Buenos días, G.W. March. Es un placer poder hablar contigo acerca de la publicación de tu novela La hermandad oscura, la cual es la primera parte de una saga llamada La conjura de la sombras. La historia está protagonizada por Galahad un chico algo tímido que, tras conocer a su nuevo grupo de amigos, se verá envuelto en un mundo lleno de poderes ocultos que desconocía.
¿Qué más va a encontrarse el lector en esta primera entrega?
La hermandad oscura es una obra, crossover, que se compone de tres hilos conductores. De una parte, se narra cómo una secta de guerreros-brujos llega a Dirleton, un pequeño pueblo de Escocia, para hacerse con un maletín que guarda un terrible secreto. De otra, se describe la vida de Galahad y su pandilla, su pasado, sus luchas de poder y cómo sobreviven a una existencia vacía y plagada de conflictos. Por último, se aborda la investigación que un policía debe emprender para resolver un misterioso asesinato ocurrido en la localidad.
La historia se sitúa a finales de octubre de 2005, en vísperas de la noche de Halloween. Galahad MacDermott vive en compañía de su madre, quien no ve con buenos ojos la pertenencia de su hijo a los Tiburones. Este grupo está formado por Gawain McCallan, un chico que acaba de salir del reformatorio en el que pasó doce meses por golpear a su padre hasta casi matarlo; Rufus, otro muchacho un año mayor que Galahad, pero que ya asume plenamente el rol de duro y delincuente juvenil; Kendrick, corpulento, cabeza hueca y firme partidario de Rufus; y Darren, el pequeño de la pandilla, al que los otros dos no dudan en hacerle la vida imposible.
Los Tiburones no admiten fisuras; como Gawain se encarga de recordar a cada momento: «Quien no está con nosotros, está contra nosotros». Por eso, el día que Galahad se niega a cumplir con el ritual de iniciación («la prueba de fuego») que Gawain, Rufus y Kendrick le tienen preparado, solo consigue librarse de la venganza de sus antiguos camaradas gracias al auxilio de unos desconocidos.
Sin embargo, a partir de entonces se verá envuelto en una serie de peligrosos sucesos que culminarán con el hallazgo del cadáver de una joven con un extraño símbolo grabado en la frente. Mientras el inspector Tom McCormick toma las riendas de la investigación, Galahad tratará de rehacer su vida en compañía de sus nuevos amigos, sin saber que está a punto de entrar a formar parte de una peligrosa secta, una antigua Orden que rinde culto a las fuerzas de la oscuridad y cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.
En tu libro destacan temas como la lucha entre el bien y el mal, la moralidad, la educación y la violencia circunscritos en el mundo de las bandas juveniles. Al principio de la novela podemos leer: «…en parte, porque por aquella época comenzó el acoso de los Tiburones. Se divertían hostigándolo a través del móvil, poniéndole motes y tratando de que los demás le hicieran el vacío. Por eso, algunas veces faltaba al instituto». ¿Crees que es importante usar la literatura como herramienta para denunciar ciertos comportamientos tan graves como el acoso escolar? ¿Por qué?
En una época en la que, como plantea Zygmunt Bauman, «todos los valores y puntos de vista son igualmente válidos», creo que los escritores de literatura juvenil tenemos el compromiso de educar, y la mejor manera de hacerlo es abriendo la mente de los lectores. No se trata de moralizar, sino de prevenirles contra la manipulación, hacer que descubran los pros y los contras de los problemas sociales para que, finalmente, puedan formarse un juicio de valor.
Precisamente por eso la novela toca temas controvertidos como la homofobia, la violencia de género, el maltrato infantil y el bullying. Respecto de este último, quizás es el aspecto que más se trata, la Unesco planteaba el pasado año que uno de cada de cada tres estudiantes es acosado por sus compañeros. Esto me parece terrible. Cuando escribía los primeros capítulos de La hermandad oscura, no podía dejar de pensar en Jokin, un niño de Hondarribia que tras sufrir años de maltrato terminó suicidándose. La pregunta es: ¿cómo nadie se dio cuenta de lo que le estaba pasando? ¿Qué clase de valores transmite una sociedad que lleva a unos chicos a convertirse en verdugos y a otros en víctimas?
