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Entrevista a César Cordovéz Pérez, autor de «La cosa»

Te damos la bienvenida, César, y te agradecemos que nos hayas atendido para respondernos a algunas preguntas sobre tu novela La cosa (Editorial Tregolam). Un relato impactante sobre el mundo de la cocaína en donde desmientes algunos mitos y ofreces una visión más realista sobre el proceso de producción y distribución en América Latina.

Tu protagonista se llama Enzo Zelada, el cual vive en Bolivia. El título de tu novela viene precisamente porque él llama a la cocaína «la cosa». ¿Por qué este apelativo?

Enzo Zelada protagoniza al indígena campesino andino, hombre humilde y laborioso, que lucha por la subsistencia de su familia y se vale del producto que  más rinde en el mercado agrícola actual, en este caso, cultivando la planta conocida como coca, que en aimara quiere decir «comida del viajero». En Bolivia y en Perú, sobre todo, es usual que los indígenas mastiquen sus hojas «acullicándolas» en la boca, esto es, mezclándolas con un poco de cal y su propia saliva, para desprender el jugo que produce esa sensación de calmar el hambre y el cansancio, aparte de fortalecer al cuerpo contra el mal de las alturas, el temido soroche. Son costumbres autóctonas que ya han sido declaradas por la Unesco como Patrimonio Cultural Intangible. Para Enzo es lo más normal su cultivo y su consumo, pero al derivado de la coca, lo que se denomina cocaína, Enzo despectivamente le denomina «la cosa», como aquello que él desprecia y de la que él no asume ninguna responsabilidad.

 

¿Por qué te decidiste a escribir sobre un tema tan delicado como el mundo del narcotráfico en Latinoamérica? ¿Qué les puedes adelantar a los lectores sobre tu libro?

El narcotráfico es un problema global y nos involucra directa o indirectamente a todos. No hay familia o comunidad en el mundo que no cuente con algún miembro que sea victima o participe de esa actividad. Siendo la zona andina de Suramérica la principal productora de coca, pasa automáticamente a ser nuestro continente el mayor productor de cocaína en el mundo. Pero es un producto ilegal y, por lo tanto, está en manos de poderosas y bien organizadas bandas, que las llamamos «carteles», que poco a poco se han ido constituyendo en estados dentro del estado y han adquirido tanto poder y tanta riqueza que están cambiando las estructuras instituidas, denigrando los principios morales de las sociedades y generando verdaderas guerras civiles. Mi libro describe el tránsito de una hoja, desde que Enzo Zelada le cosecha, le seca y entrega al intermediario para canalizar su procesamiento hasta obtener la cocaína, que es el producto final, esa «cosa» que irá a los mercados del mundo y a cuyo paso sembrará una ola de corrupción, crímenes e injusticias, propias de los intereses desbocados y de la codicia que genera el dinero.

 

En relación con la pregunta anterior, y con el argumento de tu novela, ¿qué mensaje querías lanzarle al lector y compartir con él? Háblanos un poco sobre el motivo principal que te impulsó a sentarte un día y escribir esta impactante novela.

Hollywood presenta al latinoamericano como un desadaptado y libertino macho que no respeta ni a Dios, ni a la ley. Con esa imagen recorren sus películas el mundo y dejan el mensaje del caos y el primitivismo de nuestras sociedades. Yo presento a un latino que lucha tenazmente y con pocos medios contra una naturaleza que es fértil pero hostil y que le permite subsistir sin generar verdadera riqueza. Nuestras fuentes de riqueza son los metales, los minerales y los petróleos que requieren los países industrializados, que históricamente los explotaron para su propio provecho. Latinoamérica fue desde su independencia el patio trasero de los Estados Unidos. Y su huerta. Al latino le ha quedado como única opción vivir del comercio, el turismo y de la producción agrícola y, como esta también es manipulada por los mercados internacionales, pues la opción de la coca es lo más cercano a la única fuente real de riqueza que la podemos manejar a nuestro antojo y voluntad.  Y hay una inagotable demanda en todo el mundo. Los Enzos Zeladas son millones de campesinos que se están beneficiando de un producto prohibido, pero estable y con futuro prometedor. Ellos me motivaron a escribir mi novela para sacarlos de su anonimato y darles cuerpo y voz con sus dramas, costumbres y necesidades.

 

La mayoría de tus personajes —Enzo, Jairo, don Genaro, Oliver, Joao de Souza, Jorge Reina, el Pato, Armando Russo, etc. — se introducen en el tráfico de drogas por no tener otra salida laboral, por falta de recursos y oportunidades. ¿Opinas que Estados Unidos y Europa siguen aprovechándose de esta situación para poder enriquecerse más todavía en detrimento de las condiciones de los países suramericanos? ¿Cuál crees que es el verdadero problema de esta situación?

Todos mis personajes son reales dentro de la ficción de sus nombres, pues representan al común latino que, falto de opciones laborales o víctima de la injusticia social va cayendo en las garras de las mafias, que le involucran en la producción, el tráfico, la corrupción, el crimen, la prostitución, el consumo de drogas y todo lo que en mi novela he descrito con muchos detalles y realidad. Mientras el Primer Mundo consuma la droga y no lo pueda controlar, regirá esta situación.

