¡Bienvenido, David! Es un placer charlar contigo. no de una de tus obras, sino de dos: Di-vertimentos y poemas no divertidos y Cuarenta formas de extraviarse en un laberinto. La primera recoge dos formas de hacer poesía: una nueva llamada «di-vertimento», una simbiosis entre forma y contenido, y otra más clásica. La segunda es una recopilación de cuentos inteligentes, paradójicos, algo irónicos y un poco melancólicos.
¿Podrías comenzar contándonos un poco sobre ti y cómo comenzaste en el mundo de la escritura?
La literatura me ha interesado desde que tengo memoria. Debo agradecer a mis padres por imbuir en mí la idea de que la biblioteca de nuestra casa era un mundo maravilloso. Que no entregaba sus secretos fácilmente, pero que se debía explorar para extraer sus tesoros. Sin embargo, pese a haber sido un buen lector, he partido tarde probando con la escritura.
El concepto de «di-vertimento» es fascinante. ¿De dónde surge esta idea de fusionar formas prosaicas del mundo cotidiano con un contenido poético inesperado?
Es difícil descubrir cómo o dónde se origina una idea. Se suele pensar que las novedosas emergen con un chispazo repentino. Pero en verdad necesitan un caldo de cultivo, un ambiente favorable en el cual uno se ha movido por mucho tiempo. El «di-vertimento» nace de la idea de producir una fractura en una forma a la que estamos habituados (la noticia, el letrero, el aviso, etc.), utilizándolo para darle un contenido no esperado, poético, humorístico, paradojal. Pienso que ese giro inesperado puede atraer la atención del lector en el sentido de llevarlo por un camino no explorado.
En la sinopsis de la obra mencionas a Nicanor Parra. ¿Cómo ha influenciado su trabajo en tu proceso creativo y en la concepción de este libro?
Parra es sin duda uno de los grandes rupturistas de la forma poética, conduciendo al lector a un mundo literario novedoso. Sin embargo, considero que el di-vertimento es una forma literaria menor comparada con el antipoema. Hace ya bastante tiempo mostré a Nicanor Parra, en un taller literario al que asistía, los primeros rudimentos de mis di-vertimentos. Se interesó y dijo: «Esto es pura antipoesía». Por cierto, los sobreestimaba. Pero no hay duda de que el mundo parriano es atractivo y ha influido en lo que escribo.
Tu obra explora el juego de palabras y cómo estas pueden transformar el significado original de las cosas. ¿Cómo ves este juego en relación con la vida misma?
Las palabras, por cierto, adquieren diversos sentidos dependiendo del contexto en que se sitúan. Me parece que el juego de palabras consiste en asociar dos o más conceptos que pueden ser entendidos de varias formas diferentes. Pongo como ejemplo uno de mis «letreros»:
Alojo cuerpos extraños. Grandes comodidades.
Alojar cuerpos extraños dirige la imaginación hacia la medicina, a la enfermedad. Pero la segunda parte produce un giro semántico que obliga a tomar una nueva dirección, donde se puede encontrar el humor y la ruptura de la forma «letrero». Aquí, esta forma a la que estamos habituados que se utilice como transmisor de información se usa de modo surrealista.
A menudo, la poesía se asocia con la nostalgia y el paso del tiempo. ¿Cuál fue tu inspiración para centrarte en estos temas en tus poemas no divertidos?
El paso del tiempo es doloroso, por todo lo que se deja atrás y se va transformando en algo rígido que pesa en la conciencia de tan diverso modo. Nos damos cuenta, como dice Parra en su «Epitafio», que «Fui lo que fui: una mezcla / De vinagre y aceite de comer / ¡Un embutido de ángel y bestia!». Así, a veces es inevitable sentirse como mero espectador de una vida que nos supera. Una vida inasible que se escurre como arena entre los dedos.
Decidiste incluir versificación tradicional en verso libre junto con tus «di-vertimentos». ¿Qué te llevó a combinar estas dos formas en un solo libro?