Con esta misma idea de trabajar los valores, la página web de La Conjura de las Sombras (https://laconjuradelassombras.com/) incorpora aspectos dirigidos a padres y educadores en dos apartados: la pestaña «Uso Educativo» muestra cómo hacer un uso pedagógico de la saga; mientras que en el blog, a través de la etiqueta «Adolescentes, hoy», se publican artículos sobre los principales conflictos que afectan a los jóvenes y adolescentes. El objetivo es que los adultos puedan interactuar con los chicos sobre aquello que la lectura les ha suscitado. Así, La conjura de las sombras no es solo una novela, sino que puede llegar a convertirse en materia de debate y, por ende, en un instrumento para educar.
Neil Gaiman dijo en una entrevista que «usamos la fantasía desde hace miles de años para dar sentido a nuestro mundo». Relacionado con la pregunta anterior, ¿existe en la escritura una forma de ver la realidad que nos rodea de una manera más «condimentada» gracias a la fantasía?
Solemos decir que la «realidad» es lo que podemos captar a través de los sentidos, pero esto no es cierto. Los colores que percibimos no son más que longitudes de onda de la luz, por lo tanto, no existen como tal. Los sonidos que escuchamos son frecuencias, pero hay otras muchos sonidos que no son perceptibles por los humanos y que, sin embargo, están ahí.
Ahora hablemos de los sinestésicos, personas que son capaces de OÍR un cuadro, o de VER una sinfonía. ¿Cómo podemos a aceptar que esas percepciones son «reales» y no pura invención? La respuesta es: porque alguien nos ha asegurado que esto «realmente» es así.
De lo anterior se deduce que NO llamamos realidad a lo que podemos ver y oír, sino a aquello que en cada momento histórico se define como «real». El problema es que, como plantea Thomas Kuhn, esta definición varía a golpes de revolución científica. Así, en tiempos de Copérnico era «real» que las ratas brotaban espontáneamente al mezclar ropa sucia y trigo, o que la Tierra se encontraba en el centro del universo y que los demás planetas y estrellas giraban en torno suyo. Pero aún hay más; la física cuántica defiende que puede haber realidades simultáneas y universos paralelos. Lo anterior nos conduce a pensar que los límites que separan lo real de lo posible son más bien difusos.
Volviendo a la literatura, la fantasía permite usar elementos que escapan a lo cotidiano, enriqueciendo la narración con colores y tonalidades. Al tiempo, puede acudirse a la fantasía como metáfora para tratar ciertos aspectos contradictorios de la realidad. Esto último lo encontramos, por ejemplo, en J. R. R. Tolkien. Cuando este autor plantea la tala desenfrenada de los bosques a manos del mago Saruman, en su obra maestra El señor de los anillos, en realidad está haciendo una crítica a los efectos de la industrialización en su país natal.
La fantasía permite forjar mundos nuevos y crear personajes insólitos, sin embargo, hay un límite, y es que no puede plantearse una historia que no sea verosímil. En mi opinión, eso es lo que debe pedirse a una buena novela de fantasía: que lo que ha venido sucediendo sea creíble y que al final todo encaje.
Como escritor representas muy bien las conductas de los adolescentes a través de las escenas y de los diálogos en tu novela. Las inquietudes de los protagonistas (sobre todo de Galahad) es, de hecho, el hilo conductor para hacer avanzar la trama. ¿Crees que tu formación y experiencia como psicólogo y educador han quedado reflejadas en parte de la historia?
