El siglo XXI es el momento histórico del emprendimiento. La tecnología nos rodea hasta el punto de casi superarnos ya en el día a día; y los avances en todos los ámbitos parecen sucederse más rápido que nuestra capacidad de adaptación. Como personas sociales nos da la sensación de que casi todo «está ya inventado», de que no hay más hueco por el que poder ser original o novedoso. ¿Qué necesita la sociedad? ¿De verdad hay algo nuevo que podamos que aportarle?
En esta burbuja de cuestionamiento, la figura del emprendedor ha ido ganando terreno con el paso de los años. Son muchas las personas que creen que aún hay mucho por hacer, pero que para ello se necesita valentía, esfuerzo y originalidad. En este contexto, Ignacio Ríos Guzmán ha escrito un breve pero hondo libro que anima a que sus lectores encontremos en nosotros mismos el emprendedor que llevamos dentro: El impulso.
En menos de cien páginas de un contenido intenso, el autor da muestras de sus propias experiencias para enseñar que el camino de aquel que quiera ser emprendedor no es para nada un camino de rosas. Sin embargo, este camino puede llegar a tener ricos frutos si se es constante y consecuente.
Lo primero de todo es tener claras las metas, dirá Ignacio, partir hacia un objetivo claro e ir construyendo poco a poco los escalones que nos posibiliten conseguirlo. ¿De qué sirve querer montar una aplicación de comida a domicilio si no somos conscientes primero de las empresas que ya hay en el mercado y de lo que ofrecen? Está claro que «empezar la casa por el tejado» nunca es buena idea.
«[…] uno no necesita ser un genio para ser un emprendedor, basta con ser tenaz y muy pero muy aplicado, hay que ser honestos con uno mismo, las recompensas son proporcionales al esfuerzo, lo importante es que te atrevas a perseguir tus sueños sean los que sean, esto no es nada fácil, pero la buena noticia es que todo se puede aprender: liderazgo, ventas, contabilidad, administración, lo que necesites para lograr tus metas».
Justamente, otra de las grandes premisas para emprender y no fracasar en el intento es la confianza en uno mismo. Ignacio Ríos impulsa a sus lectores a encontrar dentro de sí la verdadera motivación que los pueda llevar a emprender: para lograr algo, primero hay que querer lograrlo y por tanto corregir las metas. Y en ese mundo de posibilidades del que hablábamos al principio, todo lo necesario para hacerlo está al alcance de nuestras manos.
«[…] todo buen emprendimiento necesita de convicción y mucho trabajo, una idea por si sola no es suficiente, es solo la semilla, un punto de partida, el crecimiento y desarrollo de ella dependerá exclusivamente del esfuerzo que pongamos día a día».
No obstante, El impulso no es un libro teórico, ni tampoco pretende serlo. Sus «capítulos» comienzan con citas de personas que consiguieron cumplir sus sueños y el contenido de cada «apartado» tiene su raíz en la experiencia de vida del autor. Escribimos entre comillas capítulo y apartado porque es una obra que está pensada para ser leída de seguido, de forma fluida, casi cuantas veces sintamos la necesidad de experimentar un empujón, metafóricamente hablando.
El impulso es la historia de un hombre que con mucho sacrificio fue logrando ganarse un hueco entre sus sueños y objetivos fiel a la idea de que no sabemos que somos capaces de algo hasta que no lo intentamos. Que la promesa para casarme con mi mujer es encontrar trabajo, pues lucho hasta conseguir trabajo y compartir mi vida con la persona a la que quiero. Esto siempre dentro de un contexto, claro. Pero este es Ignacio Ríos y ese el mensaje que propone: luchar y luchar, emprender para superarse, para desarrollarse y crecer.
El trabajo no es algo negativo, al revés: es un medio para mostrar quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser. El trabajo que facilita nuestro desarrollo personal — sostendrá Ignacio— no puede ser negativo.
«Si todo fuera fácil todo el mundo lo haría, tener una buena idea y más encima ser emprendedor no es fácil, ni todo el mundo está preparado para serlo, pero cualquiera que tenga el valor de intentarlo puede lograrlo, ser emprendedor exige ser una persona creativa, arriesgada, flexible, organizada y autodidacta, entre otras características, pero lo más importante es hacer todo con amor».
Desde Tregolam os animamos a que, si estáis pensando en dar vida a esa idea que os ronda en la cabeza, leáis este libro. Estamos seguros de que os dará un poco de luz entre tanto horror vacui; un poco de esperanza entre tantos miedos.
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