La construcción de una buena historia no es fácil, resulta hasta frustrante muchas veces. Nos entusiasmamos con unas ideas, desechamos otras inmediatamente, nos quedamos en blanco… Damos un paseo hasta la despensa, luego otro más y otro… Así mientras ponemos nuestras neuronas a trabajar y las visualizamos cansadas, haciendo spinning en el gimnasio con la lengua fuera y sin fuerzas después de haberse zampado un menú gigante en el burger. Incluso nos sucede que, cuando acabamos de escribir un libro, tenemos la sensación de que algo no termina de funcionar, de que no estamos contando nada nuevo o nos hemos dejado ese algo especial por el camino y de esa forma nunca lograremos publicar un libro.
Respira, despeja la mente. Aquí te dejamos algunos consejos que seguramente te ayudarán a mejorar tu novela. Así podrás salir de los lugares comunes en los que a veces se cae, esos errores que pueden echar por tierra tu novela y que restan originalidad.
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Nuestro lenguaje es tremendamente rico, pero tendemos a desaprovecharlo empleando constantemente un vocabulario limitado por nosotros mismos. De igual forma, otro error que solemos cometer a menudo es el de escribir tal y como hablamos. Nos olvidamos de que existen infinidad de formas para contar lo que queremos. Para evitarlo, no repitas palabras tan genéricas como “cosa” y tampoco emplees el mismo verbo o adjetivo una y otra vez. Busca sinónimos, antónimos, piensa en una manera diferente de describir a un personaje o una situación usando metáforas, comparaciones o alusiones a películas.
Sal de tu diccionario habitual, de tu zona de confort. Explora tu riqueza expresiva, busca analogías, aprende nuevas palabras y lee a otros autores. Saber escribir es, en parte, una especie de gracia natural, pero también hay que conocer el medio en el que nos estamos moviendo, en este caso, la literatura. Leyendo las obras de otros escritores, conocerás palabras que no sabías ni que existían y, aún más, aprenderás el contexto adecuado en el que poder usarlas.
Igual que nos quedamos cortos en vocabulario, a menudo, creemos que nuestra novela será más rica cuantas más palabras tenga. Nada tiene que ver. Coger un diccionario y ponerse a escribir una palabra tras otra sin otro criterio que aumentar el contador de Word no tiene sentido. Por ejemplo, para contar que un personaje se caracteriza por su guapura, no es necesario decir “su belleza era excesivamente hermosa”.
Como comentábamos antes, se pueden poner detalles sin usar adjetivos. Cuando quieras expresar el aspecto o el carácter de un personaje, puedes usar dos o tres adjetivos y, a partir de ahí, pasar a otro tipo de descripciones. Evita enumeraciones como: «era feo, poco agraciado, encorvado, de rostro enjuto…». Lo recomendable es que este tipo de adjetivación rimbombante se reserve para los lugares. Eso sí, siempre con equilibro y mesura, y si procede. Asimismo, no abuses de los adverbios acabados en -mente. Transmiten falta de interés, sensación de querer acabar cuanto antes.
Estamos tan acostumbrados a emplear el gerundio que no lo concebimos como un error; por ello, debemos prestarle especial atención. Es incorrecto decir “llegando, comprobó que se había dejado encendida la luz”. Lo mejor es que sustituyas el gerundio por el infinitivo: “al llegar, comprobó que se había dejado encendida la luz”.
Otra manía que tenemos es la de cargar al narrador con toda la información habida y por haber. A través de él, nos empeñamos en contar, describir y aclarar todo. ¿Dónde quedan los personajes, por tanto? Los personajes son la acción, la historia misma y, si le quitas su voz, es como si desaparecieran. Deja que sea el personaje quien nos cuente de primera mano sus pensamientos, sus inquietudes, lo que pretende hacer, lo que le está sucediendo. Si acudes constantemente al narrador para llevar a cabo dicha tarea, se pierde emoción y cercanía con el lector. No recurras al narrador siempre que quieras expresar los sentimientos del personaje.
Por ejemplo, piensa en un debate en una clase. Tú mismo transmites tu opinión a los demás y muestras a través de tus gestos y de tu tono lo que estás sintiendo (nervios, seguridad, rabia, etc.), así como tu conformidad o desacuerdo con el resto de opiniones. Si no necesitas ningún intérprete, ¿por qué darles uno a tus personajes? El cuento de J. D. Salinger Un día perfecto para el pez plátano es el mejor ejemplo de cómo, con apenas injerencia del narrador, se puede construir la acción. Aquí puedes leerlo.
