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Parece que está de más explicar algo de por sí lógico, pero resulta que no es así. Hoy en día sigue haciendo falta recalcar en ello, puesto que algunos autores, quizás los más encandilados y enamorados de su manuscrito, desconfían de la mano ajena y son reacios a que alguien más intervenga por miedo a que arruine, destruya, estropee o descoloque lo escrito. En el caso de la corrección de estilo, el miedo es mayor: piensan que el profesional desmejorará o afeará el texto con sus intervenciones.
Bien, seamos claros.
Primero: toda obra escrita que se precie y que pretenda ver la luz por medio de una publicación, debe ser corregida. Y si este trabajo lo hace un profesional, mucho mejor. A veces no es suficiente con que tengas un amigo filólogo o una amiga lectora empedernida dispuestos a echarte un cable. Lo ideal es recurrir a un corrector profesional. ¿Por qué? Pues porque se ha formado para ello y se dedica a ello. Para un corrector profesional corregir no es algo eventual, sino su día a día, y te puedo asegurar que la gran mayoría disfruta haciéndolo. Además, no te conoce y no tiene ningún vínculo emocional contigo, con lo cual su mirada y su trabajo serán cien por cien objetivos.
Segundo: ¿De verdad piensas que el trabajo que va a llevar a cabo un profesional no supondrá una mejoría para tu obra? Es decir, ¿un desconocido invertirá su tiempo en leer las 250 o 300 páginas de tu novela para dejarla tal cual o, lo que es peor, para dejarla peor de lo que estaba? Siento decírtelo, pero es un tanto absurdo. Si has contratado los servicios de un profesional de la corrección, tu obra va a mejor sí o sí, de eso no tengas ninguna duda. Ningún corrector profesional se empeñaría en lo contrario. Independientemente de si interviene mucho o poco, siempre habrá un grado de mejoría, el necesario para que tu obra vea la luz y que todo lector valorará.
No obstante, cada vez hay más ofertas por servicios de corrección en Internet a precios absurdos. La mayoría de ellos los prestan particulares que desean ganarse un dinero extra, supuestos correctores que emplean programas de corrección o que dominan poco o mal la profesión, o empresas que ni siquiera son reconocidas. En ese sentido, es comprensible que desconfíes.
Cuando quieras contratar un servicio de corrección profesional, es importante que verifiques o que intentes comprobar que la empresa o agencia de servicios editoriales que has elegido sea de fiar. Valora su página, la sección de opiniones verificadas, los comentarios de sus usuarios registrados, su posicionamiento en las páginas de búsqueda (como Google), la manera y la prontitud de su respuesta luego de contactar con ellos, etc. Por tu parte, también es importante que hayas acabado tu obra; es decir, que sea el borrador final y no un primer borrador y, menos, que aún te encuentres en el proceso de escritura. Una vez hecho el trato, lo único que necesitas hacer es enviar tu obra en un archivo de Word y esperar a recibir el trabajo hecho en la fecha pactada.
Como casi todo en la vida, sucede que hay excepciones. Sí, hay un tipo de autores que, movidos por la meticulosidad y quizás por el perfeccionismo, además del archivo de la obra en Word, adjuntan un archivo adicional con indicaciones sobre «cómo corregir su obra»; es decir, parámetros que él desea, expresamente, que se apliquen en el proceso de corrección. ¿Qué tiene esto de malo?, te preguntarás. En realidad, nada, pero sucede que casi siempre es innecesario, puesto que muchas de las indicaciones son las que precisamente un corrector profesional aplica a diario y sabe casi de memoria. Es como si se te estropeara el ordenador y lo llevaras al servicio técnico adjuntando una serie de pasos que el técnico deberá llevar a cabo para detectar cuál es el posible fallo. No tiene mucho sentido, ¿verdad?
Lo dicho, es más conveniente que el corrector trabaje con total libertad y no condicionado. Tratándose de un profesional, sabrá cuándo, cómo y dónde intervenir. Así que si tu intención es obtener un buen resultado por el servicio que has pagado, confía.