 

Eres un escritor ecuatoriano afincado en Alemania. ¿Escribir La cosa ha supuesto para ti, de alguna manera, un regreso hacia tus raíces o querías denunciar también la explotación constante de la tierra y la naturaleza en países como Ecuador, Bolivia, Brasil o Perú?

Soy ecuatoriano y resido en Alemania, pero nunca renuncié ni me alejé de mi identidad ni de mis raíces latinas. Desde mi jubilación hace seis años me he dedicado a la literatura, que fue siempre mi pasión heredada de mi abuelo y de mi padre. Con mis escritos me traslado mental y emocionalmente a mi país y trato de plasmar los recuerdos nostálgicos con las realidades crudas para crear un cuadro costumbrista, pero también de denuncia, ya que nuestra sociedad latina está carcomiéndose ante nuestra vista e impasibilidad. El narcotráfico no conoce fronteras y, habiendo veintitrés países con el mismo idioma español, la misma mentalidad, cultura y necesidades y deficiencias sociales, pues he escrito una obra aplicable a todos y cada uno de esos países.

 

A raíz de desenmascarar de alguna forma todo lo que sucede con el tráfico de drogas en Latinoamérica y la relación de este con EE. UU, se escucha en diferentes medios culturales un nuevo subgénero llamado «narcoliteratura». Sin embargo, hoy en día existe un debate con respecto al término: unos lo consideran peyorativo y otros, sin embargo, necesario. ¿Qué opinión te merece la denominación de subgénero literario?

Considero que el narcotráfico y las drogas son una realidad en el mundo entero, como son las guerras, las catástrofes naturales, el terrorismo, etc.  Las actividades furtivas y disimuladas del narcotráfico, su consumo semiclandestino y todas sus facetas son ilegales, lo que convierte a personas como tú o yo en actores de dramas híperoriginales y parte de fantasías casi palpables. Un Pablo Escobar es un mito desde el día en que nació y seguirá siendo un héroe y una leyenda, un rey Midas, un Robín Hood, un santo para la eternidad. Un Chapo Guzmán es un dios de carne y hueso en Sinaloa. Cada escape suyo de las cárceles de alta seguridad merece un libro y una adaptación cinematográfica. Y así, su vida, su fortuna, sus amores, sus crímenes. Es decir, estamos ante una realidad a la que no hay que menospreciar, aunque sea irregular e ilegal. Por eso creo que mi obra La Cosa se acerca a una narcoliteratura y asume una denuncia social. Bien podría catalogarla como un necesario y muy actual subgénero literario.

 

El escritor Don Wislow dijo en una entrevista que una de las soluciones al problema del narcotráfico es «legalizar el comercio de drogas, así se destinarían los recursos de esta guerra a cuestiones como el desarrollo económico, la salud…». ¿Qué opinas al respecto? ¿Consideras que el mundo de la droga es un problema que nunca podrá solucionarse o llegará algún momento en el que se tomen las medidas necesarias fuera de los actos de corrupción?

El ser humano ha consumido drogas desde los inicios de la humanidad. Mientras tuvo el carácter de ritual, sea religioso o medicinal, su consumo fue específico, moderado y controlado. El Imperio Incaico conoció las diferentes drogas que producían sus variadas regiones, pero su uso estaba permitido solo para los altos sacerdotes y sabios chamanes medicinales. Si se legislara a nivel mundial la legalización de las drogas se acabaría el narcotráfico y las secuelas criminales que este trae consigo. Se acabaría el contrabando y el reparto de droga en las aulas escolares, donde nace la dependencia que degenera en vicio. Los estados tendrían control y muchos medios para erradicar cualquier foco peligroso. Lo que se ahorran en combatir al narcotráfico y mitigar sus consecuencias lo pueden destinar para fines de beneficio social. No olvidemos que Estados Unidos vivió la época de Prohibición Alcohólica, nefasto periodo de proliferación criminal y consumo clandestino que fue abolido y retornó la seminormalidad cotidiana, con la que se puede vivir…

 

En tu novela La cosa realizas una descripción exhaustiva sobre la red del narcotráfico. Desde el agricultor que planta la erythroxylum coca, pasando por los laboratorios hasta su distribución para alcanzar su origen en países como Estados Unidos. Desde el punto de vista del escritor, ¿cómo ha sido enfrentarse a esta trama? ¿De dónde nacen tus fuentes de información para escribir un libro tan detallado?

Fui Gobernador de la Provincia Amazónica del Napo y, como tal, fui el Comandante Civil de la Policía y Fuerzas Armadas, con lo que tuve acceso a la información referente a actividades delictivas relacionadas con el narcotráfico. La Selva Amazónica, como lo describo en mi libro, es «tierra de nadie» para los productores y traficantes. La selva es una testigo ciega y muda que favorece el escondite y la impunidad absoluta.