Sin duda las personas que trabajan con niños y adolescentes están en una posición privilegiada para observar toda una serie de experiencias y anécdotas que luego puedan plasmar en historias. En el caso de La hermandad oscura, muchos de los personajes están basados en chicos reales, y en situaciones y conflictos también reales; y esto es válido no solo para hablar del bullying o de la delincuencia juvenil, sino también de otros temas que se verán en entregas posteriores como son el trastorno de conducta o la violencia filio-parental.
Otra cualidad que ayuda a escribir literatura juvenil es no haber perdido el niño «interior». Cuando uno es adulto las veinticuatro horas del día resulta difícil ponerse en el lugar de unos adolescentes. Sorprenderse ante un amanecer, llevarte a casa un cachorro abandonado, recordar los nervios del primer día de escuela o cómo te sentías cuando la chica más guapa de la clase invitaba a todo el mundo a su fiesta de cumpleaños, menos a tu mejor amigo, son cosas que te ayudan a construir a tus personajes adolescentes.
La hermandad oscura es una novela de fantasía ambientada en Escocia en el año 2005 en donde su protagonista, Galahad, cansado de obedecer a un grupo de acosadores de su colegio, se rebela y se encuentra con unos chicos que lo salvan del enfrentamiento con los primeros. Esta casualidad lo llevará a descubrir un mundo lleno de misterio, fantasía y tinieblas que coincide además con el asesinato de una persona en cuya frente tiene dibujado un extraño símbolo. ¿El caos domina nuestro mundo? ¿O eso es algo que solo podemos encontrar en libros de ficción como el tuyo?
Aunque tal y como ha empezado el 2020 parece que hayamos perdido el control sobre los acontecimientos, no creo que estemos ante un panorama apocalíptico. Sin embargo, no se puede negar que vivimos en un mundo difícil; un mundo en el que los gobiernos pueden lanzar un cohete a la luna, pero no terminar con el hambre; un mundo en el que los ecosistemas sucumben ante los beneficios empresariales; un mundo en el que, según Oxfam Intermón, una minoría dispone del 99% de los recursos, y en el que cada cuatro años hay una crisis que ahonda en la creciente desigualdad; un mundo en el que los medios de comunicación y las redes sociales se han convertido en herramientas de control social y adoctrinamiento, etc. Y la pregunta es: así las cosas, ¿merece la pena seguir escribiendo acerca de reinos atávicos, monstruos, vampiros y dragones en lugar de sobre los verdaderos problemas que sacuden a la sociedad?
En lo que a mí respecta, trato de usar la fantasía de una forma casi metafórica: que la Hermandad Oscura y sus cohortes de guerreros y brujos traten de arruinar la vida de la gente y arrastrar a la humanidad hacia el abismo es algo que se puede entender tal cual, o leyendo entre líneas. Creo que esa es la razón por la que, aunque La hermandad oscura es una obra dirigida a adolescentes, termina por enganchar a personas de todas las edades.
Ahora entramos en otro aspecto, y es que, una vez creada la situación distópica, ¿cómo se desenvuelven los personajes? Aquí cabe distinguir entre dos tendencias. De un lado, tenemos la fantasía oscura o grimdark, en la que aquellos se dejan vencer por el caos, volviéndose escépticos, egoístas y vengativos, como en la saga Canción de hielo y fuego de R.R. Martin (Juego de Tronos). De otro, está el hopepunk, que a diferencia del anterior, hace surgir en los protagonistas una llama de esperanza y el desafío de mejorar el mundo.
La hermandad oscura, al igual que las demás novelas de la saga, se encuadra en esta segunda corriente: pese a lo descarnado de las circunstancias que les han tocado vivir, superando sus fantasmas, sus claroscuros y sus contradicciones. Galahad y sus amigos continúan siendo buenos, altruistas y generosos; hacen el bien porque es lo correcto y no dudan en enfrentarse a las fuerzas del Mal, aun a sabiendas de que pueden perderlo todo. Pero, para ello, necesitan disponer de una brújula. Esta brújula es el Uno (símbolo de la luz y del sol en la Kabbalah), los valores, el código de conducta que les permitirá sortear los conflictos y crecerse ante las dificultades.
