Buenos días, Enrique. Es un placer saludarte. Acaba de ver la luz tu primera publicación, Más allá del cristal, un enigmático y apasionado poemario resultado de «una estricta dieta» con la que te obligabas a escribir cada vez que tenías oportunidad. ¿Qué significa para ti este libro? ¿Cómo afecta la poesía a tu forma de ver el mundo y viceversa?
La publicación ha supuesto un hito muy significativo a nivel personal. Llevo arrojando letras sobre un papel o pantalla en blanco desde que era un adolescente; he escrito canciones o teatro para el directo, he imaginado y plasmado en un papel versos e historias imposibles, he compartido muchas de las mismas con mis conocidos, e incluso he ganado algún concurso. Pero nunca había sido capaz de pasar por el proceso de aunar materiales para que fueran publicados en el formato de un libro. Lo intuía, pero hasta que te pones a ello seriamente no eres consciente del enorme esfuerzo, más allá de lo artístico, que conlleva publicar.
A tu segunda pregunta, la poesía sin duda afecta a cómo percibo todo lo que me rodea y va sucediendo en mi vida. Me hace interpretar la vida con más profundidad o contemplarla desde ángulos menos convencionales. Desde que comencé a arrojar versos dentro de mi cabeza, siento que puedo dar más importancia a cosas que parece que no la tienen, o puedo devolverle el verdadero valor a emociones y sentimientos a los que hemos despojado del mismo. Es una habilidad que se renueva y desarrolla constantemente, eso es lo bonito.
Y de vuelta, el mundo y la vida influyen a la poesía y a cómo la concibo, no creo que pueda ser de otra manera, pasa en cualquier expresión artística. En el mismo libro hay un poema titulado «Más allá de las letras» en el que recuerdo que detrás de unos versos hay una persona que los ha escrito, y ese poeta tiene sus vivencias, problemas y preocupaciones que afectan de forma directa a lo que escribe.
¿Por qué convertir al cristal en el tema central de este poemario?
La temática del cristal, de las pantallas, del móvil en particular, de la tecnología que marca la seña de identidad más actual de nuestra sociedad, me viene de mi otra profesión, la ingeniería. Me siento como una especie de espía o topo que trabaja dentro de las «líneas enemigas».
Llevo mucho tiempo analizando las consecuencias sociales de la rápida adopción de nuevas tecnologías y los usos que se están asentando en todas las culturas y sociedades. Ese análisis ha sido profesional, desde la visión del ingeniero, y al mismo tiempo ha sido humanístico, desde la visión del escritor. Creo que esa dualidad me da una ventaja interesante a explotar a la hora de hablar de este tema.
Me sorprende mucho lo poco que se escribe sobre este fenómeno que define con claridad la sociedad actual y nuestras relaciones personales. Desde el ámbito artístico, esta sorpresa me resulta abrumadora. Casi todas las generaciones artísticas se han caracterizado por tener como tema central los problemas y situaciones más obvios de su tiempo. Cuando la sociedad era pobre, se escribió sobre ello, cuando la sociedad era gobernada por tiranos feudales se hablaba de ello, cuando la guerra era el marco de la vida se describió cómo era, cuando el conocimiento y la ciencia nos empapó por primera vez, se dejó constancia de ello, y así podría seguir con muchos otros ejemplos. Y ahora encuentro con poca frecuencia artistas y escritores que centran su temática en el paradigma que definirá nuestro tiempo en los libros de historia del futuro.
Lo normal sería que estuviéramos ya hartos de leer artículos, novelas y poesías, o de ver cuadros, películas o fotografías sobre la tecnología, sobre los móviles, sobre Internet, sobre la evaporación y transformación de nuestros valores y formas de vida. Mi libro debería ser uno más entre miles. Y resulta que cuando me planteaba escribirlo y dejaba caer algunos de los poemas en manos de muy diferentes personas, todos con unanimidad me comentaban lo mismo: ¡la temática sobre los móviles y la tecnología es muy original y actual, podría haber más artistas hablando de ello!
