Buenos días, Arturo. ¿Cómo estás? Muchas gracias por atendernos para hablar sobre la publicación de tu libro Carril de Oro, en el que narras a modo de crónica tu experiencia como trabajador en una conocida empresa ferroviaria.
Trabajaste como operario en la estación de Chamartín de Madrid. ¿Qué cosas has aprendido en todos tus años de experiencia?
He aprendido que el ferrocarril tiene una complejidad técnica y logística que lo convierten en un invento portentoso, pero que desgraciadamente está administrado y asistido por gente que acostumbra a no dar la talla.
Tu libro, nos parece una confesión ensayística muy cruda pero necesaria. ¿Qué crees que puede aportar la literatura para cambiar este tipo de cosas?
Sería lógico pensar que una obra literaria que transmita principios éticos, pueda favorecer la preservación de la integridad física de los demás; y que otra que abogue por las actitudes lesivas, sirva para promocionar el daño ajeno. Por eso no es lo mismo leer el libro Yo estuve en Stalingrado, de Hans Weest, que el Mein Kampf, de Adolf Hitler. Y, sin embargo, ambos títulos se encuentran a la venta. Si un adolescente me preguntase cuál sería conveniente leer, yo le diría que los dos, aunque con el ruego de que se calce primero el más viejo, y de que cuando termine ambos, nos vayamos a tomar unas cocacolas por ahí.
Una oración al comienzo del libro aplasta al lector por la dura realidad que se ha escondido sobre la precariedad del trabajo: «Tengo la carne del índice abierta hasta casi el hueso […]. El frío, la humedad y la fuerza con que tengo que apretar la lazada han hecho sus estragos, así que debo cuidarme diariamente una herida que no acaba de cerrar». Además de ser un libro reivindicativo, es un texto lleno de verdad que no deja indiferente. ¿Cómo fue sentarse a escribir sobre esta experiencia?
Me senté a escribir durante un largo período de baja por enfermedad, porque sospechaba que mi vida ferroviaria se acababa, y sentía la necesidad de dejar dichas unas cuantas cosas. Como jamás me había empeñado en semejante industria, tuve que compensar la falta de oficio con una gran disciplina, gracias a la cual puedo decir que terminé el libro. Y aunque esa dura realidad a la que te refieres se quede enana si se compara con la que hayan podido vivir otros individuos, creo que puedo decir que mis recuerdos tienen, en cualquier caso, una gran carga emotiva.
¿Qué aspectos han cambiado desde que entraste a trabajar en esta conocida empresa ferroviaria hasta que tuviste que darte de baja permanente? Relacionado con esto último, ¿qué implicó a nivel personal?
RENFE ha pasado de ser una empresa pública movida por una cantidad considerable de empleados, a otra medio privatizada; y de una entidad con la típica cadena de mando piramidal, a otra con estructura de diamante. En un principio, RENFE estuvo caracterizada por su ineficacia; y ahora, por una pérdida sin parangón de su carácter social. En cuanto a mí, puedo decir que cuando me marché sentí una gran liberación.
Después de haber escrito esta desgarradora autobiografía, ¿has pensado en lanzarte a escribir narrativa?
Sí, lo estoy pensando. Creo que los ensayos autobiográficos son duros de roer, porque ciñen el campo a la vida y milagros de un individuo al que le ha dado por opinar sobre determinados asuntos. De modo que, aunque requieran de originalidad y puedan resultar innovadores, carecen del sustrato de la narrativa, de esa mezcla de situaciones, lugares y personajes ficticios que tantas alas le dan al lector.
El Carril de Oro es una alegoría genial acerca de la recompensa que el trabajador se merece por sus años de desempeño. «Nadie me va a dar el Carril de Oro cuando me jubile, ni falta que haría si las cosas fuesen bien». ¿Qué podría compensar tus años de trabajo en esa empresa?
La única compensación por mis años de trabajo ha consistido en una pensión vitalicia y razonablemente remunerada. Lo cual no está nada mal, dados los tiempos que corren. Pensar que te van a premiar al final de tu carrera con una especie de medalla al mérito es absurdo, porque si algo está demostrado, es que en RENFE nadie es extraordinario ni imprescindible. Es mucho mejor obsequiar a los compañeros, a lo largo de todo el camino, con actitudes colaborativas y desinteresadas, en vez de andar buscando distinciones por ahí. Cuando los héroes se meten de por medio, es que el asunto no va nada bien.
Perteneciste al sindicato. Sin embargo, en un momento del libro lanzas una hipótesis directa: «Si se dispone de tres grupos de igual tamaño, compuestos respectivamente por personal de dirección, sindicalistas y empleados, y se lanza a cada grupo una piedra certera, la probabilidad de darle en la testuz a un sinvergüenza es la misma en todos los casos». ¿Por qué tuviste ese desencanto con la organización trabajadora?
La mayoría de las organizaciones sindicales acaban demostrándose como lo que son: como grupos de interés que no actúan en favor del común de los trabajadores, sino más bien en beneficio de quienes las dirigen o de quienes las apoyan con sus actos.
A la vez que nos hablas de todo lo que has vivido, entra en juego también el contexto histórico y social que se iba sucediendo en España a la vez que transcurrían tus años como ferroviario. ¿Recuerdas algún acontecimiento que te marcara más que los demás? ¿Por qué?
El acontecimiento que más me marcó fue el atentado de Atocha, porque me ocasionó tristeza, vergüenza y desesperanza. Tristeza por las personas muertas; vergüenza, porque quienes por entonces nos gobernaban intentaron manipular la verdad de lo sucedido, movidos por intereses bastardos; y desesperanza, porque aquella barbaridad solo fue un botón de muestra de todas las que continúan cometiéndose por ahí.
Tu estilo narrativo se caracteriza por ser claro, sincero y sin tapujos, lo que provoca en el lector una empatía inmediata contigo, pues no se siente ni engañado ni ninguneado a lo largo del relato. ¿Pensaste en algún momento en cambiar el tono por temor a que alguien se sintiese ofendido?
No, porque la escritura es un ejercicio subjetivo del autor, que intenta exponer sus sentimientos e ideas valiéndose de su personal estilo literario. De modo que algunas personas entenderán que lo que digo es farragoso y nada comedido, mientras que otras pensarán que está escrito libremente y con gracia. Es imposible contentar a todo el mundo, qué mas quisiera yo.
Estamos llegando al final de la entrevista. Arturo. ¿Hay algo que te gustaría comentar y que no te hayamos preguntado?
No, pero me gustaría decir que si alguien tiene dudas u objeciones en cuanto al contenido de mi obra, puede plantearlas en el blog que tengo dispuesto al efecto, y cuya dirección es: https://carrildeor.blogspot.com/ .
Muchas gracias por tu tiempo, Arturo. Te deseamos mucha suerte con tu libro Carril de Oro, el cual recomendamos insistentemente a todos nuestros lectores.
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