¿Qué crees que puede aportar la historia de La hermandad oscura a los lectores? ¿El género de la fantasía está hecho solamente para unos pocos o en tu caso tu libro puede leerlo cualquier persona?
Como ya he comentado, La hermandad oscura no es una novela de fantasía al uso. Aunque podamos encontrar en ella hechiceros, druidas e incluso demonios (todos ellos ubicados en la época actual), la base sobre la que descansa la obra son las interacciones que se tejen entre los adolescentes protagonistas y la objetividad con la que se narran las situaciones que viven.
Una de las películas que más me ha impactado ha sido El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro. El motivo es que, después de sugerir criaturas oníricas que pretenden causarte pavor, el director demuestra que los verdaderos monstruos habitan en el mundo real. Dicho de otro modo, no hace falta viajar al inframundo para topar con entes aberrantes, puedes encontrártelos en el colegio, a pie de calle y hasta en tu propia casa. Así, para una víctima de bullying, los verdaderos demonios son sus abusadores, para una madre que sufre agresiones por parte de su hijo, la vida cotidiana es el Infierno. Y es que la batalla entre el Bien y el Mal se libra en todos los frentes. Por lo demás, la fantasía surge cuando lo que planteas como hilo conductor es que «ese Mal no viene solo por lo que el propio sujeto piensa o hace, sino que además está alentado por la influencia de unos seres siniestros que conspiran para esclavizar a los hombres».
Por eso suelo decir que La conjura de las sombras es una saga realista en un marco de fantasía urbana. Es fantástica porque se basa en la mitología céltica y porque está inspirada en acontecimientos y objetos que la ciencia, a día de hoy, aún trata de explicar; y es realista, porque la crítica social que subyace y las situaciones que viven los personajes son análogas a las que pueden aparecer en las obras de Dickens, Gorki o Sierra y Fabra, por poner un ejemplo.
Esta combinación de realidad y fantasía es la esencia de La hermandad oscura.
A la hora de escribir, ¿cómo te planificas? ¿Sabes previamente lo que vas a contar o las ideas van llegando a la vez que la escritura?
La conjura de las sombras nació hace mucho tiempo, y, al contrario que la mayoría de las sagas, ha ido desarrollándose de atrás hacia delante; algo parecido a lo que hizo George Lucas con una parte de la serie Star Wars. Esto facilita las cosas, de un lado, porque ya sabes a qué puerto quieres arribar y, de otro, porque prácticamente toda la saga está ya descrita.
Por lo demás, antes de empezar cada libro, suelo hacer un cuaderno de ruta, un guion en el que, capítulo a capítulo, trenzo los diversos hilos argumentales y voy diseñando lo que va a aparecer, desde la presentación hasta el desenlace. Puede ocurrir que, una vez terminado el guion, al pasarlo a narrativa, cambie la extensión de los capítulos. Eso no me preocupa. Lo que sí es importante es poder modificar la trama cuando los protagonistas así lo exigen. Precisamente esto es lo que hace que el proceso creativo tenga vida propia; porque todo está en movimiento, hay una retroalimentación que te obliga a cuestionarte el guion inicial. Eso suele suceder por tres razones; la primera, la verosimilitud, lo que no suena creíble hay que quitarlo; la segunda, el dinamismo, si algo aburre hay que hacerlo desaparecer; y la tercera, la psicología de los personajes, que actúen como deben actuar, según su carácter y su temperamento.
Lo intrigante de la lectura de tu libro son los giros de la historia, pues en muchas ocasiones nada es lo que parece. Añadido a esto, se encuentra el ambiente oscuro que envuelve la novela. Entendemos que la inspiración no siempre llega cuando uno la necesita ¿Tienes alguna técnica para buscar la creatividad en momentos de bloqueo? ¿Te has inspirado en algún autor o en algún libro para desarrollar La hermandad oscura?