Todavía sigo de piedra ante ese comentario. ¿O acaso es que la comunidad artística es la que se ha quedado de piedra, artrítica e impotente para poder describir el propio mundo que les rodea? Si eso es cierto, es algo muy preocupante.
¿Cuáles dirías que son los temas que predominan en tu poesía y cuáles te gustaría explorar?
El más predominante es la relación entre tecnología y sociedad. En cómo transforma nuestros valores y estilos de vida con una rapidez vertiginosa y difícil de absorber para la mayoría de individuos. Desde ese punto de partida, intento, lo mejor que puedo, describir y entender cuáles son esas nuevas éticas, esas nuevas consciencias colectivas, que no tienen por qué ser peores, simplemente las exploro a través de poemas, relatos y algún que otro conato de novela.
Me gustaría (de hecho lo estoy haciendo en una nueva colección de poemas) indagar más en la transcendencia de momentos triviales que vemos o nos suceden en la vida, en cómo nuestras decisiones y personalidad se definen mucho más de lo creemos por instantáneas del mundo que nos rodea. Creo que, en medio de todo este aturdimiento proveniente del cristal de las pantallas, es más importante que nunca rescatar esas emociones de corta duración que vienen y se van sin apenas darnos cuenta.
Al pie de «Ojos bonitos» nos encontramos con una nota que reza «Poema en directo». ¿Fue una improvisación? Siendo también músico, ¿estás familiarizado con esta técnica?
Ese poema es un tanto especial. Lo rescaté de una antigua y pequeña colección de poemas que escribí de forma improvisada y de los cuales decidí no tocar ni una coma o palabra. Son exactamente tal y como fueron escupidos sobre una servilleta o post-it, y de ahí que los llamara «poemas en directo». Muchos se escribieron delante de una persona; este, en concreto, enfrente de la persona que lo inspiró en aquel mismo momento.
La razón de incluirlo es que es el primer poema en el que hice referencia, entonces inconsciente, al cristal como pantalla por la que comunicarse con otra persona. Fue hace unos trece o catorce años, creo, y entonces el cristal era un ordenador y los primeros chats que existían. Más recientemente, y justo antes de ponerle nombre al libro, otra persona descrita en la primera prosa-verso del libro fue la que denominó los móviles como el cristal.
Siguiendo tu pregunta, sí, soy un músico que ha invertido mucho tiempo en las formas de creación improvisadas y libres de condicionantes. Actualmente, estoy más desligado de mi faceta musical, pero hace unos años era el pan de cada día y he formado parte de diversos proyectos musicales en los que casi siempre la improvisación era un elemento predominante.
Me apasiona la improvisación, me siento cómodo nadando en ella, tanto cuando hago música como cuando escribo, en especial poesía. Te llevarías una gran sorpresa si vieras los cuadernos donde arrojo mis versos; tienen muy pocos tachones y correcciones. Cuando la inspiración me viene a visitar entonces improvisar y bailar con ella suele venir de la mano también. A veces escribo un verso sin objetivo alguno en concreto, y tras diez minutos se le han sucedido cuarenta más. Lo confieso, muchas veces simplemente me pongo a escribir por escribir sobre el mundo, y entonces a ver qué pasa.
¿Y cómo concibes el arte? ¿Ha influido la música en la creación de tu poesía?
Entiendo el arte como un acto de creación de algo que no existe y que suele dejar una estela de emociones, sentimientos, críticas, preguntas o preocupaciones tras de sí. En algunas formas de arte esa estela queda además impresa, pintada o grabada para siempre. Es también una forma de expresión y comunicación más, como lo puede ser charlar, escribir una noticia o un informe o entretener a una multitud.
