Hola, Godofredo. Muchas gracias por atendernos por el motivo de la publicación de tu novela, El último profesor (Amazon), que narra la lucha que libra el educador Horacio Ernesto Flores Rodríguez para intentar modificar un sistema educativo impulsado por las malas ideas, las cuales impiden que se comprenda correctamente la política, la sexualidad humana u otros temas existencialistas.
Esta historia refleja cómo las ideas pueden alejarnos de la realidad y qué pasaría si estas se materializaran. ¿Qué fue lo que te inspiró a utilizar esta premisa para escribir esta historia?
Una pregunta muy sencilla, pero con una respuesta algo compleja. Cuando estudié pedagogía en la universidad, un profesor de filosofía nos explicó que la educación no es un fenómeno natural, que nadie se dirige a un lugar determinado solo para contagiarse de matemáticas o que nadie sube la montaña para adquirir conocimientos de historia. La cultura no es algo que flota en el aire y que uno adquiere gracias a nuestras actividades biológicas más básicas. Creamos instituciones y programas para educar, eso implica preparar profesores que también siguen programas. Una idea poco impresionante, para ser franco, pero de una manera solo fue el inicio de una acumulación.
Luego está el videojuego llamado Silent Hill, sus monstruos nacen de ciertos eventos traumáticos de los personajes. Pero, exactamente, no sé en qué momento llegué a interesarme en crear monstruos, alucinaciones nacidas de esas malas ideas. Aparte de lo que ya he dicho, en mis veinte leí libros de psicoanálisis: Erich Fromm y Carl Jung. También conocí con excesiva ingenuidad a Eduardo Galeano. Fue para mí una sorpresa descubrir que un filósofo como Mario Bunge considerara al psicoanálisis como una pseudociencia. Yo fui víctima de las ideas que nos hacen perder contacto con la realidad, era muy crédulo con las enseñanzas de la universidad. Y eso mismo lo he visto en muchas personas que siguen una religión o una ideología, ya sea de izquierda o de derecha. Y la verdad me siento horrorizado, realmente cosas como el psicoanálisis hacen daño. Esto hay que decirlo muy alto. Debemos de desconfiar de los pensamientos que hemos construido.
Aquí aclaro que me refiero a ideas en el sentido más amplio. Y añado que el mal de una ideología determinada no se compara a un simple miedo.
El último profesor se divide en un prólogo y en tres libros, en los que se relatan distintos temas dentro de la trama principal. ¿Por qué decidiste estructurar el libro de esta manera?
El prólogo no solo es eso, en realidad forma un todo con el resto de la ficción. Esto es así porque son muchos los narradores, de una manera deben ser elegidos por el editor para manifestar el escrito en la obra final. En cierto momento se dice que hubo narradores silenciados. El prólogo indica que detrás del escenario hay toda una maquinaria trabajando para el libro.
El resto de la división se debió a los narradores elegidos. En el Libro 1, el protagonista Horacio narra su vida desde el segundo tomo de sus memorias. El editor tiene la facultad de elegir los textos que más le convengan a la novela, o al menos en esta versión del libro. Se supone que el libro tiene muchísimas adaptaciones, algunas imposible de transmitir.
En el libro 2, Horacio pierde el protagonismo, parecido a Don Quijote de la Mancha, donde el héroe se aparta para dejar que se desarrollen otras tramas; Horacio y sus amigos reaparecen como un hilo conductor en ciertos momentos. La novela no solo se divide en tres libros, está narrada como a pedazos, semejante a Rayuela de Julio Cortázar. Esto en parte por tener una lógica onírica.
El libro 3 es, en cierta forma, el largo final, la metamorfosis, donde la voz de Horacio se comparte mejor con el resto de los narradores.
En el prólogo, dos personajes imaginarios (el prologuista y editor de la obra) discuten y el prologuista termina muriendo. ¿Qué te llevó a introducir estos personajes y a construir esta relación entre ellos?
La historia me obligó a mostrar esos personajes. Es un libro escrito por muchos coautores, unos con más trabajo que otros, pero al final es un colectivo con un propósito claro. Era necesario algo que le diera una dirección: el programa editorial que ha creado criaturas artificiales como el moribundo prologuista. Era obvio que entre los narradores también hubiese conflictos. Pero lo importante es dejar la idea de que hay una dirección que no ha sido dada por su autor real, sino por unos personajes que se esconden detrás del telón.
Uno de los temas más recurrentes de la novela es el mundo onírico, lo que nos ha parecido muy interesante. De hecho, el protagonista padece de narcolepsia, un trastorno del sueño que produce una somnolencia extrema y ataques de sueño repentinos. ¿Por qué elegiste apoyar la trama en este asunto tan peculiar?