Baudelaire solía decir que «la inspiración es sentarse todos los días delante de la mesa y ponerse a escribir». Quizá por eso, la única técnica que utilizo es trabajar y trabajar. También suelo llevar encima una agenda, y cada vez que algo me sorprende corro a anotarlo.
Luego están las preguntas: «¿Por qué Dagonet se resiste a hablar de lo que le pasó aquella noche, la víspera de Navidad? ¿Qué les oculta Casey a los glencairn acerca del colegio en el que se encuentran? ¿A qué le teme y por qué? ¿Qué información tiene cada uno?». Es dando respuesta a estas preguntas como avanzamos en los hilos conductores de la acción, y generamos unos giros argumentales creíbles. Los giros funcionales, o hangcliffs, no son más que trucos de escritor que van surgiendo a medida que transcurre la acción novelada. Otra cosa son los grandes giros, los giros sistémicos. Así, el hecho de que, por ejemplo, el mejor amigo del protagonista resulte ser finalmente el villano es algo que hay que empezar a plantear desde el capítulo 1, no vale improvisar.
En resumen, creo que si queremos que el lector viva la historia y se meta en el papel de los protagonistas, hay que escribir pensando siempre en él, en qué es lo que le gustaría encontrarse. En este punto, por ejemplo, he observado que gran parte de los lectores prefieren que las novelas fantásticas se estructuren a modo de thriller, antes que como simple narrativa.
En cuanto a la segunda pregunta, son muchos los autores que han contribuido a la saga de una forma y otra. Por citar solo algunos: de Enid Blyton, Richmal Crompton y Malcolm Saville obtuve la idea básica de cómo estructurar los diálogos entre los chicos. Gracias a José Lesta y José Calvo Poyato, me introduje en los misterios del III Reich. El Libro de las Invasiones (un texto irlandés contenido en el Libro de Leinster, s. XII), los Mabinoglion (el ciclo mitológico galés) y el análisis que hace Carlos García Gual acerca del mito del Rey Arturo aportan la base a las últimas entregas de La conjura… De Morishei Ueshiba (fundador del aikido) tome la idea del Uno, y las reglas de los glencairn, que están basadas en los siete principios del bushido (el código de los samuráis); mientras que del psicólogo Lawrence Kohlberg, saqué algunos conceptos que aparecen en la obra, en relación con el desarrollo moral; y de Matilde Asensi o Umberto Eco, el gusto por la cultura de lo esotérico y los acertijos.
¿Qué importancia crees que tiene la literatura en un mundo lleno de tecnología y con un ocio tan inmediato y accesible gracias a Internet?
La tecnología, los móviles, las redes sociales están revolucionando no solo la forma de ver el mundo y de relacionarnos, sino que también están influyendo sobre el desarrollo intelectual y los valores de la población, sobre todo de los más jóvenes. Si las posibilidades de Internet son tremendamente útiles para comunicarnos y para acceder con una sola tecla a toda la cultura, no es menos cierto que el descontrol que existe en la Red —sobre todo con algunas páginas nada deseables— y la baja fiabilidad de muchas de las informaciones que circulan han convertido el ciberespacio en una especie de jungla donde todo está permitido. Así, por ejemplo, que alguien quiera convencernos de que la tierra es plana puede parecer hasta gracioso, pero pensemos ahora en otras muchas cuestiones menos visibles, o que desconocemos… ¿Cuántas veces tomamos por buenas noticias que no son más que bulos? Quizá demasiadas.
Otro problema es que lo audiovisual arrasa sobre la lectura. Si las series de televisión van en auge es porque, a diferencia de los libros, transcurren muy deprisa, de una sentada y sin esfuerzo para el receptor. Eso nos pasa incluso con Facebook: tendemos a leer aquellos post que vienen acompañados de imágenes, y aquellos que no tienen demasiado texto. Las consecuencias de este alejamiento de la lectura son obvias: según la fundación Fundéu —patrocinada por la Agencia Efe y BBVA y asesorada por la RAE—, los jóvenes usan de media tan solo doscientas cuarenta palabras… ¡Solo doscientas cuarenta de las 94.000 que se recogen en el diccionario!
