Hola, Gerardo. En tu novela Aurora/Bajo la luz de la luna (Editorial Falsaria), contemplamos la historia de dos personajes delimitados y enjaulados por el tiempo: uno vive con la luz del sol y el otro, en la noche; sin embargo, las circunstancias les han llevado a converger en algún punto del día. ¿Cómo fue el proceso de creación de estos protagonistas?
Los trazos generales de ambos personajes surgieron de mi inconsciente, por medio de la escritura automática. Conocí de esta técnica (que en realidad es una no técnica) a través del novelista mexicano Ignacio Solares. La escritura automática consiste en escribir de puño y letra sin pensar. Así lo hice largo tiempo, hasta que el entumecimiento de mi mano me sacó de la abstracción. Cuando caí en la cuenta, llevaba casi cincuenta páginas. Me devolví a la primera y comencé a leer. Ahí estaban Jorge y Aurora. Había una trama bien estructurada, es decir, un nudo. Faltaba el desenlace de ese nudo. Guardé la trama en un cajón por algunos años, hasta que comprendí cuánto extrañaba a Aurora y Jorge. Como dije, ambos surgieron de mi inconsciente. No sé si ya estaban en mi mente, escondidos en alguna red sináptica jamás construida, o si fluyeron a través del catéter de la escritura. Pero eso no importa. Lo relevante es que Aurora refleja la mujer ideal que yo, como todos los hombres, llevo en la mente. Ella es la manifestación literaria de mi mujer ideal. Jorge, en cambio, y según comprendo, es mi propio yo. De tal suerte, recuperé a mis personajes para crear esta otra historia que ahora publico. En Aurora/Bajo la Luz de la Luna hay un evento calamitoso que une la vida de ambos. Ese suceso brevemente descrito en mi novela, se halla en el cuaderno no publicado.
Por otra parte, es importante considerar el factor tiempo. En esta novela, el tiempo no solo es la velocidad con que suceden los fenómenos. De alguna manera, el tiempo es el personaje principal. La novela deconstruye el tiempo. Juan Rulfo decía, sobre su obra universal Pedro Páramo, que en ella el tiempo estaba “roto”. En Aurora, el tiempo no está roto, pero sí alterado.
En la literatura, existen varios tipos de tiempo. Existe, por ejemplo, el tiempo contextual, que es aquel en que la historia tiene lugar. Pensemos en Los Miserables, de Víctor Hugo: se ubica en la época de la Insurrección Republicana, de la Francia del siglo XIX. Otra forma de tiempo es el ritmo, la velocidad con que el escritor narra los sucesos. Y así, pueden describirse más formas de tiempo, pero el que a mí me interesa es el tiempo literario. En el mundo de Jorge y otros noctívagos, el tiempo se dilata y se contrae caprichosamente. Me di licencia de jugar con el tiempo inspirado en mi propia experiencia. Mientras trabajé dentro del sistema penitenciario federal de mi país, viví en la única prisión mexicana situada en ultramar, llamada Islas Marías, y en varias cárceles continentales. Cuando vives en una prisión, tu condición de persona jurídicamente “libre” es poco relevante. Estás preso. Y ahí dentro, el tiempo es la pena: precisamente porque transcurre a una velocidad de cuadro por cuadro.
Siguiendo con Aurora y Jorge, ambos están intentando sobrevivir a la vida, salir del punto en que se han quedado anclados. Al final, todo se resuelve de una manera metafórica, incluso es irónico. ¿Crees que la vida también tiene algo de ironía?
La vida es absolutamente irónica. La ironía es su elemento esencial. Pero la vida es también una metáfora. Y no se trata de descifrarla, sino de interpretarla y actuar conforme a tu propia interpretación. Debemos aceptar, incluso con regocijo, la enorme dosis de azar que rige nuestros destinos, sin decantar en determinismo, que es la forma más refinada del pesimismo. En todo caso, lo que ambos buscan, a su manera, es la felicidad. En la vida, para ser feliz, se necesita coraje, determinación, valor.
Aunque son pedazos de la misma unidad, tu libro publicado está dividido en dos historias. ¿Por qué decidiste relacionarlas entre sí en vez de tratarlas como relatos independientes?