El ser humano dispone de un arsenal de formas de creación y de expresión y el arte es una más de ellas. Para mí, la diferencia principal es la huella que el arte trata de dejar como trasfondo tras el proceso creativo o comunicativo. Y no es una diferencia trivial, es al final la más alta de las expresiones de la naturaleza humana; el resto del mundo animal no puede dejar esa huella emocional cuando se expresan o comunican. Desde este punto de vista, eso también me ayuda a discernir el verdadero arte del que no lo es, lo cual es de bastante utilidad hoy en día, en el que se nos intentan vender cientos de manifestaciones y creaciones como arte (como, por ejemplo, el entretenimiento visual en televisión, el cual no tiene la más mínima intención de dejar tras de sí esa estela que comentaba al principio).
A tu segunda pregunta, un rotundo sí, más además siendo músico. Poesía y música son como dos amantes milenarios, de los buenos, de los de amor eterno me refiero. La influencia mutua es constante entre ambas. Los versos han de tener musicalidad, ante todo han de adquirir y perder fuerza a medida que avanza un poema, tienen que generar una bola metafórica y dinámica de mensajes. Puede que tengan un estribillo o no, puede que rimen o no, puede que tengan estructura o no, pero al final tienen que ser versos que puedan ser recitados, cantados, leídos una y otra vez, o incluso memorizados; lo mismo que pasaría con una canción. En mi caso, si puedo escribo poesía con música de fondo, normalmente instrumental, lo que me permite de forma inconsciente llenar de versos ese espacio musical. Es una relación muy íntima, sin duda alguna. He conocido o leído muy pocos poetas que no presenten, o como mínimo se intuya, esa cadencia musical, esa bola que crece y decrece, en sus versos. Y los que no lo hacen así no los considero poetas realmente, sin desprecio alguno, solo que son otra cosa, escribas de versos tal vez.
¿Podrías hablarnos de cuáles son tus influencias a la hora de escribir? ¿Tienes algún autor predilecto?
La mayor influencia, como comentaba en una de las respuestas de antes, es siempre el propio mundo que me rodea. Si mañana cambiara, toda mi forma de escribir cambiaría. No hay influencia e inspiración más poderosa que esa.
En cuanto a influencias de otros poetas, ha habido muchas que han ido y venido con el tiempo. Muchos versos y poemas se tatúan bien adentro, pero es difícil siquiera recordar de quién son o dónde los leíste u oíste. Aunque sí me voy dando cuenta de que hay algunos libros que siempre vuelven a la mesilla de noche una y otra vez, como si salieran solos de la estantería para ponerse allí.
Me parece una fuente inagotable de talento e inspiración toda la generación del 27, Cernuda por encima de todos, pero también Alberti, Hernández, Teresa León, Salinas… Puede que jamás se repita una generación así de poetas. De antes de ellos, Machado tiene también la manía de aparecerse sobre la mesilla; es como un espectro amigable con el que conversar.
Extranjeros en inglés hay unos cuantos, leídos siempre en su idioma original; ventajas de ser neozelandés de adopción (por cierto, en las antípodas es donde se han escrito la gran mayoría de poemas de Más allá del cristal). Walt Whitman, T.S. Eliot o William Carlos Williams. Muchos de sus clásicos más antiguos también, para recordarme que hubo otros tiempos más rígidos para la poesía, como Blake, o los cientos de sonetos de Shakespeare mismo.
Contemporáneos, cuesta encontrar esas joyas que te lleguen bien adentro como para generar una influencia duradera. El único que salta él solo de la estantería a mi mano es Miguel Sánchez Robles, simplemente sublime y un ejemplo de poeta que sí habla del ser humano actual. Toda una referencia que por desgracia no es demasiado popular.
Nos gustaría saber si sigues algún proceso en particular a la hora de transformar sentimientos en palabras o si estas llegan a ti de forma espontánea.
Creo que, más o menos, respondí un poco a esta pregunta cuando hablábamos de la improvisación, la música y el poema «en directo». No hay un proceso en particular, salvando el que si hay música instrumental de fondo mucho mejor, eso sí que es metódico. El resto suele fluir solo. A veces, permíteme la expresión, me quedo un poco acojonado después de tirar 30 o 40 versos. Es como un pequeño orgasmo; me quedo extasiado y no entiendo muy bien cómo ha pasado todo, simplemente sé que me lo he pasado en grande.