Solo con los sueños pude plantear que las ideas se materializaran en monstruos o trances enfermizos. Pero también la novela insinúa una posible explicación del porqué es así el universo simulado. Al lector se le da una pista con los sueños donde aparece Jorge Luis Borges acariciado por unas flamas sin ser dañado. Decir que la novela solo es un sueño tampoco es del todo exacto. Nunca se aclara este asunto con exactitud; es decir, se le deja al lector especular más. Creo que es mejor así porque la existencia siempre será un misterio, nunca tendremos una explicación final sobre la realidad. Lo más importante es que la novela sea una experiencia única; sumergir al lector a las aguas de lo más extraño, pero con algunas señales lumínicas para que no se extravíe.
En la obra se aprecian otros muchos temas de interés, como la política, las redes sociales, la violencia, etc., aunque sin duda algunos de los que más destacan son la religión (división entre cielo e infierno, existencia de Dios…) y la sexualidad (en especial, la homosexualidad). Ambos temas pueden causar bastante controversia. ¿Por qué decidiste aventurarte con ellos en tu novela? ¿Crees que pueden generar debate entre los lectores?
Creo que los novelistas nos peleamos con el mundo, es algo muy personal y que no se planifica. Simplemente son sus temas, sus problemas. Te diría que mi homosexualidad personal fue en gran parte uno de los motivos, pero no estoy tan seguro. Considero que lo interesante de la vida gay es su contraparte, los que padecen de prejuicios o tienen malas explicaciones. Se me hace muy difícil entender cómo una persona con el mismo grado educativo que el mío todavía crea que los homosexuales surgen por una madre muy sobreprotectora o por las hormonas que se encuentran en los pollos. No digo que el drama por los amores no correspondidos o las aventuras sexuales carezcan de interés, pero a mí me fascina ver lo que otros piensan.
Sobre la religión: soy agnóstico, pero también creo entender por qué es tan necesaria la fe en los demás. Yo respeto a los religiosos, pero no respeto las instituciones que todavía difunden mentiras, y es aquí donde está mi interés. La novela es muy blasfema, pero si buscas con lupa, verás que tiene líneas muy breves que no muestra la religión como lo peor. A veces, perder contacto con la realidad es necesario para enfrentar el mundo: eso es la religión.
En Honduras estamos bajo una dictadura vinculada al narcotráfico. El dictador Juan Orlando Hernández tiene a su hermano, Tony Hernández, condenado por una corte en Nueva York. Al tirano hondureño no se le advierte una clara ideología, solo es un charlatán que ha violado la Constitución, ha acabado con el principio de separación de poderes y ha cometido fraude electoral para mantenerse en su puesto. Si bien no es el dictador más brillante, ni el defensor de una ideología o una religión, es más bien un hombre simplón que ha sabido aprovecharse de las debilidades del sistema después de la caída de José Manuel Zelaya, otro mal político que no respetó las formas republicanas. Todo esto es la realidad, pero lo que me parece fascinante cómo hay personas que en su ignorancia buscan explicaciones fantasiosas sobre cómo funciona la política, no importa si son de izquierdas o de derechas.
En el primer libro que aparece en la novela, Horacio narra sus memorias, deteniéndose en especial en su etapa en la universidad. Allí, el protagonista, junto al resto de su clase, comienzan a tener alucinaciones colectivas, trances extraños… todo ello posiblemente dado por un misterioso teratógeno. Sin destripar mucho la historia, ¿qué nos puedes contar de este agente y cómo influye en la trama?
Dices que intente no destripar mucho la historia, pero la verdad no entiendo por qué a las personas les molesta tanto que quiten las sorpresas. Para mí la literatura es más una experiencia que te ofrece conocimiento, los giros sorpresivos son artilugios útiles, pero no es lo más importante. Pero respeto tu sugerencia, mejor adaptarse un poco al mercado y deseos de algunos lectores.
En realidad, las alucinaciones siempre han existido en mi novela. El primer libro es en realidad el segundo tomo de las memorias de Horacio; hay, sin embargo, breves citas del primer tomo que aparecen en el libro 2. Allí, Horacio, como niño de primaria, dice que sufre de alucinaciones. En el Evangelio del Maestro Jesús no se mencionan las alucinaciones, pero hay pasajes que nos hacen creer que ya existían. En el libro 3 se sugieren astros con ojos, como si siempre hubieran estado allí.