Si a esto le añadimos la pérdida de la imaginación, el no poder demorar las gratificaciones y la dificultad para enfrentarse a un texto escrito (lo que en un futuro redundará en sus menores logros académicos y laborales) entenderemos que estamos ante una situación peligrosa.
Ahora bien, en una época en la que triunfan los influencers y youtubers, y las series de HBO y Netflix arrastran entre los jóvenes, ¿cómo podemos incentivar el apego por los libros? No basta con que la literatura genere espacios de reflexión, que aporte un lenguaje cuidado —sobre todo en literatura juvenil, creo que es importante no caer en el tópico de trasladar el «lenguaje coloquial» a la narrativa literaria para hacerla más cercana a los jóvenes— ni que favorezca el espíritu crítico, sino que, además, debe atraer, divertir y enganchar. Lo anterior se traduce en disponer de temas atractivos, aligerar las descripciones, activar el ritmo de la acción, usar capítulos cortos, que las tramas encajen y sobre todo ser capaz de mantener la tensión a través de giros argumentales.
El número de páginas no me parece tan importante. Si bien lo recomendable es que una novela juvenil se encuentre entre las 50.000 y 90.000 palabras, La hermandad oscura tiene 110.000 (470 páginas) y, sin embargo, bastantes lectores me han dicho que han tardado en terminársela tan solo tres días.
Por último, una reflexión para los docentes: convertir la lectura de determinados libros en una actividad obligatoria es una estrategia que no ayuda a que los alumnos vean la literatura como algo valioso. Yo pienso que si lo queremos es que los chicos terminen amando la lectura, tenemos que vendérsela en lugar de imponerla. Esto debería conseguirse, al menos en parte, dándoles un margen de elección respecto de las obras que quieran leer. Una posibilidad es que cada alumno elija su novela y luego la exponga al resto de la clase, en relación con un guion previamente establecido. Otra, que los chicos puedan optar entre un cierto número de obras —siempre y cuando se cumplan unos requisitos mínimos de calidad—, o bien, que si estas van a leerse a lo largo del año, sean los propios alumnos quienes se las distribuyan según su propio criterio para cada uno de los trimestres. En esencia, creo que la única forma de combatir el creciente desapego de la lectura es darles a los alumnos una autonomía, dentro de un marco negociado, para escoger las obras que deseen leer.
Como decíamos, La hermandad oscura forma parte de una saga. ¿Cuándo tienes previsto publicar la continuación? ¿Nos puedes adelantar algo?
El segundo volumen de la saga, Los glencairn, está ya en fase de corrección, aquí os dejo una sinopsis:
Han pasado nueve meses desde su aventura en Dirleton. Mientras Deirdre abandona a los glencairn para pasar con los mayores, y MacDermott y Gawain hacen cuanto pueden por dejar atrás unos recuerdos marcados por la tragedia, el Rey Brujo, a través del Nigromante, intentará usar la carta para contactar con Los eternos, criaturas siniestras que, desde Tor Inis, conspiran contra la raza humana. Conscientes de que esto podría significar el fin, los Guerreros de la Luz planean asaltar el santuario de la Hermandad de Oscura para hacerse con la reliquia, sin sospechar que entre sus propias filas se gesta la traición.
Las cosas se complican cuando el inspector McCorwick, ahora destinado en la brigada de homicidios de Scotland Yard, pide ayuda al coronel O’Brien para dar caza a un asesino en serie que lleva a cabo sus crímenes cumpliendo un misterioso ritual, y del que solo se conoce una pista: un antiguo broche con la efigie del Jinete del Alba; el principal símbolo de los Caballeros Balhar.