Aunque muchas veces el poema pueda tratar sobre emociones y situaciones muy tristes o duras, si no disfruto y me divierto escribiéndolo, mejor no seguir, esos versos no serán un poema nunca. Así es como también muchas veces me desahogo de una gran tristeza o consternación; o a veces termino riéndome o llorando yo solo. Sé que, para otros poetas, el momento de escribir unos versos es una tarea muy seria, pero yo soy más del otro grupo.
Francisca Aguirre, quien recientemente ha ganado el Premio Nacional de las Letras, decía en 2012 en una entrevista a El País que «la poesía nunca ha estado de moda». ¿Qué opinas de esta afirmación? ¿En qué posición crees que está la poesía actualmente en nuestra sociedad?
Creo que es una acertada afirmación. Aunque puede que ella se estuviera refiriendo a «moda» en el sentido comercial de la palabra, habría que preguntarle a ella misma. En ambos casos, parece cierto.
Lo primero es pensar en la poesía como un arte milenario; es difícil entonces pensar que pueda ponerse de moda. Es como la prosa, la pintura o la escultura, son artes que siempre han estado ahí y creo que pasarán los siglos y todavía habrá personas escribiendo, pintando o esculpiendo. No tiene sentido decir que están de moda, siempre ha habido y habrá un cierto interés por ellos, tanto de los creadores como de los que disfrutan de las creaciones. Son artes muy elementales y viscerales para el ser humano.
En el segundo sentido al que se puede referir, el comercial, también lleva razón. La poesía no ha tenido nunca la repercusión mediática ni la popularidad que tienen otras artes. La poesía expresa de formas bastante sutiles y metafóricas, y eso hace que sea menos obvia que otras artes más fáciles de apreciar y entender. Nada nuevo que no sepamos, ni nada por lo que protestar; es como debe ser, esa es la característica de la poesía y lo que la hace especial.
Siguiendo con las modas, actualmente tengo la impresión de que la poesía está teniendo un espacio un poco más destacado que hace una década, por ejemplo. Es un espacio que le han dado precisamente los nuevos estilos de vida y las nuevas tecnologías. En una sociedad que devora sus tiempos en el día a día de una forma voraz; el formato corto y simbólico de un poema tiene más cabida. Aunque esto está incrementando el peligro de comercializar y consumir la poesía de una forma implacable y ya he podido observar cómo muchos poetas jóvenes y poetas aficionados están inundando el escenario poético de poemas de dudosa calidad y trasfondo. Como decía arriba, se corre el peligro de convertir la poesía en un entretenimiento o empalagamiento barato que no pretende dejar estela ni huella emocional, por tanto, dejando de ser arte. He tenido que dejar sin acabar muchos libros de estos últimos años, incluso publicados en editoriales de renombre en el mundo de la poesía que, en pos de comercializar a un escritor joven, han permitido publicar poemarios que más bien parecían el diario de un adolescente atormentado o una ristra de poemas que eran meras listas de aforismos y máximas para levantar el ánimo del lector adormecido o deprimido. Son los que yo llamo, cariñosamente, poetas de Instagram.
Creo que estamos en una encrucijada peligrosa para la poesía, pero confío en que, el día de mañana, este último caso que describo sea la moda que pasa y al final quedará como siempre la verdadera poesía, la que, como decía Aguirre, nunca está de moda.
Pues llegamos a la última pregunta, Enrique, aunque preferimos dejarte un espacio por si hay algo que quieras decirle tanto a tus actuales lectores como a los futuros.
A los lectores que ya han leído el libro, decirles que pronto habrá más y que practiquen algunos de los consejos que se dan de forma involuntaria en esos versos. Cuidado con el cristal, hay que andarse con ojo de no verse atrapados en él, que después es muy difícil salir.
A los que no lo han leído, decirles que si quieren compartir la rabia e impotencia que a lo mejor sienten cuando experimentan alguna de las descabelladas consecuencias que ha traído el móvil a nuestras vidas, en el libro encontrarán un lugar donde hacerlo y refugiarse.
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