Tabla de Contenidos
Con el fin de seguir potenciando los consejos para escritores, volvemos a listar 8 puntos que pueden ayudar a todo escritor a mejorar su obra. Puesto que, cuando enviamos un manuscrito a concursos literarios o a un sello editorial lo hacemos con la esperanza de verlo premiado o, incluso, que publicar un libro deje de ser un sueño. En la valoración que la casa editorial o el jurado van a hacer de nuestro manuscrito entran en juego ciertos factores que, sin depender de la calidad intrínseca de la obra, pueden decantar la balanza hacia uno u otro lado; factores que, ya se trate de una obra acabada o en proceso de escritura, podemos modificar para que actúen en nuestro beneficio. En las siguientes líneas vamos a analizarlos.
Ante todo, es fundamental que el texto alcance una óptima legibilidad. Para ello, debemos elegir un tipo de letra sobrio y de lectura fácil. Times New Roman es el tipo que usan muchas editoriales para dar a leer los manuscritos a sus correctores. Es decir, en este caso, una vez pasado el corte editorial, el manuscrito es volcado en Times New Roman y entregado a un corrector para una primera lectura.
De igual modo, es importante optar por un cuerpo de letra que facilite la lectura (yo os propondría entre 12 y 14), un interlineado medio (por ejemplo, 1,5 líneas; nunca un interlineado sencillo que apiñe las líneas), justificar el texto (es decir, que quede alineado a ambos márgenes), dejar márgenes razonables.
En definitiva, lo que prima es una ortotipografía sobria y sencilla que invite a la lectura, aunque en una fase posterior se quiera optar, para su publicación, por una ortotipografía más compleja. Especialmente en lo que se refiere a la narrativa, la ortotipografía dominante está marcada por la sencillez.
Este ideal de limpieza y sencillez hace igualmente desaconsejable un abuso de recursos ortográficos tales como la cursiva y las comillas (cuando ambas tienen uso enfático) y la negrita (cuyo uso es infrecuente en narrativa de ficción). Elementos todos ellos que, en términos editoriales, «manchan» el texto. Con ello entraríamos ya en cuestiones de estilo.
Acerca de la puntuación, un uso pertinente y correcto de los signos conferirá al texto una solidez añadida y provocará una impresión sin duda positiva en quien se enfrenta al manuscrito por primera vez. Por pertinente, nos referimos en especial a un uso de la puntuación al servicio de la claridad, que nos permita evitar tanto la proliferación innecesaria de signos como la ausencia de signos necesarios para comprender un pasaje.
Un ejemplo habitual del primer caso serían las comas superfluas que a menudo se sitúan entre sujeto y predicado, que lejos de aclarar el texto lo pueden confundir; un ejemplo de lo segundo, la ausencia de puntuación en frases largas con incisos u oraciones subordinadas, que deben ser acotados con comas o puntos y coma.
Por uso correcto nos referimos, por ejemplo, a una combinación acertada y regularizada, en los diálogos, de las rayas, los puntos/comas y los espacios:
—Parece que nos ha tocado la mesa del gato —dijo una señorita apellidada Lasqueti—. Estamos en el peor sitio.
Es frecuente que estas últimas precisiones ortográficas escapen a la atención de quien mecanografía un texto literario por vez primera, pero son esenciales a la hora de conseguir un manuscrito limpio y bien presentado. Para adquirir dichas nociones nos será útil tener a mano un manual ortográfico básico.
Al igual que es necesario respetar unas pautas a nivel de diseño (tipo y cuerpo de letra, interlineado, márgenes, etc.), hay que seguirlas a nivel ortográfico en la elección de signos tales como las comillas y las rayas. Las primeras deben usarse según una jerarquía elegida previamente y respetada en todo el texto. Por ejemplo:
«Me dijo: “¿Sabías que Ponderar significa ‘Examinar con cuidado algún asunto’?”»,
donde la jerarquía sería: 1º, «»; 2º, “”; 3º, ‘’
En cuanto a las rayas (no confundir con los guiones), son básicas en la construcción de diálogos e incisos narrativos. Puesto que las hay de distintos tamaños, debe optarse por un tipo y aplicarse el mismo en todos los casos:
—«De Natchez a Mobile» —me advierte—, «de Memphis a Saint Joe…».
En último lugar, y en relación con el uso de Word o cualquier otro programa de tratamiento de textos, recomendamos desactivar las opciones de corrección automática o autocorrección (ojo, no confundir con el revisor de Ortografía y gramática, que simplemente nos avisa de los errores y nos hace sugerencias), que nos impiden tener pleno control sobre nuestro texto y nos pueden deparar sorpresas desagradables.
Como ya se ha señalado, una expresión rica y clara invita a seguir leyendo. Respecto a la corrección ortográfica y en especial la puntuación, es importante tener un conocimiento lo más amplio posible de las reglas que nos permita decir por escrito justo aquello que queremos y no otra cosa. Con ello conseguiremos una mayor precisión y evitaremos pasajes involuntariamente ambiguos o de comprensión difícil.
Debemos dosificar la utilización de elementos enfatizadores en forma de cursivas, comillas y negrita (estas últimas de uso desaconsejable como enfatizador). Porque «manchan» el texto, como se dijo anteriormente, pero también porque un exceso de enfatizadores debilitará su poder enfático y lo hará superfluo.
Otro exceso de tipo estilístico que hace penosa la lectura de un manuscrito y no pasa desapercibido a los evaluadores editoriales es la repetición involuntaria de términos. El ejemplo canónico es la sobreabundancia de adverbios terminados en –mente, cuya concentración en una misma frase o frases cercanas produce efectos cacofónicos y denota una falta de recursos expresivos. Para detectar estas repeticiones es esencial hacer una relectura del texto tiempo después de redactado, el tiempo necesario para tomar distancia con lo escrito.
Puesto que con frecuencia las primeras cribas editoriales evalúan los manuscritos solamente por sus primeras páginas, es importante lograr un buen comienzo. El comienzo, en estos casos, es el gancho que invita a los editores a seguir leyendo; es, pues, una de las credenciales del manuscrito. Y una presentación y ortografía cuidadas contribuirán sin duda a ello.
En libros divididos en partes y capítulos, que son una gran mayoría, es esencial que dicha estructura en partes y capítulos quede clara. Los capítulos deberán comenzar en página aparte y llevar títulos reconocibles como tales; para ello, podemos ponerlos en un tamaño de letra algo mayor que el del texto y dejar entre título y texto x blancos de línea, siempre los mismos. En lo que se refiere a las partes, es preferible dedicarles una portadilla que resalte su importancia jerárquica. Asimismo, es aconsejable un índice final de partes y capítulos.
En cuanto a los contenidos históricos, científicos o simplemente constatables en la realidad (lugares reales, fechas, nombres propios, acontecimientos históricos, citas, frases en lenguas extranjeras) que queramos incluir, es recomendable una tarea de documentación previa que nos posibilite trasladarlos al manuscrito sin errores, cosa que otorgará a nuestro texto una mayor impresión de solidez y seriedad.
Tregolam
Tregolam, el país de los escritores. Agregador de #ConcursosLiterarios, #Becas, #Información, #Noticias, #Entrevistas, #Literatura