miedos, su complejo de inferioridad y su personalidad humana y vulnerable. Incluso mis personajes femeninos presentan este rasgo de antiheroínas, como la noble Julia Terencia, sus intrigas, su lujuriosa sensualidad y su lucha por sobrevivir, y la bella esclava cristiana Arsinoe y su poca definida sexualidad, en contraste con sus creencias.
Hay en El invierno de las Águilas, como no podía ser de otra manera, crudeza, verosimilitud y, al mismo tiempo, ficción. ¿Cómo la definirías tú como escritor? Danos tres adjetivos o tres frases.
El invierno de las Águilas es una novela de aventuras, no un tratado de Historia. Violencia y erotismo, pero también un resquicio de humor (Gannicus, el galo) y principios personales cuestionados (Orestes y más tarde el propio Marco). Una novela que intenta sumergir al lector en su historia, que desee continuar leyendo.
En tu libro se describen escenas violentas, duras, que más de una vez nos han hecho removernos en el sofá. ¿Crees que ha desaparecido la barbarie en la naturaleza humana o, por el contrario, presenta otras caras distintas?
Interesante cuestión, sin duda, que me he planteado a veces. Desde hace decenas de miles de años, cuando el hombre tomó conciencia de su propio poder, del sentido de la propiedad, de la defensa de su familia y territorio, y también de su avaricia y deseo de arrebatarle lo suyo a su vecino, al fin y al cabo, del miedo visceral al otro, de atacarle antes de que este le atacara a él, de las primeras y rudimentarias formas políticas, de sus tiranías y persecuciones a lo largo de una evolución a través de los milenios y los siglos, hasta la época actual, seguimos siendo los mismos, el mismo salvaje, el bárbaro, con nuestros miedos, ambiciones, envidias y deseos de supervivencia, solo la civilización y el orden, y nuestra propia moralidad personal forjada durante generaciones, nos impiden a veces tomarnos la justicia por nuestra mano o coger del otro lo que no nos pertenece. La crueldad y la barbarie son inherentes al ser humano, escondidas en lo más profundo e inconfesable de su alma, de hecho, el hombre del siglo XX superó en esto a sus lejanos antepasados en el III Reich alemán y en la Unión Soviética de Stalin, por poner los ejemplos más archiconocidos. El hombre siempre ha sido el lobo del propio hombre. No tenemos más que encender la televisión y ver los telediarios.
Sabemos que no es lo mismo, pero El invierno de las Águilas nos ha sugerido destellos de grandes éxitos como Juego de Tronos. ¿Cuáles han sido tus influencias a la hora de componer la historia?
Es curioso, jamás vi un episodio de la serie Juego de Tronos, y que conste que a veces he tenido en mente verla. No obstante, dos series televisivas de éxito sí que me han podido influir hasta cierto punto, como la mencionada anteriormente Roma y Espartaco, Sangre y Arena; y también, como dije antes, los Relatos Salvajes de los comics en blanco y negro de hace décadas.
No obstante, me influyó mucho la novela Aníbal de Juan Eslava-Galán, también muy violenta y llena de crueldad; me gustó mucho y disfruté en verdad con su lectura, hace ya algunos años.
En relación con el proceso de escritura, ¿tenías la trama en tu cabeza antes de comenzar a escribirla o todo fue desarrollándose progresivamente? Si pudieras volver a empezar, ¿cambiarías algo del desarrollo?
Naturalmente, todo fue evolucionando conforme avanzaba en la composición, incluso es una historia distinta de la original, con numerosas digresiones temporales de los protagonistas, recreando batallas o vivencias de su pasado en primera persona y con lenguaje arcaico al principio de cada capítulo. Pero todo eso lo eliminé porque entendí que existía el riesgo de hacerle perder al lector el hilo lineal de la trama y despistarse; además, restaba agilidad a la historia.
El título de la novela llamaría la atención de cualquier lector. ¿Puedes comentarnos, sin desvelar nada, de dónde viene y cómo llegaste a él?
Sí, por supuesto, y lo recuerdo perfectamente. Mi novela se titulaba originalmente «El Pretoriano», pero le cambié el título antes de su publicación al descubrir que existía otra obra de título casi igual, aunque lógicamente distinta, de un autor anglosajón, Praetorian. Tras varias ideas, decidí titularla El Invierno de las Águilas, por la razón de que el grueso de la trama transcurre en invierno, pero también como alegoría del principio del final del Imperio Romano, de ahí el término «invierno», como algo que expresa también el final de algo, la última etapa.
Emilio, hemos llegado al final de esta entrevista y nos gustaría dejarte un breve espacio para que compartas con tus lectores aquello que se nos haya podido quedar en el tintero. Te agradecemos también tu disposición y tu tiempo.
Ha sido un placer. Bien, espero que la novela guste a quienes aún no la han leído, en verdad que he disfrutado escribiéndola. Actualmente estoy ocupado en la segunda parte; pretendo crear una saga, idea que he madurado mientras escribía este verano otra novela ambientada en la Era Vikinga, trabajo que he dejado inconcluso archivado en mi ordenador, juzgué menos laborioso escribir un relato sobre unos personajes ya creados. La novela histórica no es fácil, exige una buena base de conocimientos y tiempo de investigación, y más con personajes inventados por uno mismo, pese a hacer aparecer a otros que sí fueron reales.
Gracias a ti por esta entrevista.
Un abrazo.
Disponible en: Amazon
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