El nombre de Aurora representa el alba, el amanecer, la puesta de sol. Como Jorge solo puede vivir de noche, entonces ella siempre está fuera de su alcance. Tratar de llegar a ella, sin embargo, es el estímulo que lo motiva a caminar hacia la luz. De esta contradicción aparente: día y noche, vida y muerte, surge una verdad evidente: el día y la noche, la vida y la muerte son componentes necesarios de un mismo ciclo que los humanos interpretamos erróneamente como cosas distintas entre sí. ¿Por qué? Porque pensamos desde la vida, no desde la muerte; igual que vivimos de día y dormimos de noche.
¿Qué fue lo que te llevó a escribir un libro?
Yo soy de provincia, pero, cuando la escribí, vivía en la Ciudad de México. Trabajaba como director de un centro penitenciario federal. Llegaba al reclusorio al amanecer y regresaba a mi pieza ya muy entrada la noche. Algunas horas antes de dormir eran lo único que me quedaba para hacer lo que yo quisiera. Y como vivía solo, me entregaba a la lectura y a la escritura. Yo era Jorge, atrapado en mi prisión laboral. O, mejor dicho, durante esas horas nocturnas era en las que lograba escapar de mi propio encierro. Escribí esta obra como forma de gritar, de desahogar tanto aislamiento, tanto tiempo entre cuatro paredes. También de añorar. En la novela, puede percibirse una anhelo por alcanzar la libertad. Y aunque yo no era legalmente un prisionero, me sentía igual que los internos de aquel centro de reclusión. En última instancia, yo también estaba esperando el vagón que me llevara a casa.
Probablemente, la metáfora del tren y el personaje llamado “señor C” hayan surgido de esto: la prisión Islas Marías se ubica a 120 kilómetros de la costa mexicana del Pacífico. En virtud de la distancia, cuando trabajas en Islas Marías, vives ahí todo el tiempo. Un barco de la Marina Armada de México atraca en la isla una vez por semana, trayendo y llevando comida, medicinas, refacciones; presos, familiares de internos o de empleados e internos que han obtenido su libertad. Llega a las siete de la mañana. En el muelle, un conjunto de mariachi (conformado por reclusos) recibe a los familiares con música vernácula muy alegre. Ese mismo día, a las siete de la tarde, el barco zarpa de regreso, algunas ocasiones, llevándose a dos o tres “nuevos hombres libres”. El mariachi entona melodías tristes, reservando la más melancólica de todas para el final. Es una canción escrita hace muchos años por algún reo. Mientras todo vemos al barco alejarse, los músicos cantan una letra que dice: “¿Cuándo llegará la barca que ha de llevarme a mi destino?”.
Tu discurso resulta poético en todos los aspectos, incluso en el estilo y la forma en los que algunos diálogos están construidos. ¿Hay algún autor que te haya influenciado especialmente?
Cuido mucho que la prosa sea limpia. Eso se logra evitando algunos vicios de la escritura como el hipérbato, el deísmo, las comas innecesarias y la adjetivación excesiva. En la lengua española, a diferencia del idioma inglés, el hipérbato sí funciona, pero no siempre. También es importante usar palabras rebuscadas lo menos posible. Solo se justifica su empleo cuando el vocablo resulta exacto e insustituible para describir algo. Por ejemplo, “churrigueresco”: es una palabra rebuscada que describe precisamente que algo es rebuscado. En este caso, definiens y definiendum son idénticos entre sí. Por lo demás, el escritor debe desaparecer, pasar desapercibido. Lo importante es escribir bien. Para mí, escribir bien es parte importante de la belleza de la literatura. Así, a veces leo de principio a fin una novela aunque su trama no me guste, siempre que esté bien escrita.
En algunos pasajes de la novela me escapo de la prosa para incursionar en el verso. Me cuidé bien de hacerlo poco. Sé que esto no es común, mas si escribir es un acto de libertad, entonces nada debe limitarnos. Las mismas reglas gramaticales no han ser consideradas como restricciones. Muy por el contrario, estas sirven al propósito de expandir la libertad que significa el uso de nuestro vasto, complejo y hermoso lenguaje. En mi país somos deudores de Hernán Cortés: él nos dio este idioma maravilloso. Por desgracia, casi siempre se le trae a la memoria mediante una imagen donde se le representa con las manos manchadas de sangre. Ese es el problema de juzgar a un personaje sacándolo de su contexto histórico.