Entretanto, el coronel O´Brien ha enviado a Girflet, Galahad y a algunos otros glencairn a una Escuela de Verano situada en la Sierra de Madrid con la misión de proteger a Casey, de su propia madre, una temible exagente balhar, que acaba de fugarse del psiquiátrico en el que llevaba años confinada. Lo que debieran ser unas tranquilas vacaciones se verá transformado en una cadena de misteriosos acontecimientos que terminarán por conducirlos a una trampa mortal.
Debido a su extensión, Los glencairn, culminará con el volumen III, que llevará por título: La cuarta luna.
Además del argumento, la relación (y su evolución) entre los integrantes del grupo protagonista (Deirdre, Nora Owen, Girflet, Perceval, Galahad, Edwin…) está muy bien desarrollada. ¿Cómo has logrado independizar la psicología de cada personaje de manera tan palpable? ¿Qué consejo le darías a alguien que está atascado en los diálogos de su novela?
Cuando unos personajes llevan tanto tiempo presentes como es el caso de los glencairn, se los conoce bien. A partir de aquí, ya sabes cómo van a reaccionar y puedes permitirles que sean ellos quienes tomen las riendas de la acción
Galahad, un adolescente tímido, pero calmoso y sensato que no tiene otra opción que crecer de la noche a la mañana dados los trágicos acontecimientos que le toca vivir. Owen es un genio en potencia, pero torpe en las relaciones sociales, lo que, unido a su corta edad, hace que a veces se sienta solo e incomprendido. Perceval, sociable, cabeza loca y muy inteligente, es el encargado de buscar conexiones lógicas a la hora de desentrañar los misterios. Girflet, serio y responsable, tiene tan interiorizado el papel de líder que lo ostenta, incluso, en aquellas ocasiones en las que no le toca. Deirdre, luchadora y con tintes feministas, hace prevalecer sus ideas por encima de las órdenes que recibe, lo que le supone no pocos problemas con los tutores. Gawain es un chico de la calle que tuvo que aprender a defenderse por sí mismo, casi siempre a golpes. Nora, superdotada como su hermano Owen, guarda, sin embargo, una notable diferencia con este: que es dueña de una increíble madurez, etc., etc.
Como has comentado, cada uno de los glencairn tiene una personalidad diferenciada que, aun así, no deja de evolucionar. Por eso, aprovecho para hacer una recomendación: para sacarle todo el jugo a la saga, es preferible leer las novelas en el orden en que vayan siendo publicadas.
En cuanto a tu última pregunta, el mejor consejo es que un autor dedique todo el tiempo necesario a trazar los perfiles psicológicos de los personajes. Si estos están bien definidos, la forma de reaccionar ante los avatares que se vayan planteando en la trama surgirá por sí misma de modo natural y sin esfuerzo.
Ahora que has publicado tu primera novela, ¿crees que hay algo que no volverás a repetir en tus siguientes libros? ¿O todo está saliendo tal y como te gustaría?
Es obvio que las cosas nunca salen enteramente como a uno le gusta, si bien, en este caso, los problemas tienen más que ver con la promoción de la obra que con la propia novela en sí. Por lo demás, aún es pronto para emitir juicios.
Para terminar, nos llama la atención tu seudónimo como escritor. ¿Por qué un pseudónimo?
La principal razón es que adoro la tranquilidad. En los tiempos que corren, poblados de haters y otras personas que utilizan las redes sociales para descargar su frustración, convertirte en personaje público es algo que te tiene que apetecer, y en mi caso no es así. Además, tener un alter ego te permite ganar en independencia, y poder expresar libremente tus opiniones.
Existe un segundo motivo que ya he mencionado, y es que algunas de los conflictos y situaciones que describo han sido extraídas de la realidad.
Por todo lo anterior, y en la medida en que me sea posible, G. W. March seguirá siendo el único autor de la saga La conjura de las sombras.
Muchas gracias por habernos atendido. Te deseamos mucho éxito en tu periplo literario.
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