Es cierto que son dos formas diferentes. Por ello mismo, actúan por contraste, permitiendo reflexionar de dos modos sobre temas similares. Es como una comida con dos platos de sabor contrapuesto, pero unidos por su condición de alimento, en este caso, para el espíritu.
Escribir poesía puede ser tanto un acto de valentía como de vulnerabilidad. ¿Cuáles consideras que han sido los desafíos más grandes al escribir esta obra? ¿Qué recompensas has obtenido a cambio?
Sin duda la incursión en la poesía es, por sí sola, una forma de encontrarse a sí mismo, aún antes de contar con el reconocimiento de otros. Ejerce una labor sanadora, de cura del alma. Como dice Enrique Lihn: «Porque escribí estoy vivo». Al escribir no pretendo un reconocimiento masivo, sino a lo sumo la comprensión de unos pocos.
Por otra parte, Cuarenta formas de extraviarse en un laberinto es una recopilación de cuentos. Estos invitan a reflexionar por la paradoja, el humor y la crítica que presentan. ¿Qué te llevó a contarlos?
Son cuentos que se fueron acumulando con el tiempo y que se unieron espontáneamente unos con otros en torno a la idea de la pérdida del sentido de la vida. Aunque en general se pueden adscribir al género fantástico, con lo cual aparentemente se distancian de la realidad, inducen a pensar en los caminos extraviados, como indica el título. Es cierto que utilizo el humor como una forma de llegar más directamente al lector. Pero, como a veces se dice, en el fondo el humor es algo serio.
Hay algo intrínsecamente enigmático en el título. Nos gustaría saber, ¿por qué cuarenta formas? ¿Tiene algún significado especial para ti?
Además de que esa es la cantidad de cuentos del libro, lo de «cuarenta» es un número poco importante, colocado allí por su sonoridad o porque evoca un cuento de Las mil y una noches. Tiene más relevancia la idea del laberinto. Desde la Antigüedad ese concepto ha jugado un papel importante en la literatura. Ha sido una metáfora recurrente de la vida y la muerte, de caminos recorridos mil veces sin la esperanza de hallar una puerta al exterior. Desde el laberinto del Minotauro hasta los laberintos de Borges, se han buscado respuestas a ciegas, tanteando el muro. El laberinto ha servido a la literatura para simbolizar la esperanza humana de transformarse un día en un Teseo que logra al fin emerger del dédalo y ver la luz.
Los cuentos que narras están llenos de simbolismo y metáforas. ¿Puedes compartir un poco cómo construyes estos significados? ¿Y cómo decides qué elementos incorporar en tus relatos?
Si bien trabajo con elementos propios de la literatura fantástica, como la magia, lo paranormal o lo mitológico, el tema siempre nace de un sentimiento real, tal como la pérdida del sentido del vivir, el fantasma de la muerte o la naturaleza intrínsecamente misteriosa del mundo en que nos vemos lanzados.
Tal y como mencionas, este estilo rememora a figuras literarias como Ambrose Bierce, Kafka y Borges. ¿Cómo han influenciado estos autores en tu escritura? ¿Hay algún otro autor u obra que haya sido crucial para ti?
Sin duda esos autores son maestros en el género fantástico y han influido mucho en lo que escribo. Pero es difícil distinguir nítidamente qué escritores han repercutido más o menos en lo que hago. Uno, a lo largo de la vida, se va enamorando de diversos autores, y pasa de uno a otro como un amante que quiere probarlo todo. El lector es, en general, bastante infiel a un autor, pues lo abandona rápido y vuelve pocas veces a repasar las mismas páginas. He vuelto sobre Poe, Cortázar, Borges, Kafka y Tolkien. Esto puede indicar los autores por los que me he dejado influenciar.
¿Hubo algún cuento en particular que te resultara especialmente desafiante escribir o que te afectara emocionalmente? Si es así, ¿podrías contarnos un poco sobre esa experiencia?