Las alucinaciones y trances extraños los podría percibir el lector como algo que simplemente son así. Como en otras ficciones, hay dragones y hadas, y no tienen explicación, solo son parte del universo imaginado sin nada más que añadir. Sin embargo, en las últimas páginas de mi obra ya se revela un poco más. Hasta hay conceptos “científicos” que buscan explicaciones o relaciones con diversos fenómenos. Hay experimentos donde se empieza a relacionar al teratógeno con los profesores, y el lector deberá sacar sus conclusiones con todos los datos proporcionados. Siempre se deja algo para la especulación.
Otra de las características que más nos han llamado la atención de tu obra son los personajes secundarios, ya que la mayoría de ellos padece de ciertas enfermedades o de malformaciones físicas, como Néstor, que tiene síndrome de Klinefelter. ¿Por qué decidiste caracterizar así a estos personajes de tu novela? ¿Piensas que sería positivo que se incluyeran este tipo de patologías en otras obras para darlas a conocer y que los lectores puedan familiarizarse con ellas?
Las anomalías son una manifestación del odio que se tiene a los profesores. En la vida real quizás esto no sea tan cierto, en mi novela es una exageración. Pero lo que está detrás del odio tiene algo más interesante: el fracaso del sistema educativo. El problema de la educación está principalmente en sus planes de estudio, en el conjunto de suposiciones que hacen pensar cómo hacer a una persona educada. Esas suposiciones no son un producto de la investigación científica, solo es política. Una mala política, para ser más exacto. Las deformidades son como una maldición para los muchos ciudadanos que están pensando ser o serán profesores. Y el teratógeno misterioso son las ideas de odio contra los que de una manera están predestinados a ser profesores.
El profesor Néstor es especial, su síndrome, de cierta forma, sirve para revelar la desinformación que hay en torno a la sexualidad humana. Y, en mi novela, la desinformación y malas ideas son el ladrillo fundamental de la realidad simulada. Sí, conocí a alguien que padecía de Klinifelter que fue acosado de manera muy cruel cuando era estudiante. El fracaso del sistema en estos temas es evidente. Todavía hay acoso si un chico es homosexual, y, si lo piensas, el tema de la homosexualidad no es tan complicado, pero ya te imaginas el resto de condiciones sexuales. Estoy casi seguro de que los medios han contribuido de mejor manera a promover la tolerancia, no así el sistema educativo.
A lo largo de la novela hemos podido comprobar que mencionas a innumerables autores de renombre, y algunos incluso aparecen en la historia, como Mario Vargas Llosa. ¿Por qué decidiste utilizar esta técnica? ¿Cuáles son tus autores de referencia? ¿Crees que los lectores pueden encontrar ciertas influencias de alguno de ellos en tu novela?
Mario Vargas Llosa es un autor que en lo personal admiro mucho. Fue quizás el primer autor que me lo tomé en serio. No solo es un novelista, es un verdadero líder de opinión y un liberal auténtico, tan necesario en nuestros países donde abundan los pseudoliberales y los enemigos de la libertad. Pero como líder de opinión y hombre de ideas, él también puede caer en los engaños del intelecto, y eso fue lo que le pasó en su juventud cuando simpatizó con la revolución cubana.
Y eso ocurre con todos los escritores y líderes de opinión. Y mi novela trata de eso: de las ideas erradas, principalmente. Los novelistas usamos nuestra experiencia personal, él realmente vino a Honduras y me autografío un libro. He aquí una imagen:
En mi novela, el autor sufre un poco, lo someto a experimentar una alucinación relacionada con números, e incluso padece de ideas paranoicas; es otro Mario Vargas Llosa en realidad, no el nuestro. Pero allí está, acomodado y adaptado en mi universo, un hombre de ideas que también sufrió un poco por vivir en un mundo poblado de pesadillas.
Entre mis autores preferidos, aparte del ya mencionado, podría nombrar a Julio Cortázar, pues sus estructuras y el manejo del “collage” dejó su huella en mí. También me gusta mucho José Donoso, cuya obra El obsceno pájaro de la noche fue una novela que me impactó por su ambiente de pesadilla.
Respecto a las influencias, no hace mucho leí un viejo clásico, Viaje al Oeste de Wu Cheng’en, donde encontré algunos recursos que se asemejaban a los míos, pese a que lo descubrí cuando ya había terminado escribir mi obra. No es una pregunta que me gusta mucho porque siempre termino olvidando autores importantes. Y a lo largo de esta entrevista he mencionado autores que prefiero no repetir. Corrección de Thomas Bernhard me sorprendió por su propuesta de estilo, aunque no estoy seguro de que ese sea un buen camino para las novelas, ¿era realmente una novela Corrección? Pero la sola propuesta me abrió los ojos para sospechar en las infinitas posibilidades que ofrece el género. Hay obras que recuerdas por los detalles y otras por su totalidad, pero nunca una obra me ha dejado completamente indiferente, incluso si son malas obras. La propia Biblia ha contribuido en mi trabajo, por sus múltiples narradores, el Evangelio y el final con símbolos sacados del Apocalipsis.
