Es evidente que las novelas de ficción histórica están siempre en boga, lo que contribuye a que tengamos un mercado rico en este tipo de escritos y, a su vez, a que la competencia por despuntar sea enorme. Sin embargo, El invierno de las Águilas ha entrado en el mercado del libro para quedarse y está buscando lectores que ratifiquen su calidad literaria. En Tregolam hemos podido leer esta historia y ha conseguido introducirnos en ella como si fuéramos un personaje más.
Emilio Díaz Lara ha publicado su primera obra, disponible para su compra en Amazon, y se ha acogido a este género tan apreciado. La historia del libro nos sitúa en el siglo III después de Cristo, justo en uno de los momentos de mayor crisis del Imperio romano, con la muerte del emperador Alejandro Severo en el año 235.
Lejos de ser una obra con una pretensión didáctica, El invierno de las Águilas es pura ficción de aventuras: el objetivo principal es entretener, hacer disfrutar al lector en cada fragmento, siempre manteniendo una base histórica firme.
Uno de los principales ingredientes que ayuda al autor a conseguir dicho objetivo son los personajes. Estos están bien trazados, evolucionan a lo largo de la historia y tienen su propia personalidad marcada. El principal ejemplo está en el pretoriano Marco Valerio; aunque también en Orestes o en las propias figuras femeninas. Todos tienen hueco en esta historia, su voz y esencia.
Podríamos esperar, por ejemplo, al típico héroe clásico de batalla. La visión maniqueísta de todo el entramado narrativo. Pero no, como el mismo Emilio señala, los personajes son «vulnerables, aun en su gran fortaleza física y destreza guerrera, contradictorios, ni tan buenos ni tan malos».
Sus poco más de trescientas páginas nos hacen pasear a veces por la crudeza, la barbarie, el lado más animal del ser humano. Asistimos a la pureza total de lo que realmente hemos sido siempre como individuos. En este sentido, El invierno de las Águilas refleja fielmente aquella idea de que, en esa época, una de las cosas más importantes era tener la cabeza, literalmente, sobre los hombros.
«—Sin duda los dioses te sonríen, mi señor, muchas son ya tus cicatrices en tu cuerpo y continuas sano y fuerte a tus años, pero ahora debemos quemarte tu herida para evitar una gangrena».
«—¡Tened valor, hermanos! ¡Morid como romanos y no como cobardes! ¡Es lo que quiere este perro, que supliquéis por vuestras vidas como mujerzuelas!».
Desde el punto de vista del lenguaje, la voz narrativa se mete de lleno en el registro coloquial de los personajes. Son comunes durante toda la obra las palabras malsonantes, los «ja, ja, ja», los términos campechanos o el tono típico de hombres de guerra. No sería lógico lo contrario y no esperábamos algo diferente. El autor consigue hallar en el estilo la clave de cualquier obra que se preste a estas características ambientales.
«—Mátame, Maximino, bárbaro repugnante, miserable tirano, pero tus días llegarán a su fin muy pronto, y acabarás también muerto, ahogado en tu propia sangre, muy pr…
—¡Silencio, perro!».
El invierno de las Águilas tiene todo lo que puedes estar buscando para un fin de semana de buena lectura. Erotismo, violencia, ambiente de guerra, confidencias, etc. Todo aquello que podrías apreciar en el contenido de series de televisión o sagas tan famosas como Juego de Tronos o, como añadiría el autor, Roma. Solo le falta una traducción al inglés y lo tiene todo. Desde el equipo de Tregolam te animamos a leerla, sin duda.
Disponible en: Amazon
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