“Amante de la ciencia ficción y del terror en la literatura, y del misterio en la vida real”, así se describe O. A. Hanksler. Dio sus primeros pasos como escritor participando en distintas revistas literaria, aunque no fue hasta 2014 cuando dio el salto como autor profesional de la mano de Apariencias que engañan (Entidae). Esta ópera prima recoge diversos y variados relatos de terror que van desde el suspense y lo paranormal hasta lo más inaudito. La crudeza de las historias –algunas no aptas para todas las sensibilidades– y los giros argumentales sorprendentes se erigen como sello inimitable del escritor.
Apariencias que engañan está plagado de descripciones ricas y relevantes, de forma que O. A. Hanksler nos hace entrar de lleno en los relatos. Consigue que nos imaginemos cada lugar, cada escena y cada personaje como si los tuviéramos delante, pero no nos quedamos en una cómoda posición de observador. El autor nos lleva al límite de las sensaciones, produciéndonos empatía, miedo… Todo lo que se puede sentir se condensa en estas magníficas historias. Al fin y al cabo, escribir y leer versan sobre el principio fundamental de generar un estímulo al autor y al lector. Al escritor, sumergiéndole en un estado de catarsis en el que la creatividad fluye intensamente y sin medida desde algún rincón interior hasta las páginas del libro. Al lector –ávido, insaciable y curioso–, dejándole una puerta abierta a un mundo infinito que no está delimitado por el entretenimiento, sino que se desborda en un valor añadido: sentir.
El público necesita –necesitamos– implicarse en la historia, saber que, de alguna manera, es cómplice de lo que en ella ocurre. O. A. Hanksler lo consigue, nos arrastra sin demora desde el primer relato. Incluso desde el prólogo, donde ya podemos apreciar su exquisita narrativa, esa que emana del buen escritor, de quien conoce las letras, las siente y las hace suyas. De nuevo, ese verbo: sentir, porque las personas somos sentimientos de los que no podemos escapar ni deshacernos. Sin esta parte de nosotros, no seríamos muy diferentes de un pelele o de un maniquí. Estaríamos reducidos a una existencia tediosa y llena de sinsabores. Por suerte, no es así y, por suerte, existen autores como O. A. Hanksler. Sus historias gozan de tanto volumen que algunas de ellas podrían conformar una novela por sí mismas. La psicología de los personajes es sublime, nos conectamos a ellos; sin censura y con unos finales sorprendentes.
Se nota la influencia de grandes autores de ciencia ficción y terror como Isaac Asimov y Stephen King. Y esa influencia, ese bagaje no se traduce en la imitación simple e insulsa del listillo que copia historias en vez de crear las suyas propias. No, el autor tiene voz propia, una fuente de inspiración inagotable de la que nacen relatos envidiables. Nada coarta su inspiración, no son relatos escritos para complacer ni pensados para las medidas del mercado. Están escritos desde el corazón, con una personalidad y un estilo arrolladores que nadie se atrevería a negar.
Esta sinceridad o ausencia de filtros nos llevan un paso más allá de las historias clásicas del terror. El autor compagina las estructuras tradicionales del género para crear los puntos de tensión y el clímax, para fabricar una atmósfera cada vez más tensa, agobiante y terrorífica. Y a esto suma las características terror actual, donde se exploran los límites de la morbosidad complaciente, pues las historias truculentas también forman parte de la realidad. Porque, como bien menciona el autor en el prólogo, lamentablemente, en el mundo existen monstruos de carne y hueso, de los que no te puedes proteger tras el papel del libro o bajo la sábana.
Lo pasamos mal viendo una película de miedo en el cine, explorando casas abandonadas o paseando en la oscuridad de la noche cuando, irónicamente, el verdadero miedo acecha en la realidad, en lo que podemos tocar, oler, ver… Por ello, Apariencias que engañan nos llama a observar los rincones más tremebundos de nuestra existencia para divertirnos con él en un terrorífico juego en el que, quizá, ni siquiera nosotros somos lo que creemos ser.
Libro: Apariencias que engañan
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