Uno de los elementos más representativos e influyentes que aparece a lo largo del libro es el tríptico de El jardín de las delicias, de El Bosco. ¿Te inspiraste en este cuadro para escribir tu obra o decidiste incorporarlo cuando ya tenías la idea planteada?
En realidad, fue algo que descubrí cuando ya estaba corrigiendo la novela. Noté que el panel izquierdo del tríptico estaba centrado en un personaje, en Jesucristo. Un Mesías muy peculiar porque está en el Paraíso junto a la pareja inicial. Y el libro 1 está centrado en Horacio. Luego, el panel central es más disperso, ya no hay un personaje central y está lleno de criaturas. Mi obra, aunque tiene un principio y un fin claro, da la impresión de que divaga, se vuelve un conjunto de anécdotas. Y el panel derecho tiene los colores inversos, esto hace una alusión a que los personajes terminan en un apocalipsis invertido. No hay sufrimiento ni alucinaciones, no hay enfermedad, todos los personajes se vuelven en algo semejante a Dios. El simbolismo lo descubrí mucho tiempo después de haber iniciado la novela.
Es interesante que no solo ese pintor me ha interesado, ya que he encontrado inspiración en otros como Zdzisław Beksiński; Mark Ryden, quien le da color a una de mis criaturas, y M. C. Escher, que construye una estructura sobre la escalinata del Picacho. Considero que la pintura ha estimulado bastante mi imaginación, aunque nunca haya tocado un pincel.
En la novela, aparecen muchas imágenes que representan escenarios u objetos o que ayudan al lector a entender mejor lo que está ocurriendo o de qué se está hablando con exactitud. ¿Por qué decidiste incorporar dichas imágenes? ¿Crees que es positivo apoyar la narración de estos elementos visuales?
Es algo que se lo debo a mi asesor literario: Jorge Eduardo Benavides. Mi prosa carecía de plasticidad, la excesiva abstracción la volvía aburrida. Él me enseñó que las novelas estaban muy cerca del arte cinematográfico. Es extraño que fuera algo que ya sabía a través de mis lecturas personales, pero que no aprovechaba para mi propio texto. Recuerdo que pensé estar viendo una película cuando leí La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa, una sensación que siempre se manifestaba en las novelas más ambiciosas. Así se deben escribir las novelas y cuentos: deben ser visuales. Se puede hacer experimentos con el lenguaje y el tiempo, puntos de vista, narradores, pero la plasticidad debe estar allí.
El último profesor cuenta con varias versiones. Una de ellas es para daltónicos y otra a color. ¿Por qué decidiste adaptar tu libro a estas características?
Eso se lo debo a un libro: Diccionario jázaro, del escritor Milorad Pavić. Me lo recomendó mi asesor Jorge Eduardo Benavides. En mi texto, y tal y como señala el editor, es un elemento coherente con la historia misma, un libro con muchas versiones y destinado a distintos lectores.
Antes de despedirnos, nos gustaría dejarte un espacio por si se nos ha quedado algo en el tintero que quieras compartir con tus lectores.
Imagino que mis lectores sospecharán que uso un seudónimo. Y sé que es un pésimo seudónimo porque la obra denuncia mi verdadero nombre si lo buscas en sus páginas de pesadilla. Tengo buenas razones para usar seudónimo: entre ellas esa tendencia de prestarle atención a los escritores. El escritor no importa, lo valioso es su trabajo. La gente sabe más de Don Quijote que de su autor. Publicar bajo seudónimo lo hago como un acto de rebeldía, y también busco protección de los intolerantes, aunque esto último no sea tan efectivo. En mi país el nivel educativo es muy pobre y abunda la intolerancia por los que piensan diferente. Un autor debe dedicarse a su escritura, el lenguaje es un dios muy celoso, no se puede estar perdiendo el tiempo con gente que no entiende nuestro oficio. Es la obra literaria la que te sugiere una perspectiva, un nuevo conocimiento, no es el autor con sus penas y obsesiones.
En este sentido, y considerando estos tiempos de internet, opté por la autopublicación, ya que tengo fe en lo que escribí. No es una fe irracional, es una fe fundamentada en lo que me han dicho otros lectores experimentados. Y es una fe cimentada en una larga tradición de provocación inteligente llamada novela.
¡Muchas gracias por atendernos, Godofredo! Te deseamos muchísimo éxito con tu novela, El último profesor, ya disponible en Amazon.
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