Pero volviendo a tu pregunta, los autores que más han ejercido influencia en mí son: Miguel de Cervantes Saavedra, Marguerite Yourcenar, Honoré de Balzac, Amélie Nothomb, Alfonso Reyes, Ignacio Solares, Juan Rulfo, Héctor Aguilar Camín, Jaime Sabines, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Ángeles Mastretta, Pablo Neruda, Nicanor Parra y, en menor medida, Charles Bukowski. Si me pidieras reducir la lista a tres, serían: Cervantes, Yourcenar y Reyes. Cervantes es ingenio; Yourcenar, erudición; Reyes, mi paisano, es poseedor de la única prosa perfecta que yo haya leído jamás.
Como hemos mencionado antes, Jorge hace su vida por la noche. ¿Tú también tienes a la madrugada como tu aliada a la hora de escribir? ¿Qué es lo que más te inspira al enfrentarte a una hoja en blanco?
Yo soy noctívago. Funciono mejor de noche. En la noche escribo mejor y compongo música mejor. Si me dieran a elegir, mi despertador timbraría a las 8 pm.
Lo que más me inspira es el misterio por estos temas, tan recurrentes en la literatura: el amor y el olvido, el amor y la distancia, la búsqueda perpetua de la mujer ideal, el tiempo y su devenir, Dios o no Dios, ser o no ser, y el tormento del “si hubiera…”.
A través de Jorge y el doctor C, nos hallamos enredados en una fantástica espiral de reflexiones. ¿Piensas que la historia puede servir al público como una especie de terapia?
No escribí esos encuentros con fines terapéuticos. A pesar de ello, quienes han leído la novela me comentan que las metáforas de la maleta extraviada y de la estación de trenes les avivaron su propia llama interior. De alguna manera, los orilló a preguntarse qué han hecho con los temas que en algún punto de su vida dejaron en “pausa”. Ese es el poder de la metáfora: como no está del todo especificada, cada lector puede interpretarla según sus propias vivencias.
El doctor C acaba convirtiéndose en un personaje enigmático que vive en la noche igualmente. Háblanos un poco más de él.
El doctor C es quien acompaña a Jorge mientras él intenta abrirse paso entre la penumbra. Me temo que no puedo abundar más sobre este personaje sin arruinarle la lectura a quienes pretendan emprenderla. Solo diré que su tarea obedece a esta reflexión:
la única forma de ayudarse cuando uno mismo ya no tiene salvación es salvando a otros.
¿Qué sientes ahora que has logrado tener tu novela entre las manos? ¿Publicar un libro ha sido un paso complicado?
Siento alivio. La novela fue un grito contenido a lo largo de diez años. Ha sido un paso complicado, sin duda: me tomó una década llevarla de la oscuridad del cajón a la luz de la publicación. He publicado varios libros, pero todos académicos. Esta es mi ópera prima en literatura, aunque no mi única novela. Tengo cinco más, que incluso considero mejores. Pero Aurora/Bajo la Luz de la Luna es la que más quiero. Por eso, decidí publicarla primero.
Con Aurora/Bajo la luz de la luna fuera del cajón, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
Escribir es mi pasión. No escribo para publicar, necesariamente; escribo por la misma razón por la cual respiro: para vivir. Escribo y leo todos los días. Hoy escribo mucho mejor que hace diez años, así que no es poca cosa sacar del cajón algo escrito una década atrás y que te siga satisfaciendo su forma y su fondo. Si bien le introduje mejoras, estas no fueron esenciales. ¿Publicaré otra novela? Quizá, alguna día. ¿Qué haré mientras tanto? Seguiré habitando la noche, escribiendo mientras todos duermen. Después de todo, siempre habrá un tren por abordar.
Libro: Aurora/Bajo la luz de la luna
Libro de Gerardo Palacios
Editorial: Falsaria
1ª ed.: 2016
104 páginas
Este libro está en Español
ISBN papel: 978-84-945441-9-4
ISBN-13: 978-8494544194
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