Buenos días, Tomás. Los muchos es tu primera novela publicada, una historia basada en hechos reales que fue finalista en el Premio Nadal 2015. Háblanos un poco de ella, ¿cómo surgió?
En España sí, pero este mismo año presenté mi libro de relatos en la Feria Internacional del Libro de La Habana, donde fui, junto con Belén Gopegui, el único representante español. Mi obra Los muchos surgió hace unos seis años cuando en la cárcel de Dueñas (Palencia) conocí al personaje central de la novela, un tipo cuyo único objetivo en la vida era la búsqueda del placer a toda costa. Le habían echado 9 años de cárcel por tráfico de drogas y enseguida comprobé que poseía un inmenso carisma entre presos y funcionarios. Era un bandido, un pícaro de manual, pero que caía bien a todo el mundo. Luego, en Guantánamo, conocí a su familia y amigos y, para mi asombro, todo las “hazañas” que me había contado eran verdad.
Aunque parece que todo le sale a pedir de boca y que nada puede pararle, el protagonista se da cuenta de que la realidad es muy diferente. ¿Cuál es el mensaje que has querido transmitir a través de este bandido cubano que da voz a Los muchos?
En Cuba, por medio de la estafa y del engaño, vive a costa de los turistas y las mujeres, obteniendo hasta 20 veces el sueldo de un médico. Para su desgracia, en Las Vegas comprueba que es tan marginal como los emigrantes mejicanos que le rodean. En nuestro país, alcanza el estatus de invisible cuando confirma que -–sin papeles– España no le quiere y su país le rechaza. A través de sus aventuras, trato de mostrar que ningún sistema político puede cambiar la vida de un hombre. Solo se consigue cambiando uno mismo. La novela retrata esa evolución del personaje
Presentarse a un concurso literario como el Premio Nadal de Novela, debe resultar abrumador, pues la competencia y las exigencias son muy altas. ¿Qué te impulsó a presentar tu novela a un certamen? ¿Qué ha supuesto para ti este reconocimiento?
Siempre he sido muy osado. No concibo mi obra y mi vida carente de riesgo. Lo reconozco: sin haber publicado nunca, sin contar con el apoyo de un agente literario y careciendo de cualquier contacto en el sistema, puedo decir que alcancé mi sueño. Aspiraba a ser finalista y lo conseguí. Jamás pensé en ganar porque todos conocemos los intereses que anidan en los grandes premios. Esos simples datos más las sucesivas cribas que hubo para pasar la novela en la fase de selección con casi 400 obras de veinte países dan una idea de su calidad. Finalmente, no llegué a un acuerdo con Planeta, pero la novela provocó tal runrún en el mundo editorial que poco después me llamaron del Instituto Cervantes en Sofía (Bulgaria) para dar un curso sobre el proceso de creación literaria.
Antes de Los muchos, editada por Camelot, has publicado un libro de relatos titulado Precipicios con la Editorial Arte y Literatura de Cuba. ¿Cómo ha sido ha sido la experiencia de publicar?
Pues verás, ahora mismo vivo una paradoja. En Cuba, soy un escritor conocido por haber salido en los periódicos, la radio y la televisión; incluso existen estudios sobre mi obra. Sin embargo, aquí soy solo un insecto recién descubierto por la ciencia. Pero poco a poco voy dándome a conocer y el próximo año publicaré, también en Camelot, mi novela Espinas, finalista del III Concurso de Narrativa Manuel Díaz Vargas.
¿Cuáles crees que son las principales barreras del sector que los autores debéis afrontar en la actualidad?
La pereza y la mentira. El ser humano actual es refractario al riesgo, a lo incómodo; prefiere que se lo den todo hecho. De ahí el poder de la imagen sobre la letra impresa e internet sobre los periódicos. Luego vienen las contraindicaciones. Resulta que, sin saberlo, nos informan unas plataformas nacidas en Rusia o Venezuela para engañarnos. Lo mismo sucede en la literatura. Muchos editores y bastantes autores prefieren “dar gato por liebre”, lo fácil a lo arriesgado. Como decía Bolaño: no se puede hacer novela convencional tras La invención de Morel, escrita por Bioy Casares.
Aunque contada en un tono desvergonzado y fresco, Los muchos narra la dura historia de un superviviente atado a las cadenas del sistema. ¿Qué te resultó más difícil en todo el proceso de creación?
Domesticar al protagonista, hacerle humano, dotarle de los sentimientos que el original no tenía para que empatizara con el lector. Lo demás, como el habla guantanamera, el ambiente de la isla tras la caída de la URSS o sus aventuras, estaba ahí; pero conseguir que el personaje se responsabilizara de sus actos fue los más complicado. También hacer avanzar la acción a través de las propias aventuras, ocultando hasta el final el nombre y su origen.
Has realizado y también impartido varios talleres literarios. ¿Cómo han influido en tu manera de escribir? ¿Qué es lo mejor que te han aportado como alumno y como profesor?
Como alumno, las nociones básicas para avanzar sin cometer errores de bulto y, como profesor, la dicha de transmitir mi pasión por la literatura. Algo que hago presentándome ante el público a pecho descubierto, sin atril ni papeles, sin guion y sin ayuda. Solo ante el peligro, con el riesgo por bandera.
¿De dónde viene tu amor por la literatura?
De niño, cuando mi abuelo me contaba historias a la luz de la luna o me leía novelas de Jack London. Desde entonces, sigo enamorado de esa magia que es capaz de hacer real un mundo que brota en mi cabeza.
¿Cuál fue el primer libro que leíste o que te marcó especialmente?
Me marcó un libro que aún hoy no deseo terminar: Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. Comencé leyendo páginas enteras y ahora solo leo frases para que me duré hasta que siga vivo. Luego vinieron Javier Marías, Rulfo, Paul Auster, Cabrera Infante, Roberto Bolaño…
Ahora que Los muchos ha sido publicado, ¿en qué trabajos estás inmerso? ¿Tu próxima obra será otra novela o volverás a los relatos?
Afortunadamente, suelo escribir una obra por año. Tras Los muchos, acabé una extensa novela que abarca los años finales del gobierno de Rodríguez Zapatero y donde él mismo es uno de los tres protagonistas. La novela cuenta cómo dos hombres idénticos intercambian sus vidas, familias y patrimonio bajo la influencia de un presidente de Gobierno. Aprovechando mi trabajo en instituciones penitenciarias, este mismo año he terminado un libro de relatos contados bajo la óptica de un carcelero; es decir, un equilibrista avanzando por una estrecha cuerda, sabiendo que al final le aguardan los presos, a su espalda acechan sus superiores y abajo están el sida, la hepatitis y el terrorismo.
Libro: Los muchos
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