En el cuento «Informe de un naufragio», el protagonista descubre de pronto que puede atravesar la materia. Aprovechando este poder se dedica a actividades banales, aunque no exentas de dificultades, como cruzar muros para robar. Lo escribí en un momento de negatividad en que me abrumaba lo inasible de las cosas. Igual que en el resto de los cuentos, el personaje se extravía en un mundo que no logra contenerlo. Por ello, ese relato es uno de los más pesimistas del libro.
Tras adentrarse en tus «di-vertimentos» y poemas y tus cuentos, ¿qué esperas que sientan o descubran tus lectores al sumergirse en ellos?
Es difícil prever cómo recibirán los lectores lo que uno escribe. Ello depende mucho de las afinidades de cada cual. He conocido personas que detestan la literatura fantástica o la ciencia ficción. También me he encontrado con algunas que solo leen estos géneros. No podemos decir, sin embargo, que esos sesgos los descalifican como lectores. De los que leen poesía, que desafortunadamente son cada vez menos, espero que me acepten como una voz que toca alguna fibra de su sensibilidad. De los que leen cuentos, espero haber sido capaz de hacerles llegar un mensaje, una idea, que trascienda lo puramente anecdótico.
Cada escritor tiene un proceso único. ¿Cómo es el tuyo? ¿Tienes algún ritual o hábito especial cuando escribes?
Francamente no tengo un ritual o hábito, a no ser que se puedan considerar como tales el constante reproche interior que me hago por no estar escribiendo cuando me encuentro abocado a infinidad de tareas rutinarias. Sin embargo, escribo lento, morosamente (y también amorosamente), en los contados espacios que me deja la vida cotidiana y mi trabajo de arquitecto.
Ahora que Di-vertimentos y poemas no divertidos y Cuarenta formas de extraviarse en un laberinto se han publicado, ¿qué planes tienes para el futuro? ¿Podemos esperar más obras tuyas próximamente?
Estoy trabajando en una novela y un libro de ideas expresadas gráficamente. Pero, como he dicho, soy de escritura morosa. El escribir es satisfactorio en sí mismo, por lo que terminar una obra es perderla un poco.
Antes de finalizar, ¿te gustaría compartir alguna otra cuestión con tus lectores?
El libro es el material de encuentro de sensibilidades afines, la del escritor y la del lector, a través de ese puente que es la obra literaria. Esa conexión no deja de ser misteriosa. Si ese encuentro se produce es beneficioso para ambas partes. Espero entonces que esa conexión se produzca.
¡Muchas gracias por atendernos, David! Te deseamos mucha suerte con tus libros y tus próximos proyectos literarios.
Di-vertimentos y poemas no divertidos y Cuarenta formas de extraviarse en un laberinto están disponibles en librerías.
La nueva, que a falta de denominación usual se ha bautizado di-vertimento, toma prestadas diversas formas prosaicas del mundo cotidiano y les otorga un nuevo contenido que viola o transgrede el sentido del contenido original. Esas formas usuales son variadas: la noticia, el letrero, el telegrama. La noticia ya no transmite algo nuevo sino una idea paradojal, el letrero ya no advierte sobre una contingencia sino adquiere aire humorístico.
El di-vertimento es un juego, como su nombre lo sugiere, pero intenta además llegar más lejos produciendo una simbiosis entre forma y contenido, donde el nuevo contenido se aprovecha de la forma antigua, usándola a veces con «malas intenciones», en cierto modo violándola, con el objeto de producir algo nuevo, un «artefacto» novedoso, como diría Nicanor Parra.
Como dice un «Letrero» en este libro, la tarea se reduce a lo que hace todo poeta: Se hilvanan palabras para formar, en definitiva, collares más o menos valiosos.
La segunda forma poética que aquí se utiliza es la versificación tradicional en verso libre. Allí ya no se transgrede la forma.
La suerte de estos poemas no divertidos queda, como siempre, en manos del lector.
Disponible en: RiL, Elkar, Buscalibre.com
Disponible en: Amazon, Barnes&Noble, Buscalibre.com
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