Koldo es detenido por robar un coche y haber matado en su huida de la policía a sus dos amigos y a un agente. Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño, verá en este joven vasco la oportunidad perfecta para infiltrarlo en la organización terrorista ETA en la prisión de Carabanchel y obtener información de la banda. En medio de una etapa de transición a la democracia, el extremismo se echa a las calles causando dolor y miedo. Y en la cárcel, los presos comandados por Agustín Rueda crean la COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha) para luchar por los derechos que la policía y los funcionarios les están arrebatando.
En este viaje de la Transición española nos sumerge el escritor Javier Santos. Ruinas, su cuarto libro publicado por la Editorial Maluma, refleja la rabia y el dolor de una etapa que sigue muy activa en el panorama actual.
Javier Santos comienza su nueva obra con el atentado perpetuado en la cafetería Rolando en la calle de Correo a manos de ETA en 1974. A partir de este momento, el autor realiza un recorrido por el difícil y arduo camino hacia la democracia española mediante unos personajes y una trama minuciosamente documentada y detallada con asombrosa maestría.
«Mientras, el hombre bajó al baño y dejó las dos pesadas bolsas que llevaba colgadas, una en cada hombro, en los aseos. Subió, le hizo un gesto a su acompañante, y ambos salieron apresuradamente. Casi chocaron en la puerta con la muchacha que esperaba a su padre.
—Disculpen —se excusó esta, tal como le habían enseñado.
Ni siquiera le respondieron. Se alejaron mientras la joven se asomaba a comprobar si su padre salía ya. En ese preciso instante, treinta kilos de dinamita y tornillería convirtieron sueños, lágrimas, risas, amores y esperanzas en sangre y escombros. En trozos de vidas desgarradas. En restos humanos envueltos en polvo. En un mundo de dolor. En un mundo de ruinas».
La vida Luis Ojeda, o Koldo, como le gusta llamarse, da un giro radical cuando cumple dieciocho años. Tras robar un coche y cometer un homicidio involuntario, la policía decide torturarlo e infiltrarlo en la banda ETA como informador. Así es como será conducido a la cárcel de Carabanchel, donde conocerá a compañeros como el Quinqui, la Paca o el Catalán. Todos ellos desvelan el lado más humano y oscuro de los criminales. En su periodo de adaptación, vivirá de primera mano cómo sucedió la revuelta carcelaria de la COPEL.
«[…]—. No sé por qué despierta tanta atención en Madrid, pero le diré que ni quiero saber los motivos ni, créame, tener nada que ver con las personas que están detrás. Simplemente me han comunicado que le haga saber que, al ser el suyo un delito de terrorismo, su centro de cumplimiento pasa a ser Carabanchel. Esté preparado porque a las diez vendrá el «canguro» para proceder a su traslado a ese centro penitenciario. Eso es todo. Puede retirarse.
La noticia aplastó a Koldo: Carabanchel. El peso del nombre del presidio más famoso y duro, según comentaban los otros presos, de España, le dobló el lomo como si de pronto cargaran sobre sus estrechas espaldas cada historia de violencia y represión que impregnaba lo que, hasta ese momento, para él no era sino un nombre sin significado».
El inspector de la Brigada Central de Información Billy el Niño buscará la manera de destacar en la lucha antiterrorista. Para ello, contará con la ayuda de una víctima que clama venganza por el atentado de la calle Correo. Pero sus oscuras intenciones se revelarán cuando obtenga lo que desea y se deshaga de las personas que podrían desvelar sus cometidos.
La lucha de la COPEL contra la represión de los miembros de la policía nostálgicos del régimen se verá interrumpida por una falsa acusación hacia Agustín Rueda. Y la revolución se saldará con víctimas de la manera más cruel posible.
«Al entrar en la jefatura de servicios, Agustín sintió como se le encogían las tripas. Al menos siete funcionarios —algunos blandían, amenazantes, sus defensas de goma—, lo miraron feroces. Uno de ellos lo obligó a sentarse en una silla frente a la mesa tras la cual se encontraba el director. Este, sin mediar palabra, dio golpecitos con el dedo índice sobre un papel donde figuraba una lista de nombres y lo invitó a repasarlos. Los leyó. Reconoció cada uno de ellos, varios eran dirigentes de la COPEL y, lo que es peor, el resto lo formaba la mayoría de los involucrados en la fracasada fuga por el túnel. Sabía de qué iba esto: nombres. Más nombres. Todos los nombres. La dirección del centro necesitaba resolver ese asunto para minimizar en lo posible las cuentas que seguro les pedirían los de más arriba. Más nombres que adjuntar a los que ya tenían. Simples nombres a los que poder sancionar con su traslado a otros centros, nombres que encerrar en peores módulos, a los que castigar encerrándolos en cárceles dentro de la propia cárcel. Solo eso, nombres.
Pero Agustín conocía a esas personas más allá de los simples apelativos distintivos, a los seres de carne, hueso y angustia que había detrás de los meros trazos de bolígrafo. A algunos los apreciaba, a otros los despreciaba, pero él no era juez, no era verdugo, solo era un preso. Tomó aire.
—No sé qué hago aquí. Ni sé nada sobre estas personas y, si lo supiera, tampoco se lo diría».
Esta cruda y verosímil historia invita al lector a rememorar una etapa de la historia que está sumida en el olvido por algunos y muy presente por otros. Javier Santos se pone en la piel de la peor calaña de la sociedad para narrar una trama compleja llena de violencia, venganza, dolor y sacrificio. El autor se adentra en distintos escenarios para mostrarnos las vivencias de los personajes en lugares como Madrid, el País Vasco o las inmediaciones y salas de la cárcel de Carabanchel.
La destreza del escritor para reflejar la fealdad y la ambición del ser humano se proyecta a lo largo de toda la obra. Javier Santos reproduce el extremismo y las barbaries que se cometieron y que dejaron a un país que buscaba la libertad en ruinas.
Invitamos a los lectores a asomarse a esta necesaria historia de la mano de Javier Santos. Ruinas ya está disponible en librerías online.
Disponible en: La Casa del Libro, Agapea
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