 

A pesar de que esta es tu primera novela publicada, parece que llevas escribiendo desde hace mucho tiempo. ¿Cómo definirías la sensación de que tu libro haya visto la luz finalmente? ¿Tienes algún referente literario a la hora de plasmar tus textos?

Debo confesar que me gusta mucho el estilo de Vargas Llosa y muchas veces me han comparado con él cuando he escrito historias cortas a nivel privado. Mi intención primordial es el conservar la riqueza del idioma español de la Sierra Ecuatoriana, cuajado de expresiones y modismos quechuas y salpicado de anglosajonismos criollos. La Cosa es mi primera publicación y lanzamiento al público. Personalmente para mí representa la realización de un viejo y añorado sueño. Mi esposa me dijo: «¡Te veo y siento tan feliz, como que a tus 71 años has tenido un nuevo hijo!». Y yo le respondí: «¡Ojo, que ya vienen otros!».

 

Tu libro destaca, entre otras cosas, por tener una estructura coral en la cual cada capítulo forma parte del punto de vista de los distintos personajes que la conforman. ¿Qué características tienen cada uno de ellos y qué aportan a la historia?

Mi historia es una larga cadena entrelazada por cada personaje que es un eslabón que va añadiéndose indistintamente según la acción del relato y su importancia. Cada personaje de mi novela es la copia de uno existente en mi vida real, nada más que lo tamizo por mi fantasía y lo ubico en mi obra con otro nombre y función. Aportan así que yo me sienta dentro de esa historia y viva lo que voy escribiendo, con lo cual consigo mi realismo en blanco y negro.

 

Mafias criminales, sobornos, asesinatos, chantajes, dinero, poder…todos estos elementos se entretejen en tu novela en una sociedad  que ya está más que habituada a convivir con la planta de la coca boliviana. ¿Crees que esta herida abierta logrará curarse algún día, especialmente en Bolivia?

Bolivia fue gobernada por un dirigente cocalero que dio gran impulso a la legalización del cultivo de la coca como medio de subsistencia de grandes sectores campesinos. Su gestión condujo a que la Unesco declarara Patrimonio Cultural Intangible al Acullicamiento de la Coca, que es la costumbre ancestral indígena de masticar las hojas de coca. Ya este hecho permite deducir que la producción de coca perdurará y viviremos con ella dándole el debido y ancestral uso. Las heridas abiertas por el tráfico de su derivado, la cocaína, se curarán solas como se curan siempre las heridas de guerra y de las catástrofes naturales. Repito: si se legalizara su consumo se erradicaría la fase criminal y se acabarían las mafias y sus tentáculos perniciosos y destructivos. En Europa tenemos el ejemplo de dos ciudades, Ámsterdam y Zúrich, que toleran la posesión y consumo de drogas y que han conseguido bajar los índices de criminalidad y mitigar los efectos de ese consumo. Pero, como dice un viejo refrán alemán: «Dos golondrinas solas no dan vida a un verano». Tendría que ser una decisión global o, una iniciativa en toda la región europea, por ejemplo…

 

Antes de despedirnos, César, te dejamos un espacio para que le comentes lo que quieras a los lectores. Te agradecemos también tu disposición y tu tiempo.

En realidad, soy yo quien debe agradecerte por brindarme esta oportunidad para dar a conocer mi obra y los motivos que me llevaron a publicarla. Muchas veces no nos damos cuenta del peligro que acecha en cada rincón hasta que caemos como victimas. Cuantas veces he estado en España y me han ofrecido droga en el chiringuito de la playa o en cualquier estación de trenes. Yo diría que tantas veces como las que he dicho ¡NO!, pues vengo de la mata y conozco esa «flor».

 


  • Nombre: César Cordovéz Pérez
  • Género: novela
  • Bio: Nacido en Quito en el año de 1948, como segundo hijo entre nueve hermanos. La prematura muerte de su padre, de ancestros andaluces, le obligó a enrolarse tempranamente en la vida laboral. Esto marcaría su destino de peregrino internacional trabajando en distintas empresas en varios países, que terminó cuando se radicó en Alemania en el año 1990. Se integró a la cultura teutona sin renunciar a sus raíces latinas y, desde el año 2014 es un jubilado con serias y ambiciosas pretensiones literarias, habiendo ya obtenido menciones honoríficas y críticas positivas y alentadoras a varias de sus creaciones. Su camino lo llevó a conocer mucho mundo, lo que le permite ahora matizar sus historias codeándose con esas culturas y valiéndose de las experiencias vividas. Dice que su verdadera fuente de inspiración nació cuando se aventuró como colono en la Región Amazónica Ecuatoriana, donde residió durante muchos años y se contagió del misticismo verde y del misterio mágico de su naturaleza indómita, que son los elementos que mas predominan en sus historias, con las que pretende transportar al lector al mundo de la selva que va perdiendo su virginidad con la presencia agresiva del hombre, que la va contaminando con su voraz mal uso y explotación. La Cosa, recrea hechos reales y criminales que están sucediendo en la inmensidad de esa foresta sudamericana
  • Obra: La cosa

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