A veces, por su componente repetitivo, confundimos los arquetipos con los estereotipos. Sin embargo, la presencia de uno u otro en la novela tiene efectos bien diferentes. Un arquetipo es un modelo, un ejemplar ideal con unas características iterativas y un patrón fácilmente reconocible. Por ejemplo, el “poli” bueno que se mueve según el ideal de justicia o el héroe que antepone el bien común por encima de su ego.
Los estereotipos, por su parte, se basan en una concepción simplista y exagerada de un grupo de personas con características similares. Los más comunes quizá sean los policías comiendo donuts, la bibliotecaria rancia con moño y gafas, el empollón “cuatro ojos” de la camisa de cuadros, la secretaria rubia, pija y delgada de la falda ajustada o el profesor que, solo por ser joven y guay, se permite la licencia de llevar pelo largo y barba.
A diferencia de los estereotipos, los personajes arquetipo no son necesariamente negativos. De hecho, incluso son necesarios: al estar insertados en el inconsciente colectivo, se produce una rápida identificación. De esta manera, los arquetipos despiertan sentimientos en los lectores y les motivan a seguir leyendo. Los estereotipos, en cambio, sí son perjudiciales, pues denotan carencia de imaginación y originalidad. En algunos casos, sobre todo en autores jóvenes, se percibe la influencia directa de Hollywood, que son los que en realidad suelen crear esos estereotipos con sus películas. Pero esto no solo alcanza a los personajes, sino que también encontramos en la literatura multitud de escenarios y tramas recurrentes que resultan pesadas al lector, como la típica cabaña en el bosque o la escena del crimen común.
Cuando vayas a incluir un arquetipo en tu historia, te recomendamos que le des unas pinceladas de originalidad, que incluyas rasgos innovadores. Para los estereotipos, procura que tengan un papel secundario; los lectores no quieren encontrar un protagonista insulso basado en una generalidad. Al contrario, buscan autenticidad.
Seguro que estás harto de ver tráilers de películas que incluyen frases del tipo “espectacular”, “una obra maestra”, “excelente”, “te deja sin aliento”. Con las novelas y los relatos, sucede lo mismo. No abuses de metáforas y comparaciones. Son tediosas, cansan y dan la sensación de estar leyendo el mismo libro una y otra vez. Intenta evitar las expresiones trilladas y no caigas en las descripciones habituales. Lee y relee tu novela si es necesario. Realiza cambios si detectas cualquier frase o recurso manido y carente de gracia. Aquí te dejamos algunos ejemplos:
Para concretar: otórgale a tu libro un sello de identidad, una marca propia que te diferencie como autor. No dudes en echarle imaginación, tanta como sea necesaria. Envía tu obra a un servicio de corrección ortotipográfica, crea tu estilo y no te olvides de ser autocrítico. Tu novela es un diamante que está por pulir, no pretendas escribirla a la perfección en una noche. Siempre hay que revisar lo que se redacta y aprender a solventar los fallos; así podrás crecer como escritor. Comprobar que cometes errores no debe influirte de manera negativa. No debes tener miedo a progresar, sino a poner límites a tu creatividad.
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Repetir, significa volver a decir. Por tanto, en su recomendación no puede decir: «vuelvo a repetir».
Excelente, como siempre. Se les agradece.
Gracias. Me sirve.
Saludos cordiales
Se agradece, muy buena guia para tener en cuenta.
Saludos desde Chile
Muchas gracias!!! Excelente información. Estoy comenzando mi primera novela y esto será muy útil.
Estas recomendaciones son de gran utilidad para quienes andamos en la difícil pero apasionante tarea de aprender a escribir. Basta ya de «un camino polvoriento» cuando también se puede decir «un camino de tierra», por ejemplo; Basta ya de la noticia corrió «como un reguero de pólvora» cuando se puede sustituir por «como se propaga un incendio». Pero lo que me revienta de verdad es el «pistoletazo de salida». ¿Será posible que todavía no se haya encontrado una alternativa a esa fórmula tan trillada? Como ahora mismo no me encuentro muy imaginativo, ¿qué os parece «el disparo de salida»? Por lo menos, en algo cambia.
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