Más allá de que para cada servicio editorial (correcciones, informes de lectura, editing, etc.) se pacten fechas de entrega, debes saber que estas pueden ser estimativas. En el sector de la autopublicación, de hecho, suelen ser estimativas e incluso modificarse de acuerdo al «estado» del texto y a su «extensión», los cuales serán determinantes para que el encargo esté listo en la fecha pactada o puede prolongarse unos días más. Si como autor eres consciente del estado de tu texto; es decir, de su redacción, de su ortografía, de su «forma», podrás tener una idea más clara de cuánto tendrá que intervenir el corrector. No es lo mismo encarar una corrección de una novela de 150.000 palabras en la que haya que intervenir varias veces en cada párrafo a una de 60.000 en la que haya alguna que otra errata o cuestión tipográfica. Como podrás imaginar, los tiempos serán totalmente distintos.
Así que si eres del grupo de autores impacientes, de esos que, pasados unos días de haber contratado el servicio, se dedican a enviar correos electrónicos o a llamar cada dos días para saber «cómo va la corrección de novela» y casi pretenden que el corrector los mantenga al día acerca del trabajo que esté llevando a cabo, quizás debas saber que esto no funciona así. No tiene nada de malo enviar un correo quizás para que el corrector te confirme la fecha de entrega, pero más allá de eso, ningún corrector se pondrá a elaborarte reportes diarios de lo que está haciendo o no con tu obra. Lo más seguro es que cuando recibas el encargo, el corrector incluya un reporte general de lo realizado, con alguna sugerencia o recomendación, así que simplemente ten paciencia: todo proceso tiene sus etapas.
El algunos casos, suele suceder que ciertos autores no logran estar de acuerdo con el trabajo realizado por el corrector. Ya sea por desconocimiento o porque tienen una idea errada de lo que supone una corrección ortotipográfica o de estilo, adoptan una postura de desconfianza y piden explicaciones sobre por qué aquello que habían puesto en cursiva ahora aparece entre comillas o por qué tales términos aparecen en minúscula cuando él los prefiere en mayúscula.
Bien, ningún corrector profesional basa su trabajo en criterios personales sino más bien en los lineamientos que establece la Real Academia Española de la Lengua, organismos autorizados en materia lingüística como Fundéu BBVA o manuales de ortografía y de estilo. En resumen, no hay nada intencional ni deliberado. El corrector se ciñe a aplicar lo que dicta la RAE de manera objetiva. Así que no te hagas bolas y aprovecha el trabajo realizado, que para eso lo has pagado.
El miedo a ser plagiado existe, y es comprensible. Así que si lo crees conveniente, puedes registrar tu manuscrito antes de enviárselo al corrector, pero toma en cuenta que a raíz de la corrección (o correcciones) el texto puede modificarse y, en algunos casos, de manera significativa, con lo cual tendrás un texto distinto al que registraste. Agencias como Tregolam, por ejemplo, cuentan con la posibilidad de que puedas firmar un contrato de confidencialidad para que te sientas tranquilo.
Además de que existe un código de profesionalidad implícito por parte de los correctores, debes saber que sus ojos están totalmente volcados en detectar deslices, fallos, erratas, frases mal construidas, repeticiones, aspectos tipográficos varios, etc. y muchas veces ni siquiera se enteran con total fidelidad de qué trata la obra. Así que respira tranquilo, no hay ninguna razón ni motivo para que tu obra esté en peligro de plagio.
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Las correcciones ortográficas suelen ser bastante objetivas.. pero dudo bastante de las correcciones sintácticas.
Señoras y señores de Tregolam, corrijan su texto, por favor:
1) No es correcto «sigue haciendo falta recalcar en ello». Se recalca algo. No «en» algo.
2) Error de concordancia: » o puedeN (las fechas de entrega) prolongarse unos días más.
3) Coloquialmente es admisible «para dejarla tal cual o, lo que es peor». Lo correcto sería: «tal cual ES» o está.
4) Confusa construcción con «menos»: «no un primer borrador y, menos, que aún te encuentres». Habría bastado: «no un primer borrador o que aún te encuentres»… Confusa, pues se trataba de «lo importante».
Etc.
